El mundo está lleno de debates candentes, pero ¿hay algo más polémico que el tema de la pena de muerte? Esta cuestión ha resurgido de forma dramática en Perú, no solo entre el público, sino también en los círculos del poder. En medio del luto y la indignación tras el trágico asesinato de una niña de 12 años, la presidenta Dina Boluarte ha querido reabrir el debate sobre la pena de muerte para los violadores de menores, provocando reacciones diversas y, como era de esperar, una montaña rusa de opiniones.
¿De verdad creemos que castigar más severamente a los criminales fracasados resuelve el problema de la criminalidad? ¿Se puede realmente alcanzar justicia en un país que ha visto un álgido aumento en la violencia? Acompáñame en este viaje mientras exploramos este complejo y multifacético tema.
La postura de la presidenta Dina Boluarte
En un emotivo discurso recientemente, Boluarte hizo un llamado claro: “No podemos permitir que en las calles caminen tipos como estos”, refiriéndose a los violadores de menores. Sin embargo, su propuesta toca un punto sensible: la posible derogación de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, un acuerdo internacional que firmó Perú en 1978 y que prohíbe la pena de muerte para delitos que no estén previamente estipulados en la ley. En otras palabras, este es un tema que atañe no solo a las emociones, sino también a los tratados y acuerdos internacionales.
Si piensas que este tema no te afecta, te animo a reconsiderarlo. La violencia sexual contra los menores no es solo un problema de las leyes; es un problema que afecta a todas nuestras comunidades. Y, aunque la intención de Boluarte puede estar motivada por el deseo de proteger a nuestros niños, debemos cuestionar si la respuesta adecuada es poner en marcha medidas drásticas.
El contexto social
La tragedia que llevó a Boluarte a plantear este debate no es un incidente aislado. La violencia en Perú ha ido en aumento, y los niños son especialmente vulnerables. Este hecho se ve reflejado en las encuestas, que muestran un alarmante incremento en la percepción de inseguridad entre los ciudadanos. Por si fuera poco, la aprobación de la presidenta está en el 3%, lo que la coloca en un momento desesperado para recuperar su imagen ante una población que sufre crecientemente de la violencia.
Es como si estuviéramos en una olla a presión, y la primera ministra ha decidido abrir la tapa de golpe sin pensar en las consecuencias. No sería la primera vez que se intenta buscar el resarcimiento de la popularidad a través de medidas populistas. Pero, ¿realmente funcionan?
Un intento de galvanizar la opinión pública
El primer ministro, Gustavo Adrianzen, apoyó la apertura de este debate en el contexto de lo que él considera una “reflexión imprescindible”. En su opinión, la discusión de medidas más severas para los violadores de menores debería ser parte de un crecimiento cultural democrático. Por otro lado, expertos advierten que estas iniciativas pueden ser simplemente una forma de desviar la atención de los graves problemas que enfrenta su administración, como la alta tasa de criminalidad, corrupción y el descontento ciudadano.
¿Adivinas quién más está en el centro de este enredo? ¡Correcto! El escándalo de la cirugía nasal de Boluarte, que ha generado escozor en el Congreso y ha desatado más que una simple polémica. La acusación de que no informó adecuadamente sobre su ausencia ha llevado a la Fiscal General, Delia Espinoza, a abrir una investigación por omisión de funciones. Es un claro ejemplo de cómo una acción puede llevar a diez más.
El dilema de la ley y la moralidad
La aplicación de la pena de muerte involucra profundas cuestiones éticas y morales. La posibilidad de que la pena capital se extienda a nuevos delitos plantea preguntas dolorosas. La historia ya nos ha enseñado que los sistemas de justicia a menudo se vuelven herramientas de penalización, a veces injustamente, y la cuestión de si una persona puede realmente redimirse es tan antigua como la humanidad misma.
Pensemos un momento. ¿Un ser humano puede cambiar? A veces me sorprende cómo las personas pueden evolucionar, surgir de las cenizas de su propio infierno personal. ¿Deberíamos privarles de esa oportunidad tan drástica como lo es la muerte? Como dice un viejo proverbio: “La urgencia de la justicia no debe ser la excusa para sacrificar la dignidad del ser humano”.
La perspectiva internacional y las críticas
No sólo dentro de Perú hay críticas sobre esta medida; la comunidad internacional también está mirando de cerca. De hecho, varios analistas ya han apuntado que utilizar este tema para mejorar la popularidad puede ser contraproducente. La historia nos dice que la violencia no se detiene por la simple aplicación de una pena más severa. La pena de muerte ha demostrado ser ineficaz en la reducción de la criminalidad en otros países.
Augusto Álvarez Rodrich, un periodista peruano, argumenta que esta agenda se basa en un intento de legitimar su gobierno entre un pueblo que ha perdido la fe en su liderazgo. ¿Se puede ganar la confianza de una nación a través del miedo? Es una pregunta difícil, pero vale la pena reflexionar para todos aquellos que se sienten desamparados.
Preguntas difíciles que nos afectan a todos
En este punto, es probable que te estés preguntando: “¿Qué hay de mí? ¿Qué puedo hacer ante una situación tan compleja?” La respuesta no es sencilla. La pena de muerte puede parecer una solución rápida, pero como hemos visto, puede acarrear más problemas de los que resuelve. Promover la educación y los servicios sociales podría ser un camino más efectivo y menos drástico.
En mi experiencia personal, he visto a comunidades unidas en la lucha contra la violencia a través de programas de concienciación y educación. La clave está en centrarse en las raíces del problema, que en su mayoría son el resultado de la pobreza, la desinformación y la falta de oportunidades. Así es más probable que logremos un futuro donde los niños sean realmente protegidos y no uno marcado por la condena y el miedo.
Reflexiones finales
La propuesta de Boluarte para reabrir el debate sobre la pena de muerte para violadores de menores revela la complejidad que envuelve a los dilemas sociales actuales en Perú. Mientras que muchos podrían apoyarla, es imprescindible tener en cuenta el trasfondo de estos legados culturales y sociales.
Abrir este debate puede significar algo más que condenar a los criminales. Puede ser una puerta hacia la construcción de un sistema más justo y humano, aunque no necesariamente a través de medidas drásticas como la pena de muerte.
¿Está Bolivia en un camino hacia el retroceso social con la posible reinstauración de la pena capital, o puede dar un paso hacia adelante creando conciencia y educación? Esa es la pregunta que debería ocupar nuestras mentes, más allá de la política. El futuro de nuestras sociedades depende de ello, así como la protección de nuestros más vulnerables. Como siempre, el debate continúa, y nosotros, como sociedad, tenemos la oportunidad de decidir qué camino tomar.