La temática de la violencia sexual ha estado en el centro de atención en las últimas décadas, sobre todo en lo que respecta a las mujeres. Sin embargo, con el reciente anuncio de Isabel Díaz-Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, sobre la apertura de un centro para hombres víctimas de violencia sexual, nos encontramos en una encrucijada interesante y, a la vez, delicada. Este tipo de iniciativas son polémicas y evocan una serie de preguntas que no podemos eludir: ¿Hasta qué punto estamos dispuestos a admitir que los hombres también pueden ser víctimas? ¿Y qué implicaciones sociales y culturales tiene esto?

La nueva propuesta de Ayuso: ¿Una medida real o un gesto político?

Ayuso ha encendido un debate espinoso en torno a la violencia sexual. En lugar de simplemente explicar las características y el presupuesto del nuevo centro, poco a poco su discurso se está impregnando de insinuaciones sobre un «falso feminismo». Si eres como yo, y has intentado un par de veces comprender la lógica política en España, sabes que estos discursos no son casuales; son estratagemas para atraer a ciertos votantes. Pero, ¿es este realmente el camino correcto?

La presidenta menciona que su intención es atender a las «víctimas masculinas», haciendo referencia a la violencia sufrida en contextos como el chemsex, donde la vulnerabilidad no tiene un género definido. Sin embargo, ¿acaso su propuesta responde a una necesidad genuina, o es solo un intento de dividir a la opinión pública?

La violencia sexual tras los números

Los datos son reveladores. Según el último informe del Ministerio del Interior sobre delitos contra la libertad sexual, aproximadamente el 86% de las víctimas de estos delitos son mujeres, mientras que solo el 14% son hombres. Significativamente, los agresores son en su mayoría hombres, con 93% de ellos perteneciendo a este grupo. Según Pablo Santos, sociólogo y experto en masculinidades, es crucial entender la dimensión de la violencia que no solo se centra en el género de la víctima, sino también en el contexto en el que ocurre.

Poder entender la violencia sexual en el contexto de los hombres también implica reconocer cómo se conforma la masculinidad. En un mundo donde tradicionalmente el hombre es visto como el protector, ¿cómo se reconfigura su identidad cuando se convierte en víctima? Este aspecto complejo requiere que cambiemos nuestras percepciones sobre lo que significa ser hombre y lo que significa ser víctima.

Espacios de riesgo y invisibilidad

Es importante señalar que los hombres son vulnerables en ciertos espacios, como prisiones, entornos militares o incluso en la comunidad LGTBI. Existen hombres que han sufrido violencia sexual, pero las cifras y las experiencias tienden a ser mucho más silenciosas y menos visibles. En este sentido, las comunidades deben hacerse preguntas difíciles. ¿Estamos dispuestos a escuchar estas historias? ¿Estamos listos para romper con el tabú que rodea este tipo de violencia?

Las experiencias compartidas por Bárbara Tardón, especialista en violencia sexual, son fundamentales. Ella señala que la violencia sexual contra hombres a menudo se lleva a cabo en contextos donde predominan otros hombres. De ahí que sea necesario realizar una lectura de género que vaya más allá de la noción de que la violencia sexual solo afecta a mujeres. Si existe violencia, merece ser atendida y discutida, sin desmerecer las luchas por los derechos de las mujeres.

La necesidad de un enfoque sensible al género

Aunque la violencia sexual perpetrada contra hombres existe, las especialistas insisten en que el enfoque con el que se aborde esta problemática debe ser sensible al género. La violencia no es solo un número en una estadística, es una experiencia profundamente traumática que afecta a la identidad de quienes la sufren. Para hombres que han sido víctimas, ser agredidos puede tener un impacto en la forma en que se ven a sí mismos en relación con la construcción patriarcal de la masculinidad.

Cada vez más voces en el ámbito académico y en el activismo subrayan la importancia de brindar un marco en el que se reconozca y apoye la experiencia del hombre que es víctima, sin caer en la trampa de los discursos que desdibujan la violencia que experimentan las mujeres. Es un acto de equilibrio complicado, pero necesario.

Oportunismo político o interés genuino

Como se mencionó anteriormente, muchos expertos critican la propuesta de Ayuso como una respuesta más vinculada al oportunismo político que a una solución real a la problemática de la violencia sexual. De hecho, hay centros ya establecidos para niños, como el CIAIS en Madrid, que están saturados y que podrían ser reforzados con recursos y atención. La pregunta que surge aquí es: ¿Es este centro una medida real para ayudar, o simplemente una estrategia más para desviar la atención de la violencia de género?

La socióloga y psicóloga Inmaculada Mujika nos recuerda que, aunque es crucial abordar la violencia sexual hacia hombres, hacerlo de una manera que “menoscabe” los recursos y apoyo para las mujeres es problemático. La lucha contra la violencia de género ha sido un tema candente en la agenda política, y acercarse a la violencia masculina desde una perspectiva horizontal y no jerárquica es esencial.

Además, muchos hombres que podrían ser considerados víctimas a menudo no denuncian por miedo al estigma o a la falta de comprensión. La creación de un centro específico puede contribuir a romper el silencio, pero necesitamos plantear esta medida de forma inclusiva.

La visibilidad de la experiencia masculina

Como bien señala Mujika, “el silencio y la vergüenza son amigos íntimos de la violencia”. Muchos hombres que han sufrido esta violencia frecuentemente enfrentan una lucha adicional: la de ser escuchados. Al igual que las mujeres, los hombres tienen derecho a contar sus historias sin ser juzgados o estigmatizados. Pero, ¿cómo se puede fomentar esa apertura en un entorno donde la vulnerabilidad se tacha como debilidad?

Si hay algo positivo en toda esta discusión es que ya no podemos ignorar las experiencias masculinas en la violencia sexual. Las voces que piden a gritos ser escuchadas son cada vez más fuertes. Sin embargo, las anécdotas y testimonios siguen siendo piezas escasas en un rompecabezas multifacético que requiere atención.

La importancia de reflexionar sobre el consentimiento

Una de las áreas que necesita atención es la discusión sobre el consentimiento. La noción de consentimiento ha sido central en el discurso feminista, pero debe expandirse para incluir a todos los géneros. La falta de claridad sobre qué significa el consentimiento puede ser problemática. A menudo, en las relaciones sexuales masculinas, la presión de la sociedad puede poner en segundo plano el asunto del consentimiento, lo que lleva a que las violencias sean más comunes.

Cuando un hombre asume un riesgo en una cita, puede que sienta que está actuando dentro de los límites esperados de su masculinidad. Esta normalización del riesgo requiere que hablemos abiertamente sobre el consentimiento. Si no somos capaces de diferenciarnos entre las experiencias de hombres y mujeres, corremos el riesgo de no solo invisibilizar la experiencia masculina, sino también de perpetuar comportamientos tóxicos.

Conclusión: Hacia un diálogo inclusivo

El anuncio de Ayuso ha abierto las puertas a un diálogo crítico pero necesario sobre la violencia sexual, ampliando nuestra comprensión de las víctimas más allá del género femenino. La conclusión debe ser clara: la violencia sexual no es una cuestión que solo concierne a un grupo; es un problema social que requiere que se escuchen todas las experiencias.

Mientras navegamos por este tema complejo, es esencial que pongamos a las víctimas en el centro de la discusión, sin desmerecer ni un bando ni otro. Como sociedad, debemos trabajar para garantizar que todas las víctimas se sientan apoyadas y que las políticas públicas hagan justicia a sus necesidades. No podemos perder de vista que la lucha contra la violencia, ya sea más comúnmente dirigida hacia mujeres o hombres, es una lucha que, en última instancia, beneficia a todos.

Así que, mientras seguimos este camino, recordemos que escuchar y validar las experiencias de todos es clave. Como dice el dicho, «La violencia no tiene género, el apoyo sí debería». Y en este complicado tejido de experiencias humanas, ¿quién no se sentiría un poco más seguro si hablásemos más abiertamente sobre el dolor compartido?