Diego Bello fue un joven gallego que, como muchos soñadores, decidió emprender una aventura lejos de su hogar. Se trasladó a Filipinas en busca de nuevas oportunidades y el deseo de «comerse el mundo». Sin embargo, su historia se tornó trágica cuando se convirtió en una víctima más de una violencia que marcó a la nación asiática bajo el mandato del expresidente Rodrigo Duterte. Hoy, a cinco años de su asesinato, su caso nos recuerda que la lucha por la justicia no se detiene, y el nuevo documental «Justicia para Diego» busca arrojar luz sobre las sombras que rodean su muerte.
Una vida llena de sueños
Diego tenía grandes planes. Desde su adolescencia, su espíritu emprendedor lo llevó a motivarse en destinos como Australia y Londres. Cuento que, cuando llegó a la capital inglesa, se encontró perdido en un laberinto urbano que no conocía, ¡y decidió comprar una licencia de taxi sin saber siquiera las calles! Su audacia lo llevó a ser instructor de buceo en lugares paradisíacos como Honduras y Tailandia. Su llegada a Siargao, la isla donde estableció su vida y sus negocios, parecía el broche perfecto de un cuento lleno de aventuras.
Era un jugador audaz, un joven que había conseguido abrir un hostel, una marca de ropa y, finalmente, un restaurante que se convertiría en un punto de encuentro para locales y turistas. Sin embargo, parece que no todas las historias tienen un final feliz, y Diego sería una de las más cruentas víctimas en la guerra contra la droga que azotó Filipinas.
Un giro trágico en la vida de Diego
El 8 de enero de 2020, Diego Bello fue asesinado en un suceso que fue rápidamente calificado por la policía local como una «operación de defensa propia» tras un presunto intento de arresto. Es surrealista, y hasta absurdo, que a menudo esas palabras se convierten en un mantra que las autoridades repiten sin cuestionar. Imagínate la escena: un grupo de sospechosos de narcotráfico, unos policías bien armados, y en medio, un joven que estaba construyendo su sueño, ¡todo por el simple hecho de ser un extranjero que estaba teniendo éxito!
El documental «Justicia para Diego», que se estrenará el 7 de enero en RTVE Play, nos ofrece un acceso sin precedentes a las entrañas de un caso que, en manos de la justicia española en Filipinas, se convirtió en un laberinto de dudas y encubrimientos. A través de testimonios, incluso de un agregado de policía español, se revela que no había evidencia suficiente para acusar a Diego de narcotráfico. En su lugar, la historia oficial era un intento de justificar un asesinato que formaba parte de una trama mucho más profunda.
Las sombras de la guerra contra las drogas
Duterte llegó al poder en 2016 prometiendo una “guerra contra las drogas” que resultaría en un sinfín de ejecuciones extrajudiciales. El costo humano fue escalofriante: dicen que más de 30,000 personas perdieron la vida durante su mandato, y muchas de esas muertes son consideradas simples estadísticas en una narrativa gubernamental que intenta limpiar su imagen. Y es que, detrás de cada número, hay una vida, una historia, y un eco que se siente aún en sus comunidades.
Que un funcionario español como Alberto Benavente, entonces agregado del Ministerio del Interior en la embajada, afirme que «no existía ninguna prueba de que el fallecido fuera narcotraficante» dice mucho sobre la indolencia de un sistema que mata en nombre de la ley. ¿Hasta dónde es capaz de llegar una autoridad en el nombre de “la protección de la sociedad”? Quizás deberíamos hacernos la pregunta: ¿cuánto vale una vida en esos términos?
El papel de la familia y la comunidad
Tras la muerte de Diego, la familia y amigos emprendieron una lucha incansable por encontrar justicia. A menudo pienso en cómo se sentiría ver a un ser querido ser víctima de un sistema que parece estar diseñado para proteger a los culpables y castigar a los inocentes. Pilar, la madre de Diego, defiende que sabe al 99.9% quién encargó el asesinato de su hijo. Sin embargo, como muchas otras historias de injusticia, el camino hacia la verdad está lleno de obstáculos.
Los amigos y familiares de Diego han sido fundamentales para mantener su memoria viva y exigir respuestas. En un país donde la voz de los ciudadanos parece ahogarse bajo el peso del poder, su valentía es un faro de esperanza. A menudo nos olvidamos de lo poderosas que pueden ser las comunidades unidas por un propósito común. Quizás deberíamos aprender a alzar la voz cuando la injusticia nos golpea, incluso si no es nuestra historia la que está siendo contada.
La lenta marcha de la justicia
La lucha por obtener justicia para Diego ha sido extenuante. La Comisión de Derechos Humanos de Filipinas finalmente inició una investigación, lo que llevó a la imputación de tres agentes. Sin embargo, la sombra de la ineficiencia administrativa ha hecho que el juicio se prolongue más de lo deseado. El 3 de diciembre, la última vista fue suspendida porque los abogados de dos de los acusados no se presentaron. ¿No suena eso como una escena de una mala película de suspense? La burocracia parece ser la mejor aliada de la impunidad.
Diego no fue solo un número entre los miles de muertes que se registraron durante la defensa de Duterte. Es fácil pasar a la siguiente noticia, pero ¿no deberíamos detenernos y reflexionar sobre cada una de esas vidas perdidas? Porque, a fin de cuentas, todos merecemos justicia; todos merecemos ser escuchados.
¿Por qué debemos hablar de Diego Bello?
Este caso no es solo una anécdota lejana que podemos ignorar. Es un recordatorio de cómo sistemas de poder pueden influir en la vida de personas inocentes. Es un reflejo de una lucha global por la justicia que trasciende fronteras. Al hablar de Diego Bello, estamos hablando de un individuo cuya vida fue segada, de una familia desgarrada y de una lucha por visibilidad. Si dejamos que su historia se pierda en el olvido, lo que estamos haciendo es permitir que la injusticia gane.
Hoy, la historia de Diego regresa a la palestra gracias a «Justicia para Diego». Este documental es no solo un acto de memoria, sino un grito desgarrador por justicia. Aunque la trama detrás de su asesinato es compleja, su legado es una llamada a la acción.
Reflexiones finales: un camino hacia la esperanza
La historia de Diego Bello es una de tantas, pero no debemos perder de vista la esperanza. Las voces que se alzan en su defensa son un recordatorio de que la lucha por la justicia sigue viva. La noticia de su caso ha llegado incluso al Parlamento Europeo, donde se han solicitado medidas para dignificar su memoria. Como dijo su padre, Diego siempre fue un «alma libre», y aunque su vida fue truncada, su espíritu sigue inspirando a quienes luchan por la verdad.
Así que, la próxima vez que escuches una historia de injusticia, recuerda a Diego Bello. Pregúntate: ¿qué puedo hacer yo para ayudar a que se escuche esta voz? La respuesta puede ser más sencilla de lo que piensas. A veces, solo necesitamos un poco de curiosidad, valentía y la voluntad de compartir. La justicia es un camino largo, pero cada paso cuenta.
Al fin y al cabo, como buena parte de nuestras vidas, a veces la lucha es desalentadora, pero nunca debemos dejar que el desánimo nos detenga. Después de todo, cada historia merece ser contada, cada vida merece ser recordada y, sobre todo, cada clamor por justicia merece ser escuchado.