En un mundo donde las redes sociales son la nueva plaza del pueblo, donde nos encontramos y discutimos los tópicos del día a día, hay un tema que traspasa la simple charla: la desinformación. Así como en una tienda de chuches, hay una gran variedad de ‘sabores’ de información, y no siempre es fácil distinguir el caramelo legítimo del que está en mal estado. El reciente caso de la Dana que afectó a Valencia ha puesto de relieve la compleja relación entre las influencers, el contenido que comparten y la responsabilidad de proporcionar información precisa en tiempos de crisis. Así que, abróchense los cinturones, porque vamos a explorar un tema apasionante y, sí, quizás también un poco polémico.
La tragedia de la Dana y el tsunami informativo
Para poner contexto, hablemos de la Dana (Depresión Aislada en Niveles Altos) que azotó Valencia. Las imágenes de la devastación, el barro y la desesperación en las calles fueron lo que muchos vieron en sus pantallas. Pero, como cualquier salvaje tormenta, llegó la calma… y con ella, la necesidad insaciable de respuestas. En esos momentos, donde las emociones están a flor de piel, la gente acude a las redes sociales para intentar hacer sentido de lo que está pasando. Aquí llega el papel de los influencers, quienes se convierten en los nuevos portavoces de una realidad en crisis.
Pero su voz no siempre suena clara. Rodrigo García, un amigo mío en el mundo de la comunicación, siempre dice que “no es lo que dices, sino cómo lo dices”. Este es exactamente el dilema que enfrentaron muchas influencers durante la crisis. En lugar de compartir mensajes de apoyo y ayuda, algunas decidieron compartir información no contrastada, contribuyendo así a la confusión y al miedo. ¿Cuántas veces hemos creído en un rumor que se esparció como pólvora? Al parecer, nuestras amigas influyentes son expertas en ello.
Influencers: ¿líderes de opinión o portavoces de confusión?
Las redes sociales nos han presentado a algunos de los nuevos líderes de opinión. En una encuesta de Save the Children, se reveló que el 60% de los adolescentes en España se informa a través de redes sociales. Y, sin embargo, ¿cuántos de estos jóvenes saben discernir entre información veraz y falsa? Un impacto de esta magnitud recuerda una historia personal: un día, en una charla con mi sobrina de 15 años, me confesó que piensa que todo lo que ve en Instagram es cierto. Fue ahí cuando me di cuenta que, al igual que su adorada Tía (yo), tenía una curiosidad insaciable y a veces cuestionable.
Con un poder de influencia tan grande, la responsabilidad también se aumenta. Pero, ¿qué ocurre cuando algunos de los influenciadores más destacados comparten cosas incorrectas? Como el caso de María Pombo, que, con más de 3 millones de seguidores, compartió un mishmash de información sesgada. ¡Cuidado, María! Porque, aunque el hashtag “no politicéis mis palabras” (muy utilizado entre sus seguidores) puede sonar como un mantra de paz, lo cierto es que las palabras cuentan. En estos momentos de crisis, ¿no deberíamos pesarlos con más cuidado?
El escándalo del bulo de la UME
Un ejemplo estelar de esta situación fue el bulo relacionado con la Unidad Militar de Emergencias (UME). Esta fuerza está entrenada para ayudar en situaciones de catástrofe, y cuando comenzó a circular un video que cuestionaba su presencia en el terreno, las redes se incendiaron. María Pombo, junto con otras influencers, compartieron este contenido sin verificar su veracidad, creando un verdadero espiral de desinformación. Ahí estaba yo, copiando la siguiente serie de memes de gatos mientras pensaba: “¿Cómo es posible que gente con tanto poder y seguidores no verifique sus fuentes?”
La periodista Ángeles Blanco tuvo que salir a desmentir el rumor en su programa, y el teniente general Javier Marcos, jefe de la UME, tuvo que explicarse ante los medios. Como si la UME no tuviera suficientes retos que enfrentar, ahora tenía que lidiar con campañas de desinformación. Esta situación no solo es preocupante sino que es un claro ejemplo de la fragilidad de la información en manos equivocadas.
La gran pregunta: ¿por qué se propagan los bulos?
La desinformación tiende a prosperar en momentos de incertidumbre y caos. Cuando la calma se disuelve y el miedo se instala, las personas buscan respuestas. En este contexto, los mensajes sensacionalistas y emocionalmente cargados se difunden como un virus. Es como en un partido de fútbol: cuando hay un pequeño altercado, las discusiones se intensifican y todos tienen algo que decir.
Como dice Raúl Magallón, profesor de comunicación, los líderes de opinión (o influencers en este caso) son esenciales para la transmisión de información en tiempos de crisis. Entonces, ¿por qué no la utilizan como una herramienta para ayudar, en lugar de provocar confusión? Es frustrante ver cómo el esfuerzo de muchas personas en ayudar se ve empañado por comentarios infundados. Mientras tanto, ahí estoy yo, haciendo que mi perro se sienta como el rey de mi casa, mientras me pregunto cómo podemos hacer frente a la desinformación.
ONG en el ojo del huracán
Las organizaciones no gubernamentales (ONG) enfrentan una lucha legítima cuando los influencers cuestionan su labor. En un video, el influencer Isaac Belk despotricó sobre las ONG, sugiriendo que la ayuda no llegaba donde debía. Es evidente que se necesitaba atención en esa crisis, pero sembrar la desconfianza hacia organizaciones que tienen experiencia es como lanzar una bomba en un campo de flores. La impresión que se puede tener es que la ayuda humanitaria es inútil, pero la realidad es que se guían por protocolos sólidos y años de experiencia.
Un amigo que trabaja en una ONG me contó que las donaciones monetarias suelen ser más eficaces porque permiten flexibilidad, adaptándose mejor a las necesidades específicas. En un momento en el que se necesitan respuestas rápidas, las palabras de los influencers pueden tener consecuencias devastadoras. ¿De verdad queremos socavar la fe en aquellas entidades que buscan hacer el bien?
La cuestión política
En este caos, muchos influencers intentan relegar sus mensajes a meras opiniones sin carga política. Sin embargo, no pueden evitar que, directa o indirectamente, su contenido afecte la percepción pública. En un momento donde muchos critican las acciones del Estado, es interesante ver cómo se manifiestan esos disensos.
Una reciente publicación de Vikkika, con más de un millón de seguidores, plantea la “impotencia” al ver que “las empresas privadas” deben intervenir ante un desastre natural que el Estado debería haber manejado. Un poco de autocuestionamiento nunca está de más, pero la mayoría opta por cargar las tintas contra el gobierno sin aportar soluciones. ¿Realmente esto ayuda a la solución del problema?
Reflexiones de los influencers
Estos días, algunos influencers se han encontrado en un dilema: cómo continuar sus publicaciones ante una crisis. Preguntas como “¿debo volver a la normalidad ya?” surgen entre ellos, lo que provoca un torbellino de ideas sobre lo que pueden postear. En una reciente encuesta que hizo una influencer entre sus seguidores, se vio reflejada esta incertidumbre: ¿debería seguir hablando de la Dana o volver al maquillaje y la moda? Pero, ¿de verdad el mundo necesita más selfies en este momento?
Cuando Gala González, conocida por sus más de 1.7 millones de seguidores, habla acerca del “narcisismo escondido” en ciertas publicaciones, llega a poner el dedo en la llaga. Al final del día, tenemos que preguntarnos: si cuentas con el poder de influir, ¿no deberías dedicarlo a algo más que a tus propios intereses?
El futuro de la desinformación y la responsabilidad
Así que aquí estamos, mirando hacia un futuro donde la lucha contra la desinformación se hace más necesaria que nunca. ¿Es posible que las plataformas de redes sociales actúen como filtro antes de publicar contenidos controvertidos? Una idea audaz, y que decantaría muchas opiniones sobre la libertad de expresión.
La invitación es clara: necesitamos más influencers conscientes de su rol en la sociedad. Personas que utilicen su poder de influencia para promover la información veraz y responsable en lugar de contribuir al caos. Por supuesto, habrá mucho debate y resistencia ante esta idea, pero al final, lo que importa es la empoderación en lugar de la desinformación.
Así que, amigos, la próxima vez que reciban una alerta informativa, ¡chequen las fuentes! No sólo para ustedes, sino también para las generaciones futuras. Ante la vorágine de información que nos rodea, recordemos que cada mensaje cuenta, y que quizás, el verdadero poder no reside en tener una gran cantidad de seguidores, sino en saber guiarlos hacia un camino de veracidad y confianza.
Bajo el lienzo de esta conversación, reflexionemos sobre el poder que tenemos en nuestras manos. Porque, al final del día, la información que compartimos puede ser la diferencia entre la confusión y la claridad. ¿Estamos listos para asumir esta responsabilidad?