El 6 de enero de 2021, como muchos, me encontré frente a la pantalla de mi televisor, tratando de procesar lo que estaba ocurriendo. Ese día, el Capitolio de Estados Unidos, símbolo de democracia y poder, fue invadido por una multitud. Era como ver una película de acción, pero sabía que esto era la realidad. Al escuchar los gritos, las sirenas y ver las imágenes de personas con las infames gorras rojas de «Make America Great Again», empecé a reflexionar sobre la historia, la política, y, sobre todo, sobre la naturaleza humana. ¿Qué nos lleva a actuar de tal manera?

El contexto histórico: un día que marcará la historia

Desde mi pequeño rincón de Manhattan, donde la mayoría de mis amigos son historiadores o, al menos, muy apasionados por el tema, empecé a pensar en la historia que iba a escribirse sobre aquel día. ¿Podíamos vislumbrar aquel asalto como un evento aislado? O, por el contrario, ¿era un síntoma de una enfermedad más profunda en la sociedad estadounidense? Robert Paxton, un compañero teórico de los días de universidad, podría haber hecho una pausa dramática antes de responder. Si sólo hubiese estado allí para verlo conmigo…

Paxton ha estudiado cómo nacen los totalitarismos y, en su habitual tono reflexivo y perspicaz, seguramente habría señalado que las circunstancias históricas no se dan de manera aislada. En cambio, son el resultado de un tejido social frágil. Y el 6 de enero de 2021 fue un día que mostró cuán frágil puede ser toda nuestra estructura política.

Una mezcla de emociones: indignación y curiosidad

Si algo me quedó claro durante esas horas angustiosas, fue la mezcla de emociones que sentí. Había indignación, por supuesto. Ver a la policía retroceder ante un grupo tumultuoso que parecía estar en pleno asalto me hizo sentir que la historia estaba dando un giro oscuro. Pero también había curiosidad. Esta es una reacción humana típica, especialmente para alguien que tiene esa chispa de interés por la historia y la política. Después de todo, ¿cómo llega una nación a un punto así? ¿Qué lleva a miles de personas a dejar sus casas, subir en coches y viajar hasta Washington para participar en este acto?

Las imágenes que salían en la televisión eran impactantes. Recordé una clase de historia sobre Hitler: cómo las masas pueden ser llevadas a una especie de locura colectiva. En ese sentido, hay un momento en que uno tiene que preguntarse: ¿dónde está el punto de quiebre de la razón humana? Esa es una pregunta difícil.

El papel de las redes sociales: una sala de eco de ideas extremas

Aquí es donde las redes sociales juegan un papel crucial. Vivimos en una época donde las plataformas digitales no solo son herramientas de comunicación, sino que se han convertido en auténticas cámaras de eco. Bastaba un simple tweet o un post de Facebook para encender pasiones. Mientras miraba ese asalto, pensé en cómo la gente se alineaba a través de algoritmos que refuerzan la polarización. ¿Quién necesita un líder carismático cuando puedes tener influencias y formadores de opinión en línea? Aquí es donde entra la intrigante combinación del acceso a la información y la manipulación de la misma.

Ver a personas con gorritas de MAGA atravesando las barreras de seguridad me llevó a preguntarme: ¿cuántos de ellos realmente sabían a qué se estaban uniendo? Para muchos, era una protesta legítima contra lo que creían que eran elecciones fraudulentas. Pero para otros, parecía ser simplemente un espectáculo, lleno de emociones intensas y un sentido de pertenencia.

El humor como respuesta: buscando luz en lo absurdo

Y, hablo en serio, ¿quién en su sano juicio pensaría que un acto de vandalismo en el Capitolio es la forma más eficaz de expresar descontento político? Esto me recordó una noción que siempre me ha causado risa: en la vida, hay ocasiones en que lo peor se convierte en un formato de comedia. Un meme que vi algún tiempo atrás decía: “Si no puedes reírte de la política, ¿realmente estás viviendo la experiencia completa?” Tal vez, y sólo tal vez, esta es nuestra forma de lidiar con la locura.

Quiero decir, ¿quién no ha hecho algo absurdamente ridículo en nombre de una causa? No me miren así, todos hemos tenido nuestra etapa de entusiasmo ciego. Pero al final, a veces es necesario reírse de lo imposible para seguir adelante.

Las lecciones del 6 de enero: ¿una historia de unidad o de división?

Ahora, después de más de dos años, miro hacia atrás y me pregunto: ¿qué hemos aprendido? Las lecciones del 6 de enero van más allá de la política. En un país que parece cada vez más dividido, la pregunta que me ronda es: ¿podemos encontrar alguna forma de unidad? Puedo ver cómo algunos argumentan que este evento creó un efecto catalizador; otros estarán llorando la pérdida de lo que una vez fue el “sueño americano”.

Honestamente, creo que es probable que ambos lados tengan razón. En días como esos, el equilibrio entre el optimismo y el escepticismo se convierte en una cuerda floja sobre la que todos caminamos. Si en el pasado aprendimos sobre la historia y cómo se repite (casi como un mal truco de magia), ¿no deberíamos prestar atención a los signos? En mi juventud, pensaba que entender la historia era útil, pero ahora veo que no sólo se trata de conocer hechos, sino de aplicar esas enseñanzas en la vida cotidiana.

Un futuro incierto: construyendo puentes en lugar de muros

La verdadera intersección de la historia y la política radica en la capacidad de empoderar las voces. En lugar de dividir, necesitamos construir puentes. Suena un poco utópico, lo sé. Pero me gusta ser un soñador, al menos de vez en cuando. Y hablando de utopías, ¿alguna vez has notado cómo los programas de ciencia ficción en realidad nos preparan para enfrentar lo que parece absurdo?

Si no podemos trabajar juntos en temas sencillos como la salud pública, el cambio climático o la justicia social, entonces tal vez el día de la humanidad nos presente un futuro donde todos vivamos en cápsulas separadas, viendo la guerra por la televisión como si fuera un programa de telerrealidad. Porque, ya saben, eso sería realmente divertido… ¿no?

Conclusión: un llamado a la acción reflexiva

Por último, quiero dejarles una reflexión: cada uno de nosotros tiene un papel en esta narrativa. Ya sea como votantes, activistas, u observadores, nuestra voz cuenta. Aprender de eventos como el asalto al Capitolio y comprender que la historia puede escupir realidades duras es lo que nos permite avanzar.

Entonces, la próxima vez que te encuentres en medio de una discusión política (familiar o no), recuerda que es importante escuchar antes de hablar. Porque en este viaje humano, siempre hay más por aprender que por enseñar. Y, como dice el refrán, “no hay mayor sabiduría que aquella que nace de las experiencias compartidas”.

Ahora, si me permiten, necesito encontrar un poco de humor en esta situación absurda antes de que caiga en el desánimo… ¡Quizás un meme sobre políticos se roban lápices en la oficina sería delicioso! Recuerda: mientras haya vida, habrá historias que contar, incluso en las situaciones más sombrías.