El flamenco es mucho más que un baile; es un idioma que se habla con el cuerpo, una emocionante narrativa que se transmite a través de los movimientos, las palmas y un profundo sentir. Por eso es fácil entender por qué María Pagés, la aclamada bailarina y coreógrafa, es un ícono de este arte. En la reciente 39 edición del Festival Iberoamericano de Cádiz, en un ambiente tan emocionantemente cargado como el Gran Teatro Falla, Pagés nos demostró que el flamenco sigue en constante evolución y tiene un lugar especial para la voz y el poder femenino.
La magia de debutar en Cádiz
Imaginen a una mujer que lleva años viajando alrededor del mundo — un poco como yo en mis constantes desplazamientos para visitar amigos en cada rincón de España — pero esta vez, el destino es Cádiz, el lugar donde el flamenco se siente en la empatía de sus calles y la calidez del pueblo. Esta fue la primera vez de Pagés bailando en esta ciudad, cuyo aire está impregnado de la historia del flamenco. Su entusiasmo, palpable en cada palabra, se tradujo en un espectáculo que capturó la atención del público con más de diez minutos de palmas y olés.
«Siento una ilusión terrible. Imagínate cuántas veces he ido a Nueva York, pero nunca había bailado en Cádiz», comentó con una sonrisa que podía iluminar hasta la tarde más gris. La energía que trajo al escenario fue un recordatorio de que el flamenco no solo se trata de pasos y movimientos, sino de una conexión emocional y cultural — una conexión que, a veces, parece casi mágica.
María Pagés: un viaje de 45 años en la danza
Para aquellos que no están familiarizados con María, permítanme hacer una breve introducción. Comenzó su trayectoria a los 15 años, en esa España convulsa de finales de los 70, donde la expresión artística empezaba a florecer tras décadas de represión. La historia de esta sevillana, que ha llevado su arte a escenarios de todo el mundo y ha obtenido reconocimientos como el Premio Princesa de Asturias en 2022, es la narración misma de la evolución del flamenco.
«Cuando empecé, hablar de coreografía en Sevilla era como hablar de ciencia ficción», afirma con un toque de humor. Y, honestamente, es el tipo de comentario que me lleva a reflexionar sobre lo lejos que hemos llegado — incluso en mis propias experiencias donde cada conversación sobre un proyecto creativo parecía llena de incredulidad.
La obra «Scheherezade»: un reflejo de la mujer en el arte
«Scheherezade» es la pieza central de su último trabajo y es mucho más que un simple espectáculo; es un manifiesto que destaca el papel central de la mujer en el arte y la vida misma. Con un elenco compuesto únicamente por mujeres — once bailarinas y dos cantaoras — la obra es un canto a la fortaleza, la resiliencia y a la reconquista de la voz femenina en un mundo a menudo receptivo a la opresión. ¿Cuándo nos dimos cuenta de que la narrativa tenía que cambiar?
El poeta marroquí El Larbi El Harti, compañero de Pagés y dramaturgo del espectáculo, describe «Scheherezade» como «una obra donde la palabra es una herramienta de salvación», tejiendo un hilo argumental que explora la crisis actual y el culto a la muerte. La inclusión de referencias históricas, junto a un fuerte componente emocional, hace que la obra resuene con la sociedad contemporánea.
¿No les parece intrigante y desafiante que el flamenco, una forma de arte tan tradicional, aborde temas tan relevantes en nuestra época actual?
La danza como reflejo de la sociedad
María también señala que el flamenco es un reflejo de lo que sucede en la sociedad y, aunque el papel de la mujer en esta forma de arte ha evolucionado, aún queda trabajo por hacer. Ella dice: «La danza flamenca vive un momento de gran protagonismo femenino, pero todo está volviendo a un retroceso». Esta es una frase que resuena con fuerza, especialmente considerando el contexto global en el que nos encontramos.
Con cada generación que pasa, el arte parece chocar y transformar las narrativas dominantes. Reflexionando sobre esto, les preguntaría: ¿cuáles son los obstáculos que seguimos enfrentando hoy en día en la búsqueda de equidad, no solo en la danza, sino en todas las formas de arte?
El nuevo centro de danza en Madrid: una hazaña cultural
Paralelamente a su carrera artística, Pagés ha sido nombrada directora de un nuevo centro de danza en el Matadero de Madrid, un proyecto ambicioso que busca convertirse en un epicentro de la creación y formación. Aquí, se destinarán recursos y espacios para la danza, combinando exhibiciones con un enfoque en la educación y las residencias artísticas.
“Lo más importante es que Madrid tenga un centro dedicado a la danza con recursos», explica María. Esto nos lleva a reflexionar sobre la cultura en general: ¿cuánto valor damos como sociedad a las artes? Si bien algunas cifras de financiamiento pueden parecer impresionantes, la realidad es que el apoyo a las artes sigue siendo frágil en muchos casos.
María también comparte que, a pesar de la ilusión y el potencial que tiene este nuevo centro, hay un sentido de urgencia que acompaña el proyecto. Con presupuestos ajustados y limitaciones en giras artísticas, ¿seremos capaces de evitar que se convierta en una historia de “lo que podría haber sido”?
Conclusiones sobre la evolución del flamenco y su impacto cultural
Al reflexionar sobre la travesía de María Pagés, uno no puede evitar sentir una mezcla de admiración y curiosidad por el futuro. Su historia es una representación de muchas enfrentadas por los artistas en todo el mundo, donde los desafíos existen no solo por el arte en sí, sino por el contexto social en el que estos creativos operan.
Después de todo, tal como ella lo define, “la danza ha evolucionado muchísimo desde que yo comencé, y el papel de la mujer también”. Así que la pregunta persiste: ¿nos aventuraremos juntos hacia un futuro donde las voces, cuerpos y talentos crezcan en equidad y libertad?
A medida que se espera la culminación del centro de danza en Madrid, y mientras María y El Arbi continúan con su inspirador trabajo, queda claro que el arte del flamenco y el legado de figuras como María Pagés son mucho más que espectáculos; son testimonios de una lucha, una celebración y, sobre todo, una esperanza renovada en la capacidad de transformación que tiene el arte en la sociedad.
Y así, en esta historia de luces, sombras, desafíos y triunfos, recordamos que el flamenco, al igual que la vida, es un viaje lleno de color que merece ser vivido, sentido y, claro, bailado. ¡Que sigan las palmas y los «olés»!