La vida, como bien sabemos, es una montaña rusa. Un día estás en la cima, disfrutando de la vista, y al siguiente te encuentras en la parte más baja, enfrentando una enredada serie de problemas. Esta experiencia se vuelve especialmente palpable en el ámbito del liderazgo, donde la capacidad de mandar bien se convierte en un arte que pocos dominan. Hoy nos sumergimos en el fascinante mundo del liderazgo, tomando como referencia el libro de Francisco Gan Pampols, un teniente general cuya vida es un testimonio de lo que significa liderar en tiempos inciertos.

¿Qué es exactamente «mandar bien»?

Primero, aclaremos un malentendido: mandar no es lo mismo que liderar. Es un poco como confundir a un chef con un simple cocinero. El primero sabe cómo mezclar los ingredientes correctos para lograr un platillo exquisito, mientras que el segundo puede que solo siga una receta. En el contexto de Gan, el liderazgo auténtico implica ser un chef emocional capaz de motivar y guiar a un grupo hacia un objetivo común.

Gan nos invita a recapacitar. Cuando habla de liderazgo humanista, no se refiere a una piedad tergiversada, sino a un compromiso firme con los valores y la responsabilidad. En un mundo que cambia más rápido que nuestras contraseñas en línea, ¿no es esto algo que todos quisiéramos implementar en nuestra vida diaria?

Un cisne negro y sus alas inesperadas

Si alguna vez has estado en una fiesta y te has encontrado de repente en una conversación sobre lo inusual, te sonará el término «cisne negro». Gan lo utiliza para describir esos eventos inesperados que pueden cambiarlo todo; piensen en la COVID-19, que llegó como un ladrón en la noche, robándonos la normalidad que teníamos. Gan argumenta que cuando esos cisnes negros aparecen, es necesario tener un plan, un sistema de gestión de crisis que se asemeje más a un sólido barco de guerra que a un frágil velero.

Sin embargo, no siempre es sencillo. En mi experiencia, he aprendido que la vida puede lanzarte un cisne negro en cualquier momento, y a menudo te deja preguntándote cómo reaccionar. Fue una vez, durante un viaje en avión, cuando el piloto anunció una turbulencia inusitada. Todos los pasajeros mirábamos por la ventana, como si eso pudiera cambiar el rumbo de la situación. A veces, una buena gestión de crisis significa simplemente aceptar lo inesperado, pero tiene que existir una preparación previa para enfrentar esos momentos. ¿No es así?

Lecciones de la crisis en la Comunidad Valenciana

El nuevo papel de Gan como vicepresidente para la Recuperación Económica y Social de la Comunidad Valenciana no es solo un cambio de atribuciones, sino una oportunidad para aplicar lo que predica en su libro. La reciente DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) en la Comunidad Valenciana dejó a muchos en estado de shock, y como bien dice Gan, al no tener un plan de contingencia, se perdió el tiempo y la oportunidad de actuar.

Aquí es donde entra en juego la importancia de una comunicación clara y efectiva. Si hay algo que hemos aprendido en esta era de sobrecarga informativa es que no toda información es útil. Gan apunta a la necesidad de una «comunicación precisa, veraz, oportuna y continua». En esta línea, me recuerdo cuántas veces ha fallado esa comunicación en otros aspectos de nuestra vida cotidiana: desde las relaciones personales hasta la gestión laboral. ¿Es posible que nos estemos olvidando del poder de una buena conversación?

El deber de retorno: entre responsabilidad y liderazgo

Cada una de las experiencias que Gan ha acumulado en su carrera militar le ha llevado a escribir su libro como un «deber de retorno» a la sociedad. Pero, ¿qué significa realmente este término? En términos simples, significa que cuando hemos adquirido conocimientos y habilidades, tenemos la responsabilidad moral de compartirlos con quienes nos rodean.

En un camino paralelo en mi vida, hubo un momento en que decidí enseñar a algunos colegas lo que había aprendido en mis años de experiencia. Durante un taller, una de las participantes fue casi como un cisne negro: tenía una idea que nunca había considerado. A veces, los líderes no solo guían; también escuchan y se dejan inspirar por otros. ¿Cuántas veces hemos escuchado a alguien y nos hemos dado cuenta de que estaban en lo cierto desde el principio?

Los siete valores fundamentales del liderazgo

Gan enfatiza la importancia de tener un sólido código ético, resumido en siete valores fundamentales: justicia, honradez, firmeza, valor, prudencia, templanza y compasión. Aunque estos valores pueden parecer un poco rígidos, en realidad son la base sobre la cual se construye un buen líder. Imaginen un líder que muestra únicamente uno de estos valores; sería como un teléfono móvil que solo tiene batería: realmente útil, pero con muchas limitaciones.

Durante mi carrera, he visto a líderes que dominan algunos de estos valores, pero no todos. Hay quienes son extremadamente justos, pero carecen de la firmeza necesaria en la toma de decisiones. Otros son compasivos, pero no demuestran el valor necesario para enfrentar situaciones difíciles. Gan destaca que el arte de mandar bien significa equilibrar estos valores, como un malabarista que mantiene varias pelotas en el aire. ¿Cómo podemos nosotros, en nuestras vidas, aplicar este equilibrio?

Toma de decisiones: entre la información y el riesgo

¿Te gustaría volar un jet sin un mapa? Eso es exactamente lo que hace un líder sin una adecuada toma de decisiones. Gan subraya que esta habilidad debe ser resultado de tres elementos cruciales: tener la mejor información posible, medir el riesgo y conocer el tiempo disponible. Pero la vida rara vez es tan sencilla. En ocasiones, la información que tenemos es confusa, el riesgo parece abrumador, y el tiempo… bueno, el tiempo a menudo nos juega en contra.

Recuerdo un proyecto en el que trabajé, donde debía tomar una decisión que afectaría a todo el equipo. Sentía la presión de actuar rápidamente, pero también sabía que debía sopesar los pros y contras. Después de hacer un análisis concienzudo, decidí pausar un momento para asegurarme de que cada decisión estuviese informada. Resultó ser una de las mejores decisiones de mi carrera, pero ¿cuántas veces podríamos haber evitado errores simplemente porque no elegimos el momento correcto para decidir?

Aprender del error: el camino del líder

Al mirar hacia atrás en nuestras vidas, uno puede ver que el fracaso es a menudo el mejor maestro. Gan nos recuerda que aprender del error es una de las claves de un buen liderazgo. Y no hablo solo de pequeños errores, sino de esos grandes fracasos que, aunque dolorosos, fortalecen nuestra capacidad de liderazgo. Cuando miramos nuestras experiencias pasadas, a veces es difícil aceptar lo que salió mal. Pero cuando abordamos esos missteps como oportunidades de aprendizaje, comenzamos a entender la esencia del liderazgo.

Como ejemplo, en un proyecto donde fallé, decidí no solo tomar la responsabilidad, sino también abrir un espacio para que el equipo compartiera sus ideas sobre cómo podríamos hacer las cosas mejor la próxima vez. Para mi sorpresa, la discusión ejerció una catarsis colectiva que fortaleció nuestra unión y nos llevó a un éxito inesperado en nuestras tareas posteriores. Ahora, se pregunta: ¿cómo tú, como líder, enfrentas tus errores y qué haces para asegurarte de que el equipo lo vea como una oportunidad en lugar de una tragedia?

La importancia de un líder ejemplar

Gan menciona que el rey Felipe VI sirve como un ejemplo de liderazgo global, especialmente en tiempos de crisis. Al igual que un faro en la niebla, su capacidad de comunicarse y guiar al pueblo en momentos difíciles nos recuerda lo que significa ser un líder auténtico. Pero también debemos cuestionarnos: ¿quiénes son nuestros faros personales? ¿Qué líderes nos inspiran, y cómo podemos aprender de ellos?

En el camino hacia el liderazgo, abogamos por un concepto que el narrador llama «élites del bien». Es decir, aquellos que, a través de su habilidad y esfuerzo, han demostrado ser ejemplos a seguir. No se trata de elitismo, sino de resaltar el valor del esfuerzo y la dedicación. Por ejemplo, en el ámbito deportivo es común ver a estos líderes; pensemos en figuras como Rafa Nadal. Cada vez que lo vemos jugar, no solo admiramos su técnica, sino la disciplina y el trabajo duro que lo han llevado hasta allí. Su valentía y compromiso son algo que todos podemos emular, ya sea en el deporte o en la vida laboral.

Conclusión: el liderazgo en tiempos inciertos

¿Por qué importa el liderazgo en tiempos inciertos? La respuesta es simple. Todos, en algún momento de nuestras vidas, nos hemos encontrado en situaciones donde necesitamos una brújula, algo que nos guíe a través de la tormenta. La capacidad de mandar bien, como lo enseña Francisco Gan Pampols, no se trata solo de emitir órdenes desde una torre de marfil; es un esfuerzo constante de comunicación, conexión y responsabilidad.

Aprender a enfrentar los cisnes negros que la vida nos lanza requiere introspección y preparación. La lección aquí es clara: el liderazgo no es algo que se recibe, sino algo que se construye todos los días mediante la práctica y la reflexión.

Así que tal vez, la próxima vez que te enfrentes a un desafío, recuerda las enseñanzas de Gan. ¿Está la comunicación fluyendo? ¿Estás aplicando bien tus valores? Te invito a reconsiderar tu camino en el liderazgo y, al fin y al cabo, preguntarte: ¿estás mandando bien?