El Algarrobico, ese monumental legado arquitectónico de lo que nunca debió ser, sigue siendo el foco de atención en la costa de Almería. En las recientes noticias, el Ayuntamiento de Carboneras ha vuelto a ser noticia por su incapacidad o, mejor dicho, por su falta de ganas para ejecutar la sentencia que ordena declarar “no urbanizable” el paraje donde se encuentran las ruinas de este hotel. ¿Pero por qué esta lucha constante? ¿Y qué significa realmente para la comunidad local, el medio ambiente y, en realidad, para los turistas que buscan disfrutar de un paraíso natural?

Historia y contexto de El Algarrobico

Empecemos por el principio, porque como dice el dicho, “quien olvida su historia está condenado a repetirla”. El Algarrobico se ha ido construyendo en la memoria colectiva como un símbolo de la depredación urbanística en España. Este hotel, que fue inaugurado en 2003 (aunque, más que un hotel, parece una fortaleza inexpugnable) fue diseñado para ser el emblema del turismo en la región. Sin embargo, lo que comenzó como un prometedor proyecto acabó convirtiéndose en una pesadilla legal y medioambiental.

Imagínate esto: un madrileño de fin de semana, con sombrero y chanclas, cruza el desierto de Almería solo para encontrarse con un mastodonte de hormigón en medio de un hermoso paraje natural. “Espera un segundo, ¿dónde está la playa?” dice, mientras observa la sombra alta y siniestra del hotel que realmente parece querer devorar todo lo que hay a su alrededor.

La sentencia y el papel del Ayuntamiento

El Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) ha sido claro. Le ha ordenado al Ayuntamiento de Carboneras que declare “no urbanizable” El Algarrobico. Y no es un simple capricho judicial, sino una medida esencial para proteger el medio ambiente. Pero lo que se esperaría de un Consistorio que cumple con su deber es, en cambio, un panorama de excusas y vacíos legales.

El Ayuntamiento ha señalado que actualmente no cuentan con un arquitecto municipal para ejecutar la sentencia. Su respuesta al TSJA menciona que están “pendientes de tramitar” un proceso de selección para cubrir este puesto. La pregunta que nos hacemos es: ¿de verdad no hay otro arquitecto en todo Almería dispuesto a ayudar con este fiasco? O, lo que es más inquietante, ¿hay tal apatía por parte del Ayuntamiento frente a esta situación?

Convenios y más convenios: El juego de las sillas

Por si esto no fuera ya un drama griego, el gobierno local ha tenido la brillante idea de encomendar a otro Ayuntamiento, el de Garrucha, ciertas funciones urbanísticas. En resumen, Carboneras paga a Garrucha 2,597.11 euros al mes para que se encarguen de sus deberes urbanos. Y así, mientras tanto, el tiempo pasa y El Algarrobico permanece allí, mirándonos con su rascacielos con aires de grandeza.

Claro, esto suena a “yo no puedo encargarte mi tarea, pero le diré a mi amigo que lo haga y, de paso, le pago por ello”. ¿No sería más sencillo hacer lo correcto de una vez por todas, y no tener que explicar cada diez días al tribunal por qué no hay avances?

Greenpeace y la presión ecologista

En medio de este galimatías administrativo, Greenpeace ha entrado en acción. El colectivo ecologista ha interpuesto una queja al TSJA, argumentando que después de cuatro años de tramitaciones, el decaimiento del compromiso del consistorio es evidente. Sus declaraciones son directas: “el Ayuntamiento de Carboneras no muestra interés en cumplir”. Y, si te soy honesto, no sé si reír o llorar ante tanta obstinación.

Me pregunto: ¿hay algo más frustrante que ver cómo una administración pública tiene la posibilidad de hacer cosas buenas pero simplemente… no lo hace? Imaginen a una madre en el parque gritando: “¡Julio, deja de comer tierra y sube al columpio!”, mientras el niño sigue ahí, disfrutando de su banquete de barro. Así está Carboneras respecto a El Algarrobico.

La voluntad política: ¿existe?

Con cada nueva providencia del TSJA, también llega un nuevo requerimiento al alcalde, Salvador Hernández. Se le pide información “puntual” sobre la ejecución de la sentencia y sobre los responsables de la prestación de asistencia. La respuesta de Hernández, hasta el momento, no es exactamente la que la comunidad espera. Es como si estuviéramos en una relación donde uno de los dos constantemente olvida fechas importantes.

La realidad es que el compromiso político parece más una broma que una promesa. Entre más intercambio de papeles y promesas vacías, la sensación de impotencia crece. ¿Por qué es tan difícil hacer lo correcto? ¿Es que el miedo a enfrentarse a los poderosos intereses económicos que respaldan el hotel está paralizando a nuestros “representantes”?

El futuro del Algarrobico: ¿Hay esperanza?

Si hay algo que podemos aprender de los fracasos del pasado, es que cada lucha cuenta. Aunque el camino se vea lleno de obstáculos y decepciones, hay grupos e individuos comprometidos que buscan soluciones. La presión de organizaciones como Greenpeace, junto con la creciente conciencia social, podrían ser una chispa de cambio.

En un mundo donde la cultura del consumo y el turismo masivo sigue creciendo, el caso de El Algarrobico nos recuerda que necesitamos encontrar un equilibrio. La restauración de nuestro entorno no es solo una cuestión de leyes; es un asunto más profundo que implica la responsabilidad comunitaria y la validez del compromiso político. La pregunta es si el Ayuntamiento de Carboneras estará a la altura de las circunstancias o si se conformará con seguir siendo un mero espectador en esta triste comedia.

Reflexiones finales: Un llamado a la acción

Al final del día, El Algarrobico no es solo un hotel en un paisaje que se está deteriorando; es un símbolo de lo que puede suceder cuando los intereses económicos superan a la ética y a la protección del medio ambiente. ¿Cómo queremos ser recordados por las generaciones futuras? ¿Como los que permitieron que se destruyera un paraíso natural, o como aquellos que se levantaron para exigir el cambio?

Como amante de la naturaleza y defensor del bienestar para el futuro, espero que este caso sirva como un llamado a la acción. Cada uno de nosotros puede marcar la diferencia, ya sea a través de nuestras elecciones al consumir productos responsables, apoyando a organizaciones que luchan por la justicia ambiental o, simplemente, elevando nuestras voces contra las injusticias que vemos.

Al fin y al cabo, ¿no es eso lo que todos deseamos? Un mundo donde nuestros hijos puedan correr libres por la playa, sin que la sombra de un hotel les quite la luz. A veces, parece que el camino hacia el progreso está lleno de piedras. Pero quizás, solo quizás, con un poco de esfuerzo y unión, podremos levantar esas piedras y construir algo hermoso.