¿Alguna vez has estado tan atascado en un problema que, a veces, te preguntas si no será mejor construir un hotel en medio de un parque natural? Bueno, quizás esa no sea la mejor solución, pero el caso de El Algarrobico, un hotel a medio construir en la costa de Almería, es un ejemplo de todo lo que puede salir mal cuando las decisiones de urbanismo se hacen sin pensar en las consecuencias. En este artículo, exploraremos no solo la historia detrás de este emblemático proyecto, sino también cómo se ha convertido en un símbolo de la depredación urbanística, la lucha judicial y, por supuesto, el eterno conflicto entre el desarrollo y la conservación ambiental.
Un hotel que nunca fue
La historia de El Algarrobico es como un libro de terror que no parece tener fin. Comenzó en mayo de 2003, cuando la constructora Azata del Sol, bajo la dirección del empresario José Domingo Rodríguez Losada, decidió levantar un hotel de 21 plantas y más de 400 habitaciones a solo 14 metros del mar. Sí, has leído bien—casi en la orilla. Te imaginas despertarte por la mañana, mientras las olas del mar rozan tu ventana. ¡Maravilloso, verdad? Bueno, no tan rápido. La construcción fue paralizada en 2005 por orden judicial y desde entonces ha estado atrapada en un interminable laberinto legal.
Con el paso del tiempo, El Algarrobico se fue convirtiendo en un monumento de lo que María Jesús Montero, vicepresidenta del Gobierno, ha llamado “el mayor atentado medioambiental”. Aunque el hotel nunca vio una noche completa de huéspedes, su esqueleto se erguía en la costa, como un recordatorio permanente de decisiones urbanísticas erradas.
Un poco de contexto histórico
Para comprender la magnitud de esta historia, es importante mencionar que la Ley de Costas, promulgada en 1994, definía claramente que en ciertas áreas costeras no se podía construir. Sin embargo, la constructora, en su búsqueda de beneficios, parece haber ignorado esta ley, lo que ha llevado a una serie de litigios interminables que se propagan como una mancha de aceite.
El tira y afloja de la justicia
A lo largo de estos años, ha habido más de 20 resoluciones judiciales en contra de la construcción. Sin embargo, lo más parecido a un «final feliz» fue cuando el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía decidió que el terreno no era urbanizable. Aún así, el proceso se ha visto envuelto en un auténtico caos burocrático y judicial. ¿Te imaginas ir al banco en busca de un préstamo y que, tras 20 denuncias, no consigas ni un céntimo? Eso es exactamente lo que ha pasado con El Algarrobico.
La falta de acción por parte del consistorio local ha sido un verdadero escollo. Entre falta de certificados, citas erróneas y burocracia que da la sensación de ser el protagonista de una comedia de enredos, el caso ha estado atrapado en un limbo legal. Al final del día, la frustración ha sido creciente tanto para los activistas ambientalistas como para las autoridades que han tenido que lidiar con este «cachondeo».
El papel de la política
No podemos hablar de esta situación sin mencionar el papel de la política. A lo largo de las dos décadas transcurridas, varios gobiernos han prometido acabar con esta construcción ilegal. Durante el discurso navideño de 2023, el presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno, hizo de la demolición de El Algarrobico una de sus promesas. Sin embargo, hasta el momento, sólo hemos visto palabras, no acciones.
Más que un problema legal
Algunos piensan que este es solo un problema legal y político, pero en verdad toca fibras más profundas. Habla de cómo nuestra sociedad enfrenta la destrucción ambiental y de cómo se valora el dinero frente a la naturaleza. ¿Es un hotel a la orilla del mar realmente más importante que preservar un ecosistema que podría estar en peligro por su mera existencia? La pregunta queda en el aire, como un eco que nunca parece desvanecerse.
Proceso de expropiación
Recientemente, el Gobierno ha decidido cambiar de rumbo y ha anunciado que procederá con la expropiación del terreno, con la esperanza de finalmente demoler el hotel. María Jesús Montero ha dejado claro que estos trabajos serán financiados por el Gobierno de España. Pero, como en toda buena historia, siempre hay un giro inesperado. La constructora todavía mantiene acciones legales en curso, ya que busca una indemnización de 72 millones de euros por parte del Estado.
Las expropiaciones no son algo que se hagan de la noche a la mañana. Si pensabas que el proceso judicial sobre las construcciones ilegales era lento, ¡te contamos un secreto! El proceso de expropiación aún puede ser más burocrático.
Cuando el abogado de los ecologistas, José Ignacio Domínguez, se refiere a esto como un «cachondeo», no es solo un comentario gracioso; refleja la exasperación de quienes llevan más de 20 años luchando por la justicia ambiental. ¿Realmente queremos que nuestras costas se conviertan en un escaparate de fracasos legales?
¿Qué hay del futuro?
Cuando finalmente se logre la demolición, quedará la tarea de restaurar el paisaje natural que una vez fue invadido por este coloso inútil. Hablamos de un trabajo difícil y arduo que podría llevar más tiempo del que nos gustaría imaginar. De hecho, el Protocolo de derribo de 2011, en el que había un acuerdo entre la Junta de Andalucía y el Gobierno central para asumir diferentes responsabilidades, parece haber quedado en el olvido.
Sin embargo, es razonable ser optimista. Quizás, con el enfoque renovado del Gobierno y la presión de grupos ecologistas, podamos finalmente ver el fin de esta historia que, hasta ahora, ha oscurecido nuestras costas con un legado de irresponsabilidad.
Reflexionando sobre la problemática
En medio de todo este lío, surge una pregunta importante: ¿qué hemos aprendido de esto? Espero que nuestra intención no sea buscar sólo el escándalo, sino también la posibilidad de un cambio. Cada vez más, se nos recuerda que cuidar el medio ambiente no debe ser un tema secundario en la agenda de desarrollo. Es fundamental.
Una lección personal
Como amante de la naturaleza, una de mis más grandes frustraciones ha sido ver cómo se prioriza la construcción sobre la conservación. Una vez, mientras caminaba por un sendero en un parque natural, me sentí afortunado de ver un paisaje intacto. Me acordé entonces de El Algarrobico y me pregunté cómo sería la costa sin esa construcción ilegítima. Quién sabe, quizás otros turistas del futuro podrán disfrutar de esa hermosa vista sin las sombras de un hotel a medio acabar.
Una conclusión que invita a la acción
La historia de El Algarrobico es una historia de esperanza y a la vez de advertencia. Un recordatorio de que debemos ser más vigilantes como sociedad. Si no cuidamos nuestro entorno, seremos testigos de desapariciones que nos afectarán a todos.
¿Quieres ser parte de la solución? Involúcrate, apoya las iniciativas que buscan la conservación y recuerda que cada acción cuenta. Desde un simple reciclaje hasta educar a otros sobre la importancia de la preservación del medio ambiente. Por el bien de las futuras generaciones, pongamos un alto a la depredación urbanística en nuestras costas.
Al final del día, la única forma de borrar la sombra de un hotel ilegal en la costa de Almería es, precisamente, actuar. No esperemos a que otros hagan el trabajo. ¿No es mejor ser parte del cambio que quedarnos de brazos cruzados esperando que las cosas cambien solas?