En un mundo donde la información se despliega ante nosotros a un ritmo frenético, la propuesta de leer antes de compartir parece más un capricho que una necesidad. Un reciente estudio realizado por la Universidad Estatal de Pensilvania nos ha dejado perplejos, revelando que el 75% de los usuarios de redes sociales comparten noticias sin siquiera leerlas. Y lo que es aún más asombroso: esto ocurre especialmente con contenido político extremo. Pero, ¿realmente es sorprendente? En un momento donde los titulares parecen más diseñados para provocar que para informar, no es de extrañar que la tentación de compartir sin leer sea tan irresistible.

En este artículo, exploraremos las verdades inquietantes detrás de este comportamiento y reflexionaremos sobre el impacto que tiene en nuestra sociedad. No solo desentrañaremos las estadísticas que nos muestran la magnitud de este fenómeno, sino que también nos adentraremos en las razones psicológicas que nos empujan a este acto aparentemente inocente. Vamos a compartir un poco de humor, anécdotas personales y, por supuesto, una pizca de honestidad.

Un vistazo a los números: ¿cuánto compartimos sin leer?

Imagina esto: durante un período de tres años, entre 2017 y 2020, se analizaron 35 millones de publicaciones en Facebook. ¿El resultado? Un asombroso 75% de estas publicaciones fueron compartidas sin pulsar el enlace. Para poner esto en perspectiva, eso significa que hay más de 41 millones de compartidos de noticias falsas en solo un par de años. ¡Eso daría para un maratón de películas de terror sobre desinformación!

Personalmente, recuerdo una vez que compartí un artículo sobre una nueva tendencia de café «tan saludable que podrías correr una maratón después de beberlo». Me encantó el título, y la imagen era espectacular. Un amigo, más astuto que yo, me preguntó si había leído realmente el artículo o solo vi la foto. ¡Ups!

La inercia de compartir: ¿un nuevo deporte?

El estudio revela que la mayoría de nosotros asumimos que el contenido que compartimos ha sido verificado por otros usuarios de nuestra red. Es como si, al hacer clic en «compartir», estuviéramos sellando un pacto de confianza ciega. Pero, ¿realmente sabemos quién está del otro lado del teclado? A veces me imagino a mi gato en el teclado, publicando noticias falsas sobre su nuevo juguete favorito. Suena divertido, pero el problema es grave.

La seducción de los titulares

Hablemos de los titulares llamativos. ¿Quién puede resistirse a un buen «¡Increíble descubrimiento que cambiará la historia!»? A menudo, los titulares son como esos anuncios de comida rápida que prometen una hamburguesa gloriosa pero que, al final, lo que recibes es una decepción. Compartimos porque queremos ser parte de la conversación. Queremos parecer informados, y a veces, solo queremos atrapar a esos amigos en el grupo de WhatsApp.

Me confieso: he compartido noticias más por la risa que por la relevancia. Como aquella vez que compartí un artículo que afirmaba que las galletas eran el nuevo superalimento. No fue hasta que mi madre me llamó para preguntar dónde había leído eso que me di cuenta que quizás no había indagado lo suficiente.

El efecto de la saturación informativa

Según S. Shyam Sundar, autor principal del estudio, el bombardeo constante de información nos empuja a actuar impulsivamente, sin dejar espacio para la reflexión crítica. Vivimos en un mundo donde una notificación puede enviarnos a la sala de redacción más de una vez al día. ¿Recuerdas el último contacto visual que tuviste con un libro? ¡Exacto! La mayoría de nuestras lecturas son ahora de 280 caracteres o menos.

A veces, me pregunto: ¿cuántas veces he compartido un meme que, en superficie, parece gracioso, pero que, al final del día, es simplemente una desinformación divertida? Como ese que decía que las abejas son ahora las encargadas del reparto a domicilio. Gracioso, pero no, no las llamen.

Los peligros de compartir información falsa

La desinformación no solo tiene que ver con la política; también se extiende a sucesos de emergencia y catástrofes. Por ejemplo, durante el huracán Helene, muchas imágenes que circularon estaban generadas por inteligencia artificial, mostrando cómo los rumores pueden sembrar el miedo y la confusión. Es como si una película de terror hubiera cobrado vida, y al final nadie estaba a salvo.

El dilema de la fricción en el compartir

Aquí es donde el estudio plantea una interesante propuesta: las plataformas deberían implementar «fricción» en el proceso de compartir. ¿Qué tal un pequeño recordatorio de «¿estás seguro de que quieres hacer esto? ¿Leíste el contenido?». Pero, ¿es realmente efectivo? Yo me imagino a las personas ignorando esa alerta, como ignoramos las advertencias en el aviso de no caminar mientras afirmamos tener tu teléfono en una mano y un café en la otra.

¿Cuántas veces hemos pulsado ‘compartir’ como si fuera un botón de «emergencia»? En un momento, miras un artículo y, en el siguiente, te encuentras tecleando comentarios y compartiendo la “verdad”.

La lucha contra la inmediatez

La inmediatez es nuestra peor enemiga. Vivimos en un mundo donde cada segundo cuenta y donde sentir que estamos quedándonos atrás es una angustia constante. El entorno saturado de información se convierte en terreno fértil para la desinformación.

¿Recuerdas la última vez que te sentaste a disfrutar de una comida sin revisar tu teléfono? Para mí, fue hace más tiempo del que me gustaría admitir. Y es que, mientras saboreamos cada bocado, las notificaciones están llamando a nuestra puerta, como si nos recordaran que el mundo sigue girando sin nosotros.

¿Podemos hacer algo al respecto?

Así que, ¿qué podemos hacer para sacar lo positivo de este escenario aterrador? Aquí van algunas sugerencias que, espero, te inspiren:

  • Verifica siempre. Antes de compartir, haz una rápida búsqueda sobre el tema. ¿Te imaginas que la próxima vez que quieras compartir una noticia haga unas ligeras comprobaciones? ¡Podría ser un gran comienzo!

  • Conversa. Y no solo compartas; crea un diálogo real sobre el contenido. ¿Qué opinan tus amigos? Preguntar puede abrir nuevas perspectivas. Tómate un café, cierra la computadora y habla. Suena radical, ¿verdad?

  • Siéntete libre de no compartir. A veces, el silencio es poderoso. Si no tienes la certeza de que el contenido es correcto, a veces es mejor dejarlo pasar.

Reflexiones finales: ¿seremos mejores consumidores de información?

Al final del día, el verdadero desafío no radica solo en la responsabilidad de los que crean contenido, sino también en la postura que adoptamos como consumidores de información. Nos enfrentamos a un entorno en el que cada clic cuenta, y donde nuestras acciones tienen el poder de influir en la opinión pública.

Entonces, ¿estás listo para ponerte al volante y navegar en este mar de desinformación? El primer paso es preguntarte si has leído lo que estás a punto de compartir. Después de todo, la próxima vez que veas un titular extravagante, piénsalo dos veces. Y, quién sabe, quizás compartiendo solo lo que realmente leemos, podríamos convertirnos en los héroes anónimos de la verdad en las redes sociales.

Recordemos siempre que, aunque podamos tener un imperativo por reaccionar, leer es fundamental. Porque, al final del día, la sabiduría –y quizás una ración de diversión extra– radica en el entendimiento, no en el ruido.


Espero que este artículo haya despertado en ti la curiosidad y te haya dejado reflexionando sobre el impacto de nuestros hábitos online. Y recuerda, antes de presionar el botón de compartir, ¡asegúrate de que realmente valga la pena!