El 25 de noviembre se ha convertido, a nivel mundial, en un día de protesta y reflexión sobre una realidad que, lamentablemente, sigue muy presente: la violencia contra las mujeres. En España, esta jornada tiene un matiz especial, y este año no ha sido la excepción. Las calles de numerosas ciudades se llenaron de voces reclamando un cambio, un cambio que parece tan urgente como necesario. Pero, ¿qué está pasando realmente en el panorama del feminismo contemporáneo en España?
Una realidad alarmante: estadísticas de la violencia machista
Este año, 41 mujeres han sido asesinadas por sus parejas o exparejas, un número que se siente como un puñetazo en el estómago. Desde 2003, cuando comenzaron a registrarse los casos oficialmente, hemos llegado a un total de 1,286 mujeres asesinadas. La cruda realidad se plasma aún más cuando sabemos que 465 niños han quedado huérfanos desde que se empezaron a contabilizar esos datos. Es escalofriante pensar que la violencia machista no solo destruye vidas sino que también afecta a las futuras generaciones. ¿Cuántos más tienen que sufrir antes de que se tomen medidas efectivas?
La división del movimiento feminista: ¿un obstáculo en la lucha?
Entre las organizaciones feministas y activistas se ha generado un debate que ha provocado la fragmentación del movimiento. Este año, en las manifestaciones del 25N, Madrid no vio una sola marcha, sino dos. La Comisión 8M y el Foro de Madrid contra la Violencia a las Mujeres se organizaban a la misma hora y con recorridos prácticamente contiguos.
Esto plantea la pregunta: ¿puede el feminismo permitirse estar dividido en un momento como este? Hay aspectos en los que, irónicamente, la unidad parece ser más necesaria que nunca. Como alguien que ha asistido a varias manifestaciones, puedo decir que la energía es palpable y contagiosa, independientemente de la organización de la que formes parte. Sin embargo, la división puede dar la impresión de debilidad ante un enemigo muy real y tangible.
Las voces del 25N: anécdotas y experiencias
En medio del clamor feminista, hay historias, voces, sentimientos. Una de las jóvenes que participaba en la batucada en Madrid me confesaba que era su primera vez en una manifestación de este tipo. Se sentía emocionada y un poco asustada. “¡Es como una gran ola de fuerza!”, me dijo, con un brillo en los ojos, mientras tocaba el tambor con alegría. Y eso, creo, es un reflejo de muchos: el deseo de ser parte de un cambio.
Por otro lado, está Angélica, una mujer de 60 años, con los ojos delineados de morado, que se siente un poco perdida entre tanto debate. “Siempre he luchado por los derechos de las mujeres, pero ahora todo parece más complicado”, me dijo. Su voz temblaba al hablar. Es un recordatorio de que, aunque el avance en los derechos de las mujeres es positivo, la lucha nunca ha sido fácil y siempre está llena de desafíos.
La ley “solo sí es sí”: éxitos y polémicas
Un tema central en el debate contemporáneo ha sido la controversia alrededor de la ley del solo sí es sí. La exministra de Igualdad, Irene Montero, ha sido criticada por su enfoque sobre el consentimiento en esta ley, y las voces en contra no han dejado de multiplicarse. El juez Eloy Velasco, en un comentario que hizo durante una conferencia, no dudó en señalar a Montero, afirmando que no podía dar clases sobre consentimiento a “un jurista que lleva años en el campo”.
Con lo anterior en mente, surge una pregunta relevante: ¿realmente se entiende el concepto de consentimiento en la sociedad española actual? A pesar de las críticas, no se puede negar que la ley ha provocado un coro de discusiones y reflexiones que antes no estaban en la palestra. Claro, con un precio que pagar: la polarización dentro del movimiento feminista.
La violencia sexual en redes sociales
La situación ha llegado a un punto en que las redes sociales se han convertido en plataformas para que las mujeres compartan sus experiencias de violencia sexual. La periodista Cristina Fallarás, por ejemplo, ha reportado una avalancha de mensajes en su cuenta de Instagram, desbordando cualquier intento de contarlos. En un mundo donde la individualidad es tan valorada, ¿no es irónico que este concepto de comunidad se esté redefiniendo a través de experiencias dolorosas y compartidas?
Las cifras son preocupantes: según el informe del hospital Clínic de Barcelona, este año han atendido a unas 624 víctimas de agresiones sexuales, lo que representa un incremento del 12% en comparación con años anteriores. Este panorama, una vez más, nos conduce a reflexionar: ¿estamos destapando una olla de presión que ha estado cocinando a fuego lento durante años y que, finalmente, comienza a hervir?
La importancia de la comunidad y la empatía
La ministra de Igualdad, Ana Redondo, ha hecho un llamado a “generar comunidad” en esta lucha. Su declaración resuena con fuerza en un momento en el que la violencia negativa se amplifica y las voces negacionistas parecen ganar terreno. La comunidad es fundamental para que las mujeres se sientan respaldadas y escuchadas. Pero, ¿cómo se logra esto en un ambiente donde la desconfianza se ha instalado? La respuesta podría estar en la empatía: una herramienta que nos permite conectar, comprender y apoyar a quienes han sufrido.
La jueza especializada en violencia de género, Lucía Avilés, también ha sido clara en este sentido: es crucial humanizar el trato que se da a las víctimas en los tribunales. La justicia no puede ser un acto frío y distante, sino un proceso que considere la complejidad emocional de las víctimas. ¿Quién puede negar que la empatía es la clave para sanar y construir un camino hacia la justicia?
Conclusiones: hacia un futuro sin violencia
Mientras la jornada del 25N avanza, quedamos con un eco persistente en nuestras mentes: la lucha está lejos de haber terminado. Hemos visto avances, pero también hemos confrontado desafíos que parecen multiplicarse. Las manifestaciones son solo la punta del iceberg de un movimiento mucho más profundo. La lucha contra la violencia machista no debe ser una carga llevada por unos pocos, sino una responsabilidad compartida por todos.
Este 25N, más que reflexionar sobre lo que está mal, es un llamado a la acción. Ya sea en la forma de participar en manifestaciones, contribuir a diálogos constructivos, o simplemente escuchar y creer a aquellas que comparten sus historias de dolor. Cada pequeño paso cuenta, y juntos, podemos construir un futuro donde la única cosa que no se escuche sea el eco de la violencia.
¿Nos acompañas en esta lucha?