Los Premios Gaudí son una de esas noches que brillan con una intensidad especial en el calendario cinematográfico de Cataluña. Pero el evento de este año no solo se recordará por las estatuillas entregadas, sino por un discurso que resonó en el alma de aquellos que se encontraban en la sala. El guionista Eduard Sola, ganador del premio al mejor guion por Casa en flames, dejó a todos con una profunda reflexión sobre la identidad y el progreso.

La esencia de ser “charnego”: una identidad que trasciende

Pocas veces hemos visto sobre una alfombra roja a alguien tan emotivo como Eduard Sola. El guionista no ocultaba su nerviosismo y, sinceramente, ¿quién podría? Estar frente a una multitud de talentos y frente a las cámaras es, a veces, como estar frente a un grupo de amigos que no hemos visto en años: una mezcla de alegría y ansiedad. Pero lo que realmente captó la atención fueron sus palabras sobre su identidad. Al describirse como «charnego», un término que puede evocar diferentes sentimientos entre los catalanes, Sola subrayó cómo esta identidad es un reflejo de la rica historia migratoria de Cataluña.

El uso de este término me hizo recordar una anécdota de mi madre sobre sus orígenes en Andalucía. Cuando llegó a Barcelona, la comunidad local la recibió con una mezcla de curiosidad y recelo. “Te miran como si fueras un extraño, pero al final, te das cuenta de que todos somos extraños en algún lugar”, solía decir. Y ¿no es cierto? En última instancia, todos llevamos algo de «charnegos» dentro de nosotros.

Un discurso monumental: de lo personal a lo colectivo

El discurso de Sola fue mucho más que una simple colección de frases bien armadas. Se convirtió en una oda a la migración y a cómo esta ha tejido la historia de muchas regiones, no solo en Cataluña, sino en todo el mundo. “Si mi abuelo era analfabeto y yo me dedico a escribir, es porque algo ha pasado, y eso se llama progreso”, afirmó con fuerza.

Aquí tenemos una frase que provoca la reflexión, ¿no? A veces, es fácil olvidar que nuestros logros son el resultado de las luchas y sacrificios de quienes vinieron antes que nosotros. Al escuchar a Eduard, me acordé de las historias de mis abuelos, quienes, con poco más que valentía y sueños, forjaron el camino para que la siguiente generación pudiera tener acceso a oportunidades que ellos solo podían imaginar.

Catalanidad y la película “El 47”

En un momento de su discurso, Sola destacó la película El 47 y su representación de la lucha vecinal de los migrantes en los años de la Transición. Explicó que su historia es fundamental para comprender la esencia de lo que significa ser catalán hoy en día. Estoy seguro de que muchos se sintieron identificados; después de todo, hay algo profundamente humano en las historias de lucha y resistencia.

No sé si alguna vez han visto una película que les haga querer levantarse y aplaudir en medio de su sala de estar. Bueno, El 47 logró eso en mí. Es esa mezcla perfecta de drama y realismo que nos empuja a reflexionar sobre nuestras propias experiencias y las traiciones que a menudo sufren quienes buscan ser escuchados.

Eduard Sola subrayó el poder de esas narrativas. “Explica mejor Cataluña esa película que Casa en flames”, decía. Es una declaración arriesgada, por supuesto, pero ¿no es eso lo que hace que el cine sea tan poderoso? Nos conecta con las luchas de otros, nos invita a explorar las complejidades del ser humano.

La escuela pública: un motor para el progreso

Mientras escuchaba a Sola hablar sobre la escuela pública, me sentí agradecido. Creo firmemente que la educación es el camino hacia un futuro mejor, y sus palabras reflejaron esa realidad. Cuando enfatizó que su éxito era “un éxito colectivo”, no estaba hablando solo de sus logros en el cine, sino de cómo todos nosotros, en algún momento de nuestras vidas, debemos a otros la oportunidad de brillar.

Seguramente, muchos de nosotros hemos tenido un maestro o una maestra que dejó una huella indeleble en nosotros. Recuerdo a la mía, quien, con su visión y pasión, logró que me interesara por la literatura en un momento en que prefería hacer cualquier otra cosa. Sola nos anima a mirar hacia atrás y reconocer esos momentos en los que alguien, sin pedir nada a cambio, nos tendió su mano.

Enfrentar el xenofobismo con amor y compasión

El clímax del discurso de Sola llegó cuando se dirigió a los xenófobos. “Enviamos a la mierda a los xenófobos, los que se aprovechan de los demás. Sigamos, por favor, acogiendo a los de fuera”, proclamó. En un mundo donde el miedo a lo desconocido a menudo se traduce en odio, estas palabras son un faro de esperanza. ¿Qué pasaría si en lugar de temer a las diferencias, optáramos por celebrarlas? No puedo evitar imaginar un mundo donde la diversidad es vista como una fortaleza.

Vivo en una comunidad diversa y me ha enriquecido. Siempre que hay alguna nueva inauguración de un restaurante internacional, es como si la ciudad entera se reuniera para celebrar. Es ahí cuando me doy cuenta de que la comida, la música y las historias de otras culturas nos unen. Quizás Sola tiene razón, y deberíamos esforzarnos más por abrir nuestros brazos al cambio.

Reflexiones finales: el poder de la comunidad

Eduard Sola nos recuerda que los logros individuales son el resultado de una comunidad y un esfuerzo colectivo. Al final del día, todos somos parte de una historia más grande, una historia en la que cada uno tiene su capítulo. Sus palabras nos invitan a reflexionar sobre nuestras raíces, a abrazar nuestra identidad y a ser conscientes de que todos tenemos un papel en el tejido social.

Cuando miro a mi alrededor, a mis amigos y familiares, veo historias de migrantes, de luchadores, de personas que han superado obstáculos inimaginables. Ser charnego, en el caso de Sola, se convierte en un estandarte de orgullo. Es un recordatorio de que, mientras haya amor y compasión, siempre habrá espacio para crecer y prosperar.

Finalmente, ¿qué podemos hacer hoy para fomentar un ambiente en el que todos se sientan aceptados? Puede ser un gesto pequeño, una conversación con alguien nuevo, o simplemente ser más receptivos a las historias de quienes nos rodean.

La vida es demasiado corta para encasillarnos y perder de vista esas historias que nos hacen humanos. Al igual que Sola, ¡abramos nuestros corazones y celebremos cada matiz de nuestra existencia!


Así que, la próxima vez que escuchemos a alguien hablar de su identidad, recordemos que cada historia cuenta y que, en última instancia, somos la suma de nuestras experiencias, nuestras raíces y nuestras aspiraciones. ¿Estás listo para abrazar el poder de la diversidad?