El 20 de enero de 2025 será recordado como un día histórico, pero no solo por el hecho de que Donald Trump volvió a ocupar la Casa Blanca. La atmósfera de su discurso inaugural resonó no solo en los pasillos del Capitolio, sino también en el corazón de muchos estadounidenses, ya que su enfoque optimista y nacionalista marcará la pauta de su nuevo mandato. Pero, ¿realmente estamos listos para un regreso de este tipo? Vamos a sumergirnos en la mezcla de promesas y retóricas que caracterizó este discurso.
Un discurso de promesas y patriotismo
Trump se presentó ante el público con una energía que mostraba su deseo de recuperar lo que él considera la grandeza de Estados Unidos. “El 20 de enero de 2025 será recordado como el día de la liberación de Estados Unidos”, proclamó mientras su base de seguidores aclamaba, como si estuvieran en un mitin electoral más que en una ceremonia formal. En un tono que podría describirse como casi reaganiano, prometió un futuro donde las libertades y derechos de los estadounidenses jamás fueran cuestionados.
Recuerdo mi primer mitin de Trump allá por 2016. La energía era palpable, como si se tratara de un evento deportivo en vez de un acto político. Sin embargo, al observar su regreso en 2025, me resultó difícil no preguntarme: ¿ha cambiado su mensaje o solo ha madurado su técnica de oratoria? Definitivamente, los tiempos también son diferentes.
La realidad de las promesas
Aunque su discurso estuvo cargado de esperanza, la ironía de su mensaje no pasó desapercibida. Trump hablaba de la “decadencia de Estados Unidos”, refiriéndose a problemas que siguen presentes, como la pobreza o la adicción a las drogas. Es curioso pensar que, a pesar de que su primer discurso en 2017 trajo consigo una alerta sobre estos problemas, hoy seguimos lidiando con los mismos desafíos.
La brecha entre los ricos y los pobres es más amplia que nunca, y mientras Trump se rodeó de gigantes empresariales como Elon Musk, Jeff Bezos y Mark Zuckerberg —una exhibición de riqueza ostentosa— los signos de descontento en la clase media estadounidense son evidentes. ¿Es realmente posible que un presidente que llega al poder con el apoyo de los ricos, diga que busca el bienestar de las clases populares? Esa es una pregunta cuya respuesta parece eclipsarse en su discurso y en los hechos.
La retórica de la élite y los populistas
Uno de los puntos más intrigantes del discurso fue la retórica de Trump sobre su supuesta lucha contra la élite política mientras se rodeaba de los hombres más ricos del mundo. Esto da pie a un análisis interesante de su postura: habla como un populista pero actúa como parte de la élite. Mientras sus palabras resonaban con intenciones de unidad, la realidad era que la economía de Estados Unidos sigue en un estado crítico, y sus comentarios sobre los problemas actuales o sobre cómo planea enfrentarlos eran prácticamente inexistentes.
No fue una sorpresa que no mencionara la deslocalización de empresas o la caída de los salarios. La omisión de estos temas habla volúmenes sobre su postura como presidente, ahora alineado más con el capital que con aquellos a quienes prometió proteger. ¿Estamos ante un nuevo capítulo donde el nuevo Trump se convierte en un aliado de la élite económica bajo la fachada de un salvador de la clase trabajadora?
El foco en el nacionalismo y el desdén hacia el resto del mundo
El discurso no solo fue un viaje nostálgico por los anhelos de recuperación nacional; también estuvo marcado por un fervor nacionalista que trajo consigo alusiones a conflictos internacionales, aunque con un giro peculiar. Mientras que Trump prometió que “recuperaría” el Canal de Panamá, dejó de lado menciones sobre guerras y alianzas internacionales. Imaginen a la comunidad internacional mirando con miradas perplejas mientras Trump deslizaba un comentario sobre Panamá como si aún estuviera en la era de Teddy Roosevelt.
Lo divertido —y algo inquietante— de todo esto es cómo los líderes globales deben estar recibiendo sus declaraciones. Me imagino a un diplomático de Panamá riendo nerviosamente tras escuchar que “vamos a retomarlo”, como si recordaran la última vez que pensaron que la historia había permanecido en el pasado.
Un futuro incierto
Uno de los aspectos más desconcertantes de su discurso fue su silencio sobre la guerra en Ucrania y otros conflictos globales. Después de todo, muchos recordarían sus promesas de acabar con el conflicto en 24 horas. La ausencia de cualquier referencia a relaciones exteriores, excepto por el tradicional “EE.UU. primero”, desafía la lógica. ¿Quizá es que ya no siente la necesidad de hacer referencia a asuntos que podrían no favorecer su imagen nacionalista?
La extraña relación con las políticas energéticas
Un momento cómico, pero a la vez trágico, ocurrió cuando Trump anunció su intención de eliminar el «mandato de los coches eléctricos». Para quien no esté al tanto, no había tal mandato a nivel federal; la mayoría de las regulaciones en torno a los coches eléctricos dependen de los estados. Una gran parte de su mensaje seguía siendo una retórica electoral, ¡como si prometiera que todos los estadounidenses recibirían un unicornio en Navidad!
¿Cuántas veces más escucharemos discursos donde las promesas suenan fenomenales, pero los detalles danzantes nos dejan en la confusión? Quizás deberíamos proteger nuestros oídos de estas promesas grandiosas y aprender a buscar la verdad en un discurso que, aunque emocionante, estaba lleno de contradicciones.
Mirando hacia el futuro: una nueva forma de gobernar
Finalmente, Trump se comprometió a crear “una nueva Hacienda Pública” para captar ingresos de aranceles y proteger los intereses de los ciudadanos estadounidenses contra los “malos” extranjeros. Sin embargo, puede que los que realmente terminen pagando la cuenta sean, como siempre, los consumidores, no las entidades extranjeras.
Este nuevo enfoque sobre los aranceles puede ser un gran juego en papel, pero presionar a los gobiernos para que paguen la cuenta seguramente no funcionará cuando las etiquetas de precio aumenten en nuestros comercios. Al final del día, la promesa de enriquecer a los ciudadanos rurales nunca llega cuando el costo del supermercado sigue aumentando gracias a un arancel.
Reflexiones finales
En resumen, Donald Trump regresó a la Casa Blanca con un enfoque renovado que gira en torno a un optimismo nacionalista y un desdén hacia las problemáticas globales. Su retórica, más que nunca, parece estar diseñada para resonar en las emociones de aquellos que anhelan un pasado glorioso, aunque en muchos casos, creo que solo resonará en la memoria de los que recuerdan sus promesas de hace ocho años.
¿Podremos ver un cambio real o es simplemente una repetición de la historia con una capa de blanco brillante? Esta es la pregunta que nos queda al salir de su discurso, y mientras aguardo las respuestas, ¡también aguardo el siguiente round de sorpresas de Trump!