La lengua es un vehículo de comunicación, un puente entre las personas, pero ¿qué sucede cuando ese puente se convierte en una barrera? En la Comunidad Valenciana, donde el valenciano y el castellano coexisten como lenguas oficiales, recientemente hemos sido testigos de un caso que ha encendido el debate sobre la discriminación lingüística en la atención sanitaria. Este caso pone bajo el microscopio no solo la tensión lingüística en la sociedad, sino también el impacto que tiene en la vida cotidiana de las personas.
Un incidente en Ontinyent: la consulta que nunca fue
Imagina que estás en una sala de espera, con la mano en el bolsillo esperando que te llamen, suenas como un clic en la mente de algunos colegas doctores que, por cierto, no han sido entrenados para lo que parece ser una atención inclusiva. Este fue el escenario que enfrentó un paciente en Ontinyent. Al intentar explicar su condición y hablar en valenciano, la respuesta de su médico fue nada menos que contundente: “Yo hablo español y en mi consulta solo español.” Un comentario hiriente que no solo descalificó al paciente, sino que también lo dejó sin la atención que necesitaba. ¿No es irónico que uno de los lugares que debería ser refugio de salud se convierta en un espacio de exclusión?
La Plataforma per la Llengua, encargada de difundir y proteger el uso del valenciano, ha calificado este incidente como un “ataque muy grave”. Me pregunto, ¿cuántas personas se sienten en la misma situación y enfermas de miedo de hablar su lengua nativa, temiendo que eso les cueste atención médica?
El derecho a ser atendido en tu lengua
Según declara la Plataforma, negar la atención a un paciente por motivos lingüísticos no solo va en contra de la empoderamiento de las comunidades lingüísticas sino que también está sancionado legalmente. Según el Estatuto de Autonomía de la Comunidad Valenciana, los ciudadanos tienen derecho a dirigirse a la administración en cualquiera de las dos lenguas oficiales y recibir respuesta en la misma lengua. Sin embargo, más allá de la letra de la ley, el verdadero desafío se encuentra en la práctica cotidiana.
En otro contexto, imagina que un médico, recetando un tratamiento que podría significar la diferencia entre el bienestar y la enfermedad, se niega a entenderte porque tu acento no es lo suficientemente «español». Esta es una representación extrema, pero cada historia de discriminación lingüística nos acerca más a la realidad que muchos podrían ignorar.
El impacto de la discriminación lingüística en la salud
Hablar en una lengua en la que uno se siente cómodo es fundamental, especialmente en situaciones de estrés. La salud mental y emocional están intrínsecamente relacionadas con el lenguaje. Si te quitan el derecho de hablar en tu lengua materna en un entorno donde deberías sentirte seguro y aceptado, ¿qué ocurre con tu bienestar?
Me viene a la mente una anécdota personal. Era un día soleado en Valencia, cuando decidí visitar a un doctor por un simple resfriado. Al entrar a su consulta, decidí probar mi valenciano con él. Noté su incomodidad. Se endureció, casi como si estuviera enfrentando un enemigo, y respondía en un castellano casi cortante. Después de esa experiencia, empecé a comprender lo que significa ser un intruso en tu propio territorio.
La voz de las instituciones
El reciente informe de Plataforma per la Llengua recoge un total de 150 incidentes relacionados con la discriminación lingüística en la atención sanitaria. Entre ellos, se destaca esta situación ocurrida en Ontinyent, que se vuelve emblemática en esta discusión. Pero, ¿son suficientes 150 incidentes para cambiar la visión de una sociedad? Quizás no, pero es un comienzo.
Las entidades que firmaron este informe, desde Fundació Escola Valenciana hasta ACV Tirant lo Blanc, están haciendo un llamado a las autoridades públicas para que se garantice el derecho a la atención en valenciano. Sin embargo, al mismo tiempo, debemos preguntarnos: ¿son solo las instituciones responsables de educar y cambiar mentalidades? Como ciudadanos, también tenemos el deber de crear conciencia y abogar por estos derechos. Puede parecer una tarea monumental, pero la pequeña conversación que cada uno de nosotros inicia puede ser el primer paso hacia un cambio significativo.
Hablar en valenciano: un acto de resistencia
Vivir en una región donde el valenciano es parte integral de la identidad cultural es un regalo que debería celebrarse, no ser motivo de rechazo. Para muchos, hablar su lengua es un acto de resistencia. Este tipo de discriminación no es solo una violación de derechos; es una herida abierta en el patrimonio cultural colectivo.
Es asombroso cómo los aspectos culturales pueden intimidar a algunos. Al pensar en el valenciano como un idioma “secundario” en ciertos contextos, se despoja de su dignidad y valor. A menudo, las conversaciones comienzan en tono de esfuerzo, pero se tornan en una danza de desconfianzas y conflictos. ¿Por qué hablaremos “en nuestro español” cuando hay un mundo de matices y expresiones que se pierden en la traducción?
La importancia de la empatía
La empatía, de la que tanto se habla, es una herramienta esencial en momentos como este. Entender que la lengua es parte de la identidad de una persona debería ser suficiente para garantizar que todos se sientan cómodos y seguros al expresarse. Pero, ¿cómo cultivar esta empatía? Tal vez comenzando por conocer y compartir experiencias con personas de diferentes culturas.
Recuerdo una vez cuando se organizó un evento multicultural en mi comunidad. Al hablar con un amigo que solo hablaba valenciano, mis pelos de la piel se erizaban cada vez que se intentaba cambiar al inglés o al castellano. Fue maravilloso ver cómo esa situación se convirtió en un momento de conexión, donde cada uno compartió su perspectiva y cultura a través de la lengua. Quizás eso es lo que necesitamos hacer: construir puentes, no muros.
La solución está en nuestras manos
Así que, frente a esta difícil realidad, que nos invita a retar la práctica normalizada de muchas instituciones, ¿cuál es la solución? ¿Esperar a que las políticas cambien desde arriba? Esa podría ser una estrategia válida, pero en mi opinión, otra parte esencial en este doloroso camino es promover la educación sobre derechos lingüísticos desde la base. Las escuelas pueden desempeñar un papel fundamental en empoderar a los niños sobre su idioma y su importancia en la salud emocional.
Además, plataformas para compartir experiencias dentro de la comunidad pueden hacer que la gente hable sobre estos incidentes y así se conviertan en un verdadero motor de cambio. Crear conciencia, generar diálogo y, sobre todo, ser valientes al hablar es esencial para proteger nuestro legado lingüístico.
Un llamado a la acción
Es hora de que los ciudadanos de la Comunidad Valenciana se unan y digan: ¡Basta ya! Negar el acceso a la atención médica en valenciano no es solo un acto sin consideración, sino un ataque frontal a los derechos linguísticos de todos.
Para aquellos que alguna vez se han sentido limitados por su idioma, recuerden que cada vez que hablan en valenciano, hacen eco de su historia y cultura. Y a quienes pueden sentirse incomprensivos, quizás es hora de abrir un poco el corazón y los oídos. ¿No es más enriquecedor escuchar a otros en el idioma que eligen?
Así que la próxima vez que estés en una sala de espera y alguien intente comunicarse en valenciano, recuerda que detrás de esas palabras hay una historia, una cultura y un derecho que merece respeto. Al final del día, el lenguaje no debería ser una barrera sino un puente hacia el entendimiento.
Para cerrar, lo que suceda en la atención médica en relación con el uso del valenciano no trata solo de una consulta o un médico. Se trata de cada uno de nosotros y nuestra capacidad para crear un espacio donde todas las voces cuenten. ¿Y tú, cómo te sientes respecto a esto?