El pasado 19 de diciembre, en un rincón donde pocas veces se escucha la voz de la responsabilidad, el presidente de la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ), Miguel Polo, hizo una declaración que ha dejado a muchos con el corazón en un puño. En la junta de gobierno de la entidad, Polo reconoció que hubo una alarmante falta de comunicación durante los momentos críticos de la trágica crecida del barranco del Poyo. En este artículo, exploramos los detalles de esta declaración, la importancia de la comunicación en situaciones de emergencia y las repercusiones que esta omisión podría traer, no solo a la CHJ, sino al gobierno español en su conjunto.

una tragedia que dejó huellas

La dana (Depresión Aislada en Niveles Altos) que recorrió la Comunidad Valenciana en octubre de 2023 no fue una broma; fue una catástrofe natural que se tradujo en 224 muertes y tres desapariciones. Imagina ser parte de una comunidad que ama los días soleados y, de pronto, verse inmerso en un mar de agua. Eso fue lo que ocurrió en València, donde la tragedia arrasó vidas y hogares.

Yo aún recuerdo mi propio encuentro con una tormenta de verano hace unos años. Una tarde, mientras disfrutaba de un café en una terraza, el cielo se oscureció casi al instante. En cuestión de minutos, la calle se convirtió en un río. Aquella experiencia me hizo reflexionar sobre la importancia de estar siempre informado y preparado en caso de emergencias climáticas. Pero, ¿qué haces cuando la información necesaria no llega?

el silencio que duele

Miguel Polo, en sus declaraciones en la junta de gobierno, empezó a abrir la caja de Pandora al reconocer que la CHJ no cumplió con su deber de comunicar en tiempo real lo que estaba ocurriendo en el barranco del Poyo. Después de todo, ¿no es esa su principal labor? Polo admitió que, durante los momentos más críticos de la crecida, la comunicación era escasa. En un instante, el barranco que se había medido a 28,7 metros cúbicos por segundo escaló a 1.686, mientras los correos electrónicos a Emergencias de la Generalitat brillaban por su ausencia.

Ahora, supongamos que somos parte del equipo de comunicación de la CHJ. La mañana transcurre tranquila, el café corre en la cafetera y nadie imagina que pronto habrá un desenfreno de agua que podría poner en peligro vidas. Pero, cuando las cosas se complican, lo último que quieres es mirar a tu compañero y decir: «¿Sabes qué? No estamos enviando los correos que deberíamos.» Es aquí donde entramos en el terreno de la responsabilidad y las decisiones que cambian vidas.

la estrategia de la omisión

Cuando se analizan los hechos, se descubre que la CHJ tenía un protocolo claro: cualquier vez que la medición superara los 150 metros cúbicos por segundo, debían enviar un correo electrónico a Emergencias. En lugar de comunicar las 15 ocasiones en que se violó este protocolo, decidieron esperar una casi interminable hora y 18 minutos para informar.

Aquí empieza el juego de las consecuencias. La excusa de enviar los datos a su página web puede sonar adecuada en un mundo tecnológico. Pero, ¿realmente alguien se pone a navegar en una página web en medio de una crisis? En esos instantes, cada segundo cuenta, y las vidas de muchas personas estaban en juego.

la reacción de la autoridad

El presidente de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón, no tardó en pronunciarse sobre el tema. Con un tono que oscilaba entre la indignación y el desdén, acusó al PSOE de promover una «campaña atroz» para desviar la atención de la verdad. Mazón expresó que había una falta de advertencias sobre la inminente tragedia, dejándolo claro: «La verdad sale a la luz». Pero, tras una tragedia de esta magnitud, ¿quién realmente gana con tales acusaciones?

Esta pugna política solo es un recordatorio más de que, ante las tragedias, a veces la política se coloca por encima de las personas. Y mientras los políticos juegan su partida de ajedrez, las familias siguen sufriendo. La capacidad para empatizar con el sufrimiento ajeno parece desaparecer en ocasiones así.

ausencia de explicaciones y futuro incierto

Desde que la dana azotó València el 29 de octubre, la CHJ ha mantenido un silencio preocupante. El primer pronunciamiento de Miguel Polo llegó tres meses después de la tragedia, y su respuesta consistió en minimizar su papel y culpar a otros. ¿Es esta la forma en que una entidad gubernamental maneja situaciones de crisis? Algunos podrían preguntarse si es una manera adecuada de asumir responsabilidades.

Algunos miembros de la comunidad se sienten atrapados entre la incertidumbre y el dolor. Las familias de los tres desaparecidos tienen la opción de solicitar que se les declare oficialmente como fallecidos. Cada día que pasa, es un recordatorio de que el silencio no ayuda a sanar las heridas. Recuerdo una conversación que tuve con una amiga, que perdió a un ser querido en un accidene. Decía “a veces, lo que más dolía era la falta de respuestas”. Esa sensación de vacío es difícil de sacudir.

mirando hacia adelante

Lo que está en juego ahora es la capacidad de la CHJ y el gobierno en su conjunto para aprender de este episodio y gestionar mejor situaciones futuras. ¿Cómo puede la CHJ restaurar la confianza? La respuesta, digo yo, es simple pero complicada: comunicarse, comunicarse y comunicarse. No se trata solo de enviar correos electrónicos; se trata de asegurar que las vías de información fluyan libremente y que las decisiones correctas se tomen a tiempo.

la importancia de la comunicación en emergencias

Durante las emergencias, la información se convierte en un recurso invaluable. En la actualidad, vivimos en un mundo donde la información está al alcance de nuestras manos, pero eso significa muy poco si no se utiliza de manera adecuada. Recuerdo estar en una conferencia donde un experto en gestión de crisis decía: “En momentos de crisis, el silencio es el verdadero enemigo”. Y, vaya si tiene razón. Durante situaciones de emergencia, la comunicación clara y precisa puede marcar la diferencia entre salvar vidas o lamentar pérdidas.

un llamado a la acción

A medida que reflexionamos sobre estos acontecimientos, es esencial evitar que historias como esta se repitan. Como ciudadanos, debemos exigir una mayor transparencia y responsabilidad de nuestros líderes. Aunque pueda parecer que la política está destinada a ser un juego desinteresado, nosotros, los ciudadanos, somos los que pagamos el precio.

Mientras tanto, los ciudadanos deben permanecer informados y preparados. En una era de información, nunca ha sido tan vital prestar atención y actuar ante las señales de alarma, sobre todo cuando se trata de nuestra seguridad personal y la de nuestra comunidad. ¿Hay algo más humano que cuidar de los demás?

conclusión

La tragedia del barranco del Poyo ha expuesto una serie de debilidades en la gestión de emergencias en nuestro país. Ya sea por la ausencia de comunicación o las decisiones equivocadas, estamos ante un claro recordatorio de que siempre hay espacio para mejorar.

Como dice el dicho, “aprendemos de nuestros errores”, pero ojalá no tengamos que esperar a la próxima tragedia para poner eso en práctica. Es hora de que las instituciones trabajen juntas, y que todos, desde las autoridades hasta los ciudadanos, desempeñen su papel en la construcción de un futuro más seguro donde la vida y la protección de la comunidad sean siempre una prioridad. Después de todo, el silencio nunca será una opción.