El pasado 20 de noviembre, conmemorando el 49º aniversario de la muerte del dictador Francisco Franco, un grupo de valientes y resilientes mujeres ha dado un paso adelante en la lucha por la justicia que, por demasiado tiempo, se ha mantenido en la sombra. La histórica denuncia interpuesta por Blanca Serra, una de las hermanas Serra y una activista incansable en la defensa de los derechos humanos y la memoria democrática en Cataluña, ha dado un nuevo impulso en la búsqueda de verdad y reparación para las víctimas del régimen franquista.
El contexto: una Ley de Memoria Democrática en la cuerda floja
Antes de profundizar en la denuncia presentada, es vital entender el complejo marco en el que se produce. La Ley de Memoria Democrática se promulgó con la intención de abordar las violaciones de derechos humanos ocurridas durante el franquismo y la Transición. Sin embargo, a pesar del marco legal, las resoluciones de algunos jueces han resultado decepcionantes. Esto ha llevado a que diversas organizaciones, como Irídia y Òmnium Cultural, se unan en su lucha, buscando que la justicia prevalezca donde antes hubo silencio.
Podríamos decir que los jueces han hecho lo que muchos de nosotros hacemos al ver una serie en la que sabemos que el protagonista está en peligro: volteamos la cabeza y nos negamos a mirar. Pero, a diferencia de una serie de televisión, las vidas de estas personas no son ficción.
Blanca Serra: un testimonio conmovedor
Blanca Serra, la única de las hermanas que aún vive, ha tomado la valiente decisión de romper el silencio de décadas. En su declaración, ha resaltado dos aspectos que condicionaron su sufrimiento: su catalanidad y su condición de mujer. “El poder se situó más allá de los márgenes de la ley”, asegura. Esta afirmación no solo es un grito de protesta, sino también un reflejo de cómo la opresión puede tener múltiples capas, como una buena lasaña.
La valentía de Blanca de hablar sobre las torturas que sufrió, como aquella vez en que le pusieron una bolsa de plástico en la cabeza, es una inspiración. Realmente, ¿quién de nosotros podría enfrentar esos recuerdos tan dolorosos? A veces, pienso en cómo muchas de nuestras historias personales se convierten en nuestras marcas de guerra. Pero, a diferencia de las batallas que enfrentan las figuras públicas que solemos admirar, estas historias son profundas y oscuras, y a menudo, olvidadas.
La respuesta de la justicia: una jugada incompleta
A pesar de las esperanzas generadas por la nueva Ley de Memoria Democrática, varios casos han sido desestimados, incluida una serie de denuncias previas relacionadas con los hermanos Ferrándiz y Carles Vallejo. Se argumentó que los delitos habían prescrito, quedando así bajo el paraguas de la amnistía de 1977. Pero, ¿es realmente posible que el tiempo borre crímenes tan graves? Esa es la realidad con la que se enfrenta Blanca Serra, quien decidió no solo buscar justicia para sí misma, sino también por todas las mujeres que, como ella, sufrieron en silencio.
La abogada penalista Sònia Olivella, parte del equipo que acompaña a Serra, describió esta situación como un “acto de justicia necesario para acabar con la impunidad”. La impunidad no es solo una palabra legal; es un concepto que duele. Y duele porque lleva consigo miles de historias no contadas, de personas que, como nosotros, vivieron en un mundo que no siempre fue justo.
El papel de la Fiscalía de Derechos Humanos y Memoria Democrática
La denuncia ahora está en manos de Sara Gómez Expósito, la fiscal especializada de Derechos Humanos y Memoria Democrática de Barcelona, quien, a pesar de su reciente nombramiento, tiene una gran responsabilidad sobre sus hombros. A veces, pienso en los fiscales como esos superhéroes que hacen cálculos rápidos en su cabeza entre un caso y otro, tratando de equilibrar la justicia con la realidad. Aunque no siempre tengan capa, su papel es crucial en la búsqueda de justicia.
Blanca Serra ha solicitado diligencias preprocesales, lo que significa que busca que se practiquen medidas de investigación que los jueces hasta ahora han rechazado. Esto incluye recolectar testigos, obtener archivos de organismos pertinentes y rastrear a los culpables de las torturas. En este punto, es esencial recordar que el camino hacia la verdad no es lineal; a menudo se asemeja más a un laberinto, lleno de giros y recodos.
Torturas y violencias: un relato desgarrador
El relato de Blanca es conmovedor y devastador. Su experiencia no es solo un hecho aislado; es una representación de lo que muchas mujeres vivieron durante una época oscura de la historia española. ¿Cuántas historias más están atrapadas en las mentes y corazones de aquellos que sobrevivieron al franquismo?
Sus palabras colman de imágenes a quienes las escuchan: la bolsa de plástico, el encierro, la tortura psicológica de sentirse sola y olvidada. En un mundo donde la empatía debería dominar nuestras relaciones, nos encontramos con la tragedia de la indolencia. Las víctimas, como Blanca, no solo buscan justicia; buscan que la historia les dé un lugar digno.
Una lucha que continúa
La lucha por la memoria y la justicia no finaliza aquí. A medida que la denuncia avanza, también lo hace la esperanza de que otras víctimas encuentren el coraje para hablar y buscar la justicia que merecen. La historia humana es rica en sufrimiento, pero también en resistencia. Es un recuerdo constante de que, incluso en los momentos más oscuros, hay luz.
Algunas personas podrían pensar que hablar de esto es enredarse en el pasado. Pero, ¿realmente podemos avanzar sin saber de dónde venimos? La memoria no se constriñe en los libros de historia: vive en las voces de quienes sobrevivieron, en los relatos que aún resuenan en el aire. Y es nuestra responsabilidad escucharlos.
Reflexiones finales
La situación actual en torno a la memoria histórica en España es un recordatorio escalofriante de que el pasado, aunque a menudo incómodo, no puede ni debe ser olvidado. La denuncia de Blanca Serra es un acto de valentía y un paso hacia la reconciliación, un recordatorio de que incluso el silencio más profundo puede ser roto.
Y si no lo hacemos por nosotros, hagámoslo por las generaciones venideras. Las lecciones del pasado deben enseñarse, y los errores no deberían repetirse. Así que, ¿estamos listos para escuchar y aprender, o preferimos seguir ignorando las verdades incómodas? Esté donde esté tu corazón en este debate, recordemos que una sociedad que ignora su historia está condenada a repetirla.
Este es un llamado a la reflexión, no solo sobre lo ocurrido en el pasado, sino hacia el futuro. La lucha por la justicia, la verdad y la memoria no es solo un asunto de aquellos que sufrieron, sino de cada uno de nosotros.
Así que la pregunta es: ¿estás listo para unirte a la conversación y hacer de la memoria un espacio de verdad y reconciliación? La justicia no es solo un concepto legal; es un acto de amor hacia aquellos que ya no pueden hablar y aquellos que buscan un mundo mejor.