El cine tiene una forma fascinante de abordar temas difíciles como el duelo, la depresión y la culpa. A veces, es a través de historias de aventuras, y otras veces, como en el nuevo trabajo de Nacho Vigalondo, titulado Daniela Forever, se convierte en un viaje emocional cargado de matices y reflexión. Si alguna vez has tenido que lidiar con la complejidad de perder a alguien, o incluso con la incertidumbre de las relaciones rotas, este filme es casi como un espejo que refleja estos sentimientos profundos. Acompáñame en este viaje por la mente de Vigalondo, el duelo y la búsqueda de redención.
Un director que juega con los hilos de la realidad
¿Alguna vez has despertado de un sueño y deseado que hubiera sido real? Nacho Vigalondo, director de películas como Los Cronocrímenes y Open Windows, ha hecho de esta ansiedad su sello personal. En su última obra, presentada en el Festival de Toronto de 2024, Vigalondo retoma esta temática, preguntándose: ¿Qué pasaría si pudiésemos modificar nuestros sueños y, tal vez, incluso traer de vuelta a aquellos que hemos perdido?
Para Vigalondo, la idea de soñar con un ser querido que ya no está con nosotros no es simplemente un escape; es una manera de explorar la naturaleza del amor y la pérdida. «Cuando era niño y veía una película en la que a alguien le pasaba algo increíble y de repente se despierta y ha sido todo un sueño, pensaba: ‘Qué pena, yo prefiero que haya pasado todo eso'», confiesa. Esto es, sin duda, un punto de partida magnífico para un cineasta que se adentra en la complejidad del inconsciente y la naturaleza misma de la experiencia humana.
La trama: más que un simple cuento de amor
En Daniela Forever, seguimos a Nicolas (interpretado por Henry Golding), un hombre que se embarca en una terapia experimental para lidiar con la muerte de su novia, Daniela (interpretada por Beatrice Grannò). Aquí es donde la trama da un giro interesante: Nicolás tiene la capacidad de controlar sus sueños, y, en su desesperación por recuperar a Daniela, elige revivir su relación en el mundo onírico. Pero, como con todo lo que es tentador, pronto se ve atrapado en el caos que sus deseos desatan.
Imagínalo por un momento. Te despiertas con la amarga sensación de que estás viviendo el mismo día una y otra vez. Esa carga de la culpa que, al igual que Lawrence de Arabia, sientes que lo llevas a cuestas. En este sentido, la experiencia de perder a alguien se vuelve un claro eco en la vida de Nicolás. A menudo, las decisiones fáciles se convierten en las más complicadas, y Vigalondo se especializa en retratar la lucha del ser humano con su propia mediocridad.
Luchando con la masculinidad y sus complejidades
Una de las temáticas recurrentes en la filmografía de Vigalondo es el retrato de personajes masculinos inmaduros y, a menudo, problemáticos. En Daniela Forever, Nicolás se encuentra en la misma línea de personajes como los de Choque, donde la toxicidad masculina se entrelaza con su aprehensión por crecer. ¿No te resulta fascinante cómo un director puede hacer que parezca natural que un hombre se enfrente a sus propios demonios internos? Esta exploración de la masculinidad tóxica en un ambiente de ciencia ficción sirve no solo para entretener, sino también para iluminar aspectos oscuros de la psiquis masculina.
Recuerdo la primera vez que vi un personaje fallido en la pantalla grande. Era casi como mirarme al espejo y preguntarme: ¿Soy yo así también? Esa desconexión entre la imagen del héroe y la realidad de los personajes de Vigalondo es como un sutil recordatorio de que no todos tenemos que ser perfectos para ser interesantes. A veces, un antihéroe puede ser más relatable que un héroe típico, porque todos hemos enfrentado nuestros fracasos y temores.
Un viaje por la salud mental
Lo que más resonó conmigo al ver Daniela Forever fue la representación del duelo y la salud mental. En la sociedad actual, donde se pasan por alto los impactos de la enfermedad mental y donde muchas veces preferimos esconder nuestras emociones, Vigalondo representa una cruda realidad. Él mismo reconoce sus luchas con la depresión, desencadenadas en parte por su diagnóstico de TDAH.
“Uno de los cuchillos de la depresión pasa por el autosabotaje de pensar que todo está hecho ya«, reflexiona Vigalondo. Y esa es una verdad universal: a menudo nos atrapamos en la parálisis de la tristeza, creyendo que no hay un camino a seguir. Pero Daniela Forever proporciona algo muy necesario: una luz al final del túnel, no necesariamente en forma de felices para siempre, sino en términos de aceptación y reconciliación con nuestras emociones.
La importancia del inconsciente en la narrativa
El uso del inconsciente en la narrativa de Vigalondo es magistral. Al poner a Nicolás en un contexto donde puede manipular sus sueños, el director investiga cómo los recuerdos se pueden entrelazar, modificarse e incluso distorsionarse. ¿Cuántos de nosotros no nos hemos sorprendido hablando con un ser querido perdido en nuestros sueños, deseando que alguna de esas conversaciones fuera real? El filme aborda cómo estos diálogos imaginarios pueden ser a la vez terapéuticos y desgarradores.
El mensaje aquí es poderoso y, a menudo, se siente como una experiencia compartida. Los protagonistas enfrentan problemas que, de alguna manera, todos hemos tenido que enfrentar, lo que provoca una empatía profunda con el espectador.
Conclusión: más allá de lo que se ve
En definitiva, la obra de Nacho Vigalondo no es solo una película más sobre amor y pérdida. Es una exploración de lo que significa ser humano en tiempos de sufrimiento. Este viaje emocional a través de los sueños nos recuerda que, aunque no siempre podemos cambiar el pasado, siempre podemos aprender de él y encontrar formas de avanzar.
Así que la próxima vez que sientas que te ahogas en un mar de recuerdos y emociones, recuerda a Nicolás y su travesía por el mundo de los sueños. Tal vez ahí encuentres tu propio camino para lidiar con las sombras que te acompañan.
Daniela Forever es un bello recordatorio de la complejidad de las relaciones humanas, el poder del recuerdo y, sobre todo, la necesidad de enfrentar nuestras propias vulnerabilidades. Al comprender esto, nos acercamos más a lo que realmente significa vivir.