El 24 de octubre fue un día que no solo marcó el calendario, sino que también selló un momento en la memoria colectiva de la lucha feminista en España. Cristina Fallarás, una periodista de carácter indomable y una voz que resuena con fuerza, se ha convertido en una figura central en la denuncia de las agresiones sexuales en nuestro país. Su plataforma elegida: Instagram. Pero, ¿realmente es suficiente el uso de redes sociales para abordar algo tan serio como la violencia de género?
Esa es una buena pregunta, y desde luego, mi intención es que la charlemos aquí. Pero primero, hablemos de Cristina y su impactante trabajo.
La valentía de hablar: Cristina Fallarás y el activismo
Si hay algo que puedo afirmar es que el activismo requiere una buena dosis de valentía. Y, cuando se trata de agitar las aguas de un tema tan delicado como el acoso y la agresión sexual, esa valentía se multiplica. Fallarás ha estado utilizando su cuenta de Instagram como un espacio para dar voz a las mujeres que han tenido experiencias de acoso. Desde hace más de un año, ha recibido más de 1,000 testimonios anónimos. Eso no es solo un número, es una montaña de dolor que es testimonio del sufrimiento que muchas de estas mujeres han vivido en silencio.
Mientras escribo esto, me recuerdo en la piel de esas mujeres. Recordando momentos en los que se me ocurrió contar mis propias experiencias, pero decidí que el costo emocional era demasiado alto. La vulnerabilidad se convierte en una forma de coraje, y Fallarás ha encontrado el modo de convertir esa vulnerabilidad en un movimiento poderoso.
La metodología de Fallarás: un trabajo duro y no remunerado
Fallarás no solo amplifica las voces, sino que también se toma el tiempo necesario para tratar cada testimonio con el respeto y la delicadeza que merecen. En sus palabras: “Se llama activismo feminista, da mucho trabajo y no está pagado”. Esta declaración es cruda pero honesta, y resuena con muchas y muchos que se dedican a causas sociales.
Es fácil pensar que los activistas pasan su tiempo de manera romántica, pero la realidad es que es un trabajo duro y, en muchos casos, solitario. La periodista menciona que dedica dos horas cada mañana y dos horas cada noche a este trabajo. ¡Imagina hacerlo todos los días! Eso podría ser más trabajo que el que muchos de nosotros hacemos en nuestros trabajos normales, donde al menos tenemos un sueldo.
¿Quién se atreve a hacerlo sin una compensación económica? La respuesta es clara: aquellas personas que realmente creen que su voz puede cambiar el mundo. Y, sinceramente, esos son los verdaderos héroes de nuestra sociedad.
La respuesta a la crítica: ¿testimonios falsos?
En su aparición en La mirada crítica, José María Olmo planteó una pregunta que, aunque provocadora, no es nueva: ¿podrían existir perfiles falsos en redes sociales que hagan estas denuncias? Es entendible que la duda surja, pero la respuesta de Fallarás fue tan contundente que dejó poco espacio para el debate: “¿Tú crees que alguien se crearía un perfil falso para decirme que su padre la violaba cuando tenía cuatro años?”
Esa respuesta debería hablar por sí misma. La fragilidad de la vida de las personas que comparten sus historias es tal que dudar de su veracidad es no solo dañino, sino también profundamente injusto. Y aquí, en este punto, es donde entra la empatía. Se necesita mucha fuerza para abrir el corazón y dejar que alguien más conozca tu dolor. Las víctimas de violencia rara vez buscan atención, sino justicia y entendimiento.
Las redes sociales como herramienta de denuncia: el lado bueno y el lado malo
Hay quienes ven las redes sociales como un arma de doble filo: por un lado, son una plataforma poderosa para amplificar voces y compartir historias; por otro, también son un caldo de cultivo para el odio y la desinformación. En el caso de Cristina Fallarás, está claro que ha elegido el lado correcto de la balanza.
Además de expandir su espacio para testimonios, la periodista está iluminando una realidad que necesita atención. En este sentido, las redes han transformado la conversación sobre la violencia de género y han hecho que el tema sea más visible. Antes, estos temas estaban enterrados bajo un manto de vergüenza y silencio. Ahora, gracias a mujeres como Fallarás, hay una conversación que merece ser escuchada.
¿Se imaginan a nuestros abuelos tratando de hablar de estos asuntos en su tiempo? Probablemente se llevarían las manos a la cabeza. Y aquí estamos, hablando de ello libremente, gracias a quienes han levantado la voz.
La necesidad urgente de educar y prevenir
Ahora, no todo es hablar y compartir. Hay una necesidad crítica de educación y prevención. La labor de Fallarás, aunque es admirable, no es suficiente. Si, como sociedad, no nos tomamos en serio la necesidad de educar sobre el respeto, el consentimiento y la violencia de género, estaremos condenados a repetir las mismas historias de dolor una y otra vez.
La educación debe comenzar desde casa y continuar en las escuelas. Debemos generar espacios seguros donde los jóvenes puedan hablar sobre sus experiencias, pero también donde puedan aprender a escuchar y comprender. ¿Cuántos de nosotros habríamos estado mejor preparados si quienes nos criaron hubiesen hablado abiertamente sobre estos temas?
Además, es fundamental que las instituciones se hagan responsables. Que la justicia realice su trabajo y no minimice las denuncias. ¿Cuántas veces hemos escuchado que una agresión no se considera suficientemente grave para ser investigada? Eso necesita cambiar. Necesitamos un cambio estructural que impulse a nuestras instituciones a tomar en serio la violencia de género y tratar cada presentación de denuncia como lo que es: un clamor por justicia.
Conclusión: el camino hacia la justicia
En conclusión, el trabajo de Cristina Fallarás y su activismo en plataformas como Instagram están ayudando a iluminar la oscura realidad de la violencia de género y a dar voz a quienes han sufrido en silencio. Sin embargo, este camino hacia la justicia no puede ser el esfuerzo de una sola persona. Necesitamos a todos a bordo: educadores, activistas, guías, responsables de políticas y, sobre todo, cada individuo que esté dispuesto a escuchar y a actuar.
Así que aquí estamos, en este viaje colectivo. Hacia un mundo donde cada mujer se sienta segura de compartir su historia. Las redes sociales han desempeñado un papel crucial, pero el verdadero cambio ocurre cuando una comunidad se moviliza para apoyar a sus miembros más vulnerables.
Por lo tanto, la próxima vez que veas una publicación como la de Fallarás, tómate un momento para reflexionar sobre qué puedes hacer tú. Recuerda que cada pequeño gesto cuenta. ¿Cuál es tu papel en esta historia?
A la gente como Cristina, les digo: gracias. Gracias por tener el coraje de hablar y por abrir el camino hacia un futuro más seguro y justo. ¡Sigamos adelante!