La situación actual de los menores en Canarias es alarmante. Si alguna vez pensaste que llevar una carga de trabajo pesada era complicado, imagina ser el único responsable de cien casos de menores en situación vulnerable. Te estremece, ¿verdad? Ese es precisamente el escenario en el que se encuentran muchos profesionales de la protección a la infancia en las islas. Y no solo hablamos de unos pocos casos, sino que hay un cuello de botella absoluto que baja a la realidad de miles de jóvenes vulnerables. ¿Qué está pasando exactamente, y qué podemos hacer como sociedad frente a esta crisis?

El caos dentro de la protección infantil

Imagínate ser un trabajador social en Canarias, enfrentándote a un torrente incesante de expedientes de familias que presentan serias vulneraciones de derechos. Según CCOO, más de 6,000 menores necesitan atención, y los profesionales tienen que lidiar con cargas de trabajo que, de no ser alarmantes, serían casi cómicas. Estos trabajadores denuncian un “maltrato institucional” que se manifiesta en decisiones tácitas que afectan a la vida de cada niño, niña y adolescente. En serio, ¿cómo se espera que un trabajador gestione adecuadamente tanto estrés emocional y laboral?

Recuerdo que una vez, mientras conversaba con una amiga que trabaja en psicología infantil, me contaba sobre sus casos. “Es como si estuviera tratando de resolver un cubo Rubik con los ojos vendados y una sola mano”, comparó. Mientras ella hacía malabares con su trabajo, yo pensaba en los desafíos de estos trabajadores en Canarias, quienes avalanchan decisiones vitales en soledad.

La sobrecarga de trabajo es real

La situación de sobrecarga es tan grave que algunos trabajadores han llegado a tomar decisiones que no son de su competencia, como que un educador social esté tomando decisiones clínicas que deberían corresponder a un psicólogo. ¡Vaya disparidad! Esta falta de un equipo multidisciplinario, que debería incluir psicólogos, educadores sociales y trabajadores sociales, resulta en una toma de decisiones descabellada y apresurada.

Los datos son claros: se estima que en algunas áreas, lo adecuado es una ratio de 25 a 30 menores por profesional. En contraste, algunos trabajadores enfrentan a más de 100 niños en sus manos. Es como si les pidieran que cocinaran para un grupo de mil personas con una sola olla; ¡las posibilidades de que algo salga mal son desproporcionadas!

Un sistema obsoleto que no responde

La antigua forma de trabajar en este servicio no solo es ineficiente, sino que es insostenible. Con solamente 103 profesionales entre dos provincias, ¿dónde queda la atención de calidad? Y lo que es peor, hay muchos puestos vacantes que ni siquiera cubren la poca fuerza laboral presente. ¿Hasta cuándo más se va a ignorar este clamor de mejora?

Esto es bastante revelador: la mayoría de los profesionales son temporales y se van tan rápido como llegan. La rotación de personal crea un desastre en las intervenciones, dejando a los niños en situaciones vulnerables al vaivén de un sistema que parece más un tren descarrilado que un servicio estructurado. Personalmente, no puedo evitar reírme con ironía de cómo el sistema educativo siempre está al borde de la quiebra, y este es otro claro ejemplo de descuido.

Demandas que claman al cielo

El sindicato CCOO ha estado enviando correos y cartas como si fueran papas voladoras en un partido de fútbol. Y aunque han documentado cada queja, la Consejería de Bienestar Social parece estar en un silencio ensordecedor. La directiva no responde ni siquiera a las exigencias por la falta de medios y la “urgencia” de mejorar la atención a los menores. ¿Es que este sistema ahora es un juego al escondite, donde todos se esconden pero nadie se encuentra?

Recientemente, Hermann Luis Dait, portavoz de CCOO, destacó que la ley de protección de la infancia no se está cumpliendo, lo que es una realidad que rompe corazones. La carga de trabajo ha evolucionado a tal punto que resulta casi una misión imposible atender el interés superior del menor. ¿Hasta cuándo vamos a aceptar esto?

¿Decisiones basadas en conjeturas?

En la jerga de los servicios sociales, “decisiones basadas en conjeturas” se han vuelto la norma. En una situación donde las decisiones vitales pueden cambiar el curso de la vida de un niño, hacer esto es como lanzar un dardo a una diana a ciegas. La falta de información, recursos y personal capacitado conduce a decisiones precipitadas que pueden resultar en separaciones familiares traumáticas y prolongadas. Es incomprensible y, sobre todo, inaceptable.

Un hecho que me dejó pensando es que las entidades públicas deberían ofrecer programas de preparación para la vida independiente, pero se observa que, en lugar de eso, se ha convertido en un mero párrafo en la ley que no ve la luz. ¿Quién considera estas realidades paralelas en las que viven los trabajadores y menores? Es primordial que esto cambie.

Abandonados a su suerte

Si tuviéramos que visualizar la carga sobre los hombros de estos trabajadores, probablemente se vería como un camión de mudanza repleto de cajas. Desde la falta de recursos hasta la falta de personal, cada caja representa otra presión adicional que sutilmente inclina la balanza hacia el desastre.

Se ha mencionado que no hay un plan de contingencia viable ni formación continua para el personal. La falta de protocolos para actuar en casos de violencia, se convierte en un fuego cruzado que no se puede mitigar. Así, los trabajadores ven cómo el desgaste emocional se convierte en agotamiento y desilusión.

La cacofonía de tres pasos hacia atrás

En términos de organización, la situación se vuelve un caos que desdibuja la misión protectora. Recientemente, el Gobierno regional ha fraccionado el servicio en diferentes áreas que se contradicen entre sí, lo cual es como intentar ordenar un rompecabezas sin tener todos los resultados. Ese limitado acceso a presupuestos específicos ha llevado a la pérdida de oportunidades y fondos que podrían haber cambiado la vida de muchos.

¿Es correcto que un niño tenga que esperar más de un año para reunirse con su familia debido a decisiones mal fundamentadas? Es como si estuviéramos jugando al Monopoly, y tuvieras que esperar a que alguien te deje pasar dos espacios tras un lanzamiento del dado. Inaceptable y, a su vez, frustrante.

Mirando hacia adelante

Para salir de este agujero negro, se necesitan respuestas y, sobre todo, un compromiso real que no se hunda en las posibilidades, sino que se enfoque en resultados. CCOO ha pedido más personal, mayor inversión y un enfoque multidisciplinario. Todo esto parece un sueño que, si se consolida, podría traer un cambio tangible.

Seguramente, el futuro dejen a muchos de nosotros con interrogantes. ¿Qué decidirá el Gobierno de Canarias ante este aluvión de demandas? ¿Tomará la decisión de priorizar el interés del menor por encima de cuestiones administrativas? La esperanza es que sí, porque los menores de Canarias merecen respeto, demandas, recursos y, sobre todo, un futuro mejor.

Recuerda que no hay soluciones mágicas y que todos debemos jugar nuestro papel en este enredo social. Ignorar la crisis en la protección infantil es una decisión que todos debemos cargar en nuestras conciencias. La próxima vez que veas un debate sobre politicas sociales o protección a la infancia en la televisión, tal vez puedas reflexionar: ¿quiénes son esos héroes que trabajan para mantener a salvo la infancia en nuestros tiempos? Detrás de cada sonrisa vulnerable hay un profesional que lucha contra la tormenta. ¡Es nuestro deber ayudar a que su voz se escuche!