En la vida, todos enfrentamos crisis de alguna forma. Puede ser un imprevisto en el trabajo, un argumentario un poco más elevado en casa o, en los casos más extremos, desastres naturales. Recientemente, la provincia de Valencia ha sido escenario de una DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) que ha desencadenado una gran cantidad de desafíos para sus habitantes y sus administradores. Sin embargo, en vez de iniciar este artículo con un tono sombrío, pensemos en cómo podemos aprender de esta situación. Así es como un vicepresidente reciente, Francisco José Gan Pampols, está enfocado en su nueva tarea de reconstrucción, y es aquí donde emergen preguntas críticas: ¿qué se puede hacer para que una tragedia así no se repita? ¿Y cómo podemos transformar un desastre en una oportunidad de mejora?

El impacto irreparable de la DANA

La DANA que azotó Valencia el pasado 29 de octubre fue devastadora. Con un saldo de 222 muertos y cuatro personas desaparecidas, es difícil no sentir que estas cifras marcan un antes y un después. Todos hemos tenido algún conocido o familiar que ha pasado por experiencias traumáticas, y perder a un ser querido es algo que no se olvida fácilmente. La magnitud de esta tragedia solo deja un vacío en el corazón y un estruendo en la memoria colectiva. Es fundamental aprender de ella.

Gan Pampols, en su rueda de prensa, destacó que los planes de alerta no funcionaron como se esperaba. No es que la falta de planificación fuera culpa de una sola persona; a menudo, son los sistemas complicados y las estructuras jerárquicas las que hacen que, en momentos de crisis, las respuestas sean inadecuadas. Un viejo amigo mío, que trabaja en gestión de emergencias, siempre me dice que «la preparación no puede ser improvisada». Y, después de esta DANA, no podemos dejar de preguntarnos: ¿qué mejor planeamiento puede implementarse para futuras crisis?

La necesidad de un plan de alertas eficaz

Como mencionó Gan Pampols, hay que revisar y actualizar las normativas de emergencia. «Los planes funcionan siempre a pesar de las personas,» afirmó. Esta es una forma atrevida de decir que las mejores intenciones no son suficientes. Necesitamos un enfoque que integre tecnología, capacitación, y, sobre todo, conciencia colectiva.

Imaginemos que, de repente, nos encontramos en una de esas tormentas de verano. ¿Quién nos informa? Es crucial tener un sistema de alertas que llegue a todos, desde los amantes del camping que tal vez no están pegados a las noticias, hasta los viejecitos en casa que suelen tener la radio como único vínculo con el mundo exterior. ¿Y si, además de alertas de voz, se creara una especie de red social para emergencias donde se pudiera preguntar y compartir información en tiempo real? Esta podría ser la solución para no perder de vista lo que sucede a nuestro alrededor.

Reconstrucción y oportunidades de empleo

Ahora, se está planteando un plan de recuperación ambicioso que podría traer oportunidades de empleo y un renovado enfoque en la infraestructura de las zonas afectadas. Es un enfoque que, aunque doloroso, es necesario. Recuerdo una vez cuando una nevada en Madrid me sorprendió en la puerta de casa, haciendo que los servicios públicos se quedaran paralizados. Después de una semana de caos, la ciudad salió de aquella situación renovándose, con una mejor disposición para afrontar el invierno siguiente. ¿Por qué no aplicar esa misma filosofía aquí?

La idea de “liberar suelo y levantar viviendas” es atractiva, pero también plantea preguntas: ¿quién estará a cargo de estos proyectos? ¿Qué tipo de construcciones se implementarán y, más importante aún, cómo garantizarán que no se repita una tragedia como la de la DANA? Es crucial involucrar a profesionales de diferentes áreas, desde ingenieros hasta sociólogos, para un enfoque integral que respete tanto la protección del medio ambiente como la cobertura de las necesidades comunitarias.

Un nuevo enfoque hacia la gestión de emergencia

Al mencionar la Coordinación con la Conselleria de Emergencia e Interior, hay mucho por hacer. Gan Pampols planea pedir a la oposición que colaboren, algo nada común en el mundo político. ¿Estamos tan cerca de un verdadero enfoque colaborativo? Si el pasado nos ha enseñado algo, es que ante la adversidad, las divisiones se desdibujan. Todos remamos hacia la misma dirección cuando estamos en peligro.

He tenido la suerte de ver diferentes culturas en diversas partes del mundo y la forma en que se gestionan los desastres es notablemente diferente. En algunos lugares, la comunidad se une antes de que ocurran crisis, preparándose para lo peor juntos. En otros, se dejan las decisiones a grupos de élite que a menudo están desconectados de la realidad de quienes viven en el terreno. Un enfoque que tome en cuenta la humildad y la honestidad podría cambiar por completo la narrativa de cómo se enfrentan estos fenómenos climatológicos.

El dilema del salario y la transparencia

Por otro lado, la delicada cuestión de la retrubución de Gan Pampols también deja un sabor amargo. La política y la controversia nunca fueron amigas, pero de allí a ser el «blanco» de críticas por temas salariales, parece más bien una distracción de la cuestión central: ¿qué se está haciendo por nuestros ciudadanos tras la DANA? Es fácil caer en la trampa de debatir lo superficial, pero, como en las redes sociales, lo importante no siempre es lo que se dice, sino lo que se hace.

Al final de su intervención, Gan Pampols planteó una frase interesante: «cueste lo que cueste, se tendrá que pagar.» Esto no solo se refiere a la parte financiera de su labor; también se traduce en el costo emocional y social que implica la reconstrucción.

Conclusiones y reflexiones finales

La DANA dejó una marca indeleble en la provincia de Valencia, una herida que tardará tiempo en sanar. Pero después de toda crisis, hay una lección que aprender. La importancia de estar preparados no puede subestimarse; es una verdad universal, tan válida para un fenómeno natural como para la vida diaria. En esos momentos de incertidumbre, cada persona y cada decisión cuenta. Cuentan las pequeñas anécdotas y las experiencias personales, porque al final del día, el ser humano es el mismo en cualquier esquina del mundo.

¿Estamos dispuestos a asumir nuestra parte en esta situación? La respuesta debe ser un rotundo sí. Después de todo, la humildad y la preparación son nuestras mejores aliadas. Con un enfoque mayor en la comunidad, la transparencia y la tecnología, tenemos la oportunidad de transformar un desastre en un genuino camino hacia la resiliencia. Seamos entonces, como podría decir mi abuela, constructores del mañana.


Ahora que hemos explorado la complejidad de esta situación y las propuestas que se plantean para mejorarla, la pregunta está clara: ¿compartiremos los conocimientos y experiencias que hemos ganado para asegurarnos de que algo similar no vuelva a suceder? ¡La ascensión hacia una gestión eficaz de emergencias comienza por nosotros!