El 24 de julio de 2013 es una fecha que muchos gallegos nunca olvidarán. Ese día, un tren de la línea Alvia descarriló en Angrois, dejando un saldo de 79 muertos y 143 heridos. El suceso se convirtió en uno de los retos más grandes que enfrentaron los servicios de emergencias de la región y una llamada de atención para todos respecto a la coordinación y recursos disponibles. Pero, ¿realmente hemos aprendido algo en la última década?
Los profesionales que vivieron la tragedia en Angrois sostienen que, a pesar de los años transcurridos, las lecciones parecen no haberse asimilado. Mientras tanto, el presidente de la Xunta presenta con orgullo la colaboración de los servicios de emergencia durante las últimas crisis, como la DANA en Valencia. No obstante, los que se encuentran en el terreno, en la primera línea de fuego, requieren más que palabras para sentir que se ha avanzado. Dado que, ¿qué ocurre cuando los recursos y la coordinación brillan por su ausencia?
Coordinación: entre la teoría y la práctica
Si hay algo que nos enseñan los relatos de los bomberos gallegos es que la coordinación entre diferentes cuerpos de emergencia puede parecerse más a un juego de “teléfono roto” que a un eficaz funcionamiento en equipo. Según Xabier Villar, ex portavoz de la Mesa Intersindical de Bomberos de Galicia, la falta de comunicación puede tener consecuencias desastrosas.
Recuerdo cuando, de pequeño, intentaba jugar al fútbol en el patio del colegio y terminábamos con un montón de otros niños intentando jugar a nuestras maneras. «Tú elige una portería», «Yo defenderé aquí», y al final, nadie sabía realmente hacia dónde iba la pelota. Así es como se sienten algunos bomberos en Galicia: quieren actuar, pero cada uno tiene su propio “sistema de radio”. En emergencias, no es cuestión de hacer una “intervención creativa”.
La incapacidad de comunicarse efectivamente en situaciones críticas puede hacer que tres bomberos de un lado no sumen más que la mitad de un equipo. La falta de responsables después de las tres de la tarde y en fines de semana también se suma a la tensión de una profesión que demanda máxima preparación y coordinación.
Bomberos en la encrucijada: insuficiencia de recursos y personal
Los desafíos son palpables cuando se habla de la dotación de los parques comarcales de bomberos. Con una media de solo 18 efectivos por parque, los profesionales consideran que se requerirían al menos 650 para garantizar un servicio adecuado. La ironía de la situación no puede ser más evidente: ¿cómo se supone que un equipo de tres bomberos puede responder de manera efectiva a una emergente complejidad en un incendio?
La referencia a la noción de «dos dentro, dos fuera» (un principio básico de seguridad en operaciones de rescate) resuena fuertemente aquí. Mientras que la teoría aboga por un mínimo de recursos, la realidad muestra que muchas veces tienen que trabajar con menos de lo ideal.
Honorino Raña, miembro de la Mesa Intersindical, ha visto barrios enteros con personas llamadas a ser rescatadas y la realidad de solo tres bomberos disponibles lo hace parecer una película de terror, donde el tiempo se convierte en un enemigo. La desesperante situación llevó a los bomberos a un periodo de huelga de siete meses. Y, cuando uno piensa en el impacto de esta ineficiencia sobre el bienestar de la población, ¿no es propio preguntarse cómo estamos permitiendo que esto continúe?
La trampa de la falta de normativas y presupuesto
Las demandas del colectivo son claras: aumentar la plantilla en más de 200 efectivos. Sin embargo, la «falta de voluntad» por parte de las autoridades, particularmente de la Xunta, queda expuesta cuando no hay una vez más un mínimo de efectivos que obligue a la inversión y atención a los servicios de emergencia. La frase “en toda nuestra comarca no hay policía local por la noche” podría presentar una imagen de un lugar perdido en el tiempo, pero es una realidad que viven muchos gallegos desde hace años.
Aunque se alaben inversiones en camiones de rescate, lo que realmente queda en la línea de fuego son las personas a cargo de estos medios; después de todo, un camión no puede hacer el trabajo de un bombero. Raña compara esta situación con comprar autos nuevos para una carrera cuando los corredores no han sido entrenados ni tienen suficiente experiencia.
Además, la coordinación se ve obstaculizada por la estructura misma del 112, donde los telefonistas son simplemente “sometidos al convenio de telemarketing”, en lugar de tener personal capacitado en emergencias para responder a cada llamada. A esta altura, sería lógico preguntarnos: ¿por qué no hay técnicos de emergencias en el centro de mando?
La visión de la Xunta: ¿una coordinación realmente efectiva?
Desde la Consellería de Presidencia, las críticas se responden con la afirmación de que las jerarquías y protocolos están bien establecidos. Sin embargo, la experiencia de los bomberos en el terreno dice lo contrario, y muchos sostienen que la improvisación reina en situaciones críticas.
La dichosa red pública digital “propia y específica para emergencias y seguridad” es mencionada como un salvavidas potencial, pero en la práctica, los grandes cuerpos de bomberos aún tienen que aferrarse a sus sistemas de comunicación. Es habitual ver a los bomberos utilizando señales de humo desactualizadas para comunicarse entre ellos. Y mientras tanto, ellos son los que llevan la carga, tanto en términos de responsabilidad como de riesgo.
La clave del éxito: inversión en recursos humanos
La advertencia más apremiante que transmiten los profesionales de emergencias es simple: no importa cuántos camiones de bomberos se compren, lo crucial radica en el personal disponible para operarlos. Su reivindicación por aumentar el número de efectivos es un clamor que pide ser escuchado.
La verdad es que no se trata solo de cifras: se trata de vidas. Un jardín descuidado puede esperar, un camión sin operador puede ser solo un trozo de metal, pero una persona atrapada en una emergencia no tiene tiempo que perder. Así que, si titularan la crónica de esta crisis, sería algo así como: «La Xunta y el 112: un chiste donde todos hacen el papel de payasos».
Reflexiones finales: Un cambio es posible
La realidad de los servicios de emergencias en Galicia es desoladora, y la infraestructura que debería garantizar nuestra seguridad está en un estado lamentable. Sin embargo, cada gran cambio comienza con una pequeña chispa, a menudo alimentada por la inquietud de aquellos que no desean más que hacer un trabajo que los honre. La próxima vez que escuches sirenas cerca, recuerda que ese sonido representa a quienes, después de todo, todavía tienen fe en que las cosas pueden cambiar.
Así que, ¿qué crees que podemos hacer para apoyar a nuestros bomberos? Puede que no siempre esté claro, pero es evidente que la sensibilización y la inversión en recursos humanos son pasos esenciales. Si los gallegos se unen en torno a estas reivindicaciones, quizás un día el relato de nuestros servicios de emergencia no nos haga pensar en una crisis, sino en historias de éxito, valentía y unión. Mientras tanto, seguiré mis andanzas en casa, tratando de no quemar la tostadora al intentar hacer pan tostado, porque, seamos sinceros, a veces el fuego es lo que menos queremos conocer.
¡Y ahí lo tienes! Un vistazo a la actual crisis de servicios de emergencias en Galicia y la urgencia detrás de su reforma. Las voces de quienes están en el terreno deben ringar, y aunque el camino es largo, siempre hay espacio para la esperanza. Y por favor, si ves a un bombero, ¡ofrécele un café! Ellos lo merecen.