La palabra «desaparición» puede sonar como un tema sacado de una novela de misterio, pero la realidad en Chiapas, México, pinta un cuadro mucho más oscuro y crudo. En un país donde las noticias sobre seguridad suelen ser abrumadoramente negativas, la reciente desaparición de siete personas en la carretera La Angostura nos recuerda que esta es una crisis real, con rostros, historias y familias desgarradas.

El contexto de la inseguridad en Chiapas

La primera pregunta que se me viene a la mente es: ¿cómo hemos llegado a este punto? Chiapas, conocido por su riqueza cultural y natural, se ha convertido en un campo de batalla entre los dos grupos criminales más poderosos de México: el Cártel de Sinaloa y el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG). La inestabilidad provocada por estas luchas tiene consecuencias devastadoras para los ciudadanos comunes.

Desde hace más de un año, el estado ha sido testigo de un aumento alarmante en los secuestros, extorsiones y, lamentablemente, desapariciones. Las cifras son escalofriantes: más de 10.000 personas desplazadas han sido reportadas en la región, incluyendo localidades como Comitán de Domínguez. Este auge de violencia ha llevado a organizaciones de derechos humanos a catalogar la situación como un “conflicto armado no reconocido”.

La desaparición: un accidente o una tendencia aterradora

La desaparición de este grupo el pasado 23 de noviembre ha puesto un foco aún más intenso sobre la inseguridad que asola la región. Entre los desaparecidos, se encuentra Emmanuel García Chulin, un niño de tan solo 12 años que ha capturado la atención de la opinión pública mediante una alerta Amber dedicada a su búsqueda. Me pregunto si esta sería la situación que muchos de nosotros asumiríamos como irreales si no fuera por las redes sociales que nos presentan estas historias, casi como en un episodio de alguna serie dramática. La amplia difusión de su situación a menudo se convierte en un rayo de esperanza en medio de la desesperación, ¿verdad?

Pero, ¿quiénes son las personas detrás de las estadísticas? En este caso, hemos visto que entre los desaparecidos hay miembros de una familia. Luis García Hidalgo y Rosario del Carmen Chulin, junto a su hijo y hija, han pasado de ser nombres anónimos a convertir sus historias en un grito de auxilio. Aquí es donde me gustaría hacer un alto: ¿cuántas veces hemos leído sobre cifras que nos impactaron, pero olvidamos los nombres y las historias que hay detrás?

La alarmante cronología de eventos

Los informes indican que la familia había salido de San Cristóbal de las Casas con la ilusión de visitar las Cascadas El Chiflón, un destino turístico impresionante. Sin embargo, la aventura se convirtió en una auténtica pesadilla. Al parecer, la última vez que se tuvo contacto con ellos fue el sábado a las 3 de la tarde, en el centro de Emiliano Zapata. Desde entonces, su rastro se perdió. Las preguntas no dejan de aflorar: ¿qué sucedió en esos momentos que podrían haber determinado su destino?

A medida que las autoridades avanzan en la investigación, se han determinado otros detalles. El vehículo en el que viajaban, una camioneta de pasajeros modelo Urvan, fue localizado abandonado. ¿Acaso estos hallazgos son un signo de esperanza o más bien una confirmación del trágico destino de quienes viajaban en ella?

Otra familia más en el olvido

Lo más desgarrador de este caso es que no es un hecho aislado. La historia de Emmanuel y su familia se suma a un reguero de crímenes que ha dejado marcas imborrables en la sociedad chiapaneca. ¿Cuántas familias más se encuentran en su situación? Cada desaparición es una herida abierta que deja a la sociedad en un estado de shock. La burocracia y la confusión solamente agravan la angustiadora espera de los seres queridos que, como tantos otros, anhelan respuestas.

En Chiapas, no solo se está llevando a cabo una lucha contra el crimen, sino que también se está librando una batalla emocional por mantener la esperanza. ¿Alguna vez has sentido esa incertidumbre de no saber si tus seres queridos volverán a casa? Esa es la cruel realidad que millones enfrentan cada día en esta tierra que solía ser pacífica, y ahora se encuentra sumida en el dolor.

La respuesta de las autoridades

Sin embargo, la respuesta del Estado no ha sido suficiente. La Fiscalía ha comenzado a investigar, pero la frustración se siente en las calles. Los medios destacan que aún hay más personas no identificadas que formaban parte de ese grupo que desapareció misteriosamente. Las promesas de vigilancia y seguridad parecen desvanecerse al contacto con la cruda realidad. Las familias esperan, y a veces desconfían de la misma policía que debería protegerlas.

Los informes apuntan a una situación alarmante en el estado. Algunas comunidades, aterrorizadas por la violencia, han optado por el silencio. ¿Qué alternativas tienen cuando reportar un crimen puede llevar a represalias? ¿Deberían simplemente mantener la calma y esperar que la tormenta pase, o realmente deberían alzar la voz, aunque eso signifique arriesgarlo todo?

La voz de las organizaciones de derechos humanos

Las organizaciones de derechos humanos han alzado la voz, abogando por una respuesta más adecuada de las autoridades. Ellas enfatizan que detrás de cada número hay un ser humano que merecería ser valorado y reverenciado. Cada desaparición es un grito que, lamentablemente, parece ahogarse entre un mar de indiferencia.

Por ejemplo, el Centro de derechos humanos Fray Bartolomé de las Casas, ha sido claro en su denuncia acerca de la situación actual en Chiapas. Las autoridades no pueden hacerse de la vista gorda. La comunidad no puede cargar con este peso sola, ¿no deberíamos todos contribuir a buscar justicia y respuestas?

Una esperanza en medio de la oscuridad

Ante tal caos y desesperanza, es importante resaltar que no todo está perdido. En medio de esta crisis, hay padres y madres que luchan por no dejar el clamor de sus seres queridos en el olvido. Ellos son quienes se arman de valor y enfrentan a una burocracia que a menudo parece inalcanzable. En algún momento, muchos de nosotros hemos sentido el mismo impulso de resistencia cuando el mundo parece cruzarse en nuestro camino.

Tal vez no podamos cambiar el mundo de la noche a la mañana, pero cada pequeño acto cuenta. Las manifestaciones, las cadenas de oración y la difusión de información sobre los desaparecidos pueden tener un impacto valioso. Todos podemos ayudar de alguna manera, ya sea siendo un aliado en las redes sociales o apoyando iniciativas locales que busquen justicia.

Compartiendo nuestras historias

Como alguien que ha vivido en zonas donde la inseguridad también ha sido un tema recurrente, comprendo que el miedo puede paralizar. Recuerdo una vez cuando, tras enterarme de un secuestro cercano, mi madre decidió que ir a la tienda era un lujo en ese momento. ¿Te suena familiar? Es un juego de espera en el que uno tiene que sopesar la necesidad de salir y lo que esto puede significar.

Dicho esto, creo firmemente que compartir experiencias personales puede ayudar a crear conciencia y romper el ciclo de miedo y silencio. Historias como la de Emmanuel y su familia deben ser contadas, recordadas y, sobre todo, honradas.

En conclusión: ¿qué podemos hacer?

Es difícil encontrar palabras que consuelen en medio de tanto sufrimiento. Sin embargo, lo que sí podemos hacer es no permitir que estas historias se conviertan en estadística. Las comunidades locales pueden y deben organizarse para velar por su seguridad. La presión social puede llevar a que el gobierno tome medidas más serias y efectivas.

Aquellos que buscamos un cambio, tenemos que ser parte de la solución: profesionales de los medios, organizaciones civiles, y todos los que tengan un gusto por la justicia. Hay que alzar la voz, la historia de Emmanuel no puede ser solo un eco en el olvido. La inseguridad en Chiapas y en México debe ser abordada con seriedad, coraje y, sobre todo, con esperanza. ¿Estaremos a la altura de este desafío? Ojalá que sí. Así que, ¡agárrate y prepárate para escribir una nueva historia donde la justicia sea el protagonista!

Esperemos que los esfuerzos de búsqueda de Emmanuel y su familia den frutos pronto, y que su historia pueda convertirse en un símbolo de lucha y perseverancia en la búsqueda de la verdad. Recuerda, cada voz cuenta. Y tú, ¿qué harías para ayudar a cambiar la situación?