Recientemente, el mundo ha sido testigo de un nuevo incidente en el siempre volátil panorama de Medio Oriente. La FINUL, o Fuerza Interina de las Naciones Unidas en Líbano, se encontró en una situación de riesgo inesperada cuando un militar, cuyas credenciales aún están siendo verificadas, fue operado de urgencia en un hospital de la misión en Naqoura. Este evento se produjo tras un ataque de las fuerzas israelíes que dejó a dos cascos azules heridos en lo que se ha descrito como el segundo incidente de este tipo en un lapso de tan solo 48 horas. ¿Qué significa esto para la estabilidad de la región y para aquellos que trabajan para mantener la paz en medio de conflictos?

Un conflicto no deseado

Los informes indican que, aunque Israel describió el ataque como “involuntario”, la situación no es menos alarmante. Según declaraciones de fuentes oficiales, el ejército israelí desea investigar a fondo lo sucedido, aunque ya ha aducido que el partido-milicia Hezbolá empleó a los cascos azules como “escudos” en este contexto de conflicto abierto. ¿Involuntario de verdad? Tal vez, pero luego de tantos años, el uso de tal terminología parece un recurso estándar para suavizar daños tanto físicos como reputacionales.

La pregunta es: ¿Cómo se puede proceder cuando todo un grupo de trabajadores humanitarios se ve en medio de un fuego cruzado? Es profundamente inquietante pensar que quienes se suponen destinados a traer paz y asistencia global también están bajo amenaza.

Una mirada interna: la vida de los cascos azules

Imaginemos por un momento la vida de un casco azul. No es como si llegaran a Líbano con una mochila y una colchoneta de camping, se instalan y esperan que las cosas sean sencillas. La realidad está lejos de ser así.

Cuando conversé con un amigo que pasó tiempo en Líbano como parte de la misión de la ONU, compartió conmigo cómo se sentía al estar en un lugar donde nunca sabía si el próximo disparo sería el último. Recuerdo que me decía, casi en tono de broma, “en lugar de un mapa, necesitas un contador de rayos”. Su mirada reflejaba la desesperación mezclada con una inesperada serenidad; como quien está acostumbrado, aunque no se debería, a desafiar el destino cada día.

Los hombres y mujeres que conforman la FINUL están allí para ayudar, para mantener la paz, para ejercer su deber humanitario, pero ¿quién los protege a ellos? La FINUL no solo se enfrenta al peligro de los combates, sino que también debe vigilar que pequeñas explosiones no se conviertan en tragedias.

La reacción del mundo

Al respecto, la respuesta internacional ha sido más bien cautelosa. Aunque hay reglas y protocolos establecidos, es evidente que las líneas se están difuminando. La FINUL ha sacado a la luz que edificios cercanos a sus posiciones en Ramya han registrado “importantes daños materiales por bombardeos cercanos”. Mientras tanto, el bombardeo constante entre Israel y Hezbolá parece convertirse en una rutina que no muestra señales de detenerse.

Si te pones a pensarlo, es un poco irónico que en medio de todo este conflicto, hay una necesidad inquebrantable de proteger a aquellos que intentan ayudar. Estos cascos azules están literalmente entre la espada y la pared. Como espectadores, es entendible sentirse impotentes ante esta situación.

Cuestiones de seguridad y derechos

La FINUL ha instado a todos los actores del conflicto a garantizar la protección del personal y las instalaciones de Naciones Unidas, una solicitud que suena un poco absurda cuando consideras el estado actual de la región. Mientras tanto, el llamado a mantener la tranquilidad se enfrenta a una ridícula ironía: el mismo lugar donde la paz está en juego, los soldados de la paz deben luchar para permanecer a salvo. ¿Es posible que el mundo se esté acostumbrando a tales ironías, o hay algo intrínseco en la naturaleza humana que siempre elige el conflicto sobre la cooperación?

Esto me lleva a reflexionar sobre cómo, en muchos niveles, la situación internacional nos afecta a todos. Detrás de cada noticia sobre conflictos y misiones de paz, hay historias de personas, como tú y como yo, que intentan hacer lo correcto en un mundo que parece no entender esas intenciones.

Reflexiones finales

El reciente ataque a los cascos azules de la FINUL es un recordatorio claro de cuán frágil es la paz en el medio oriente. Con el trasfondo de las tensiones entre Israel y Hezbolá, queda claro que el camino hacia una resolución pacífica es largo y complicado. Pero también debemos recordar que en este conflicto hay marginados; hay quienes están allí trabajando para construir puentes en lugar de muros.

Dante, en su Divina Comedia, describió el infierno como un lugar donde el sufrimiento nunca termina. Al ver la situación en lugares como Líbano, a veces parece que hemos creado un pequeño infierno en la tierra. Pero tal vez, con cada intento de paz, aún existe una chispa de esperanza.

Mientras tanto, nuestro deber como ciudadanos globales es permanecer informados, cuestionar las narrativas dominantes y no olvidar a aquellos cuya vida se arriesga en nombre de la paz. La próxima vez que escuches sobre un ataque a los cascos azules, recuerda que son seres humanos luchando una batalla que a menudo está fuera de su control. ¿No deberíamos todos trabajar para garantizar que, en lugar de ser meros números en un informe, se conviertan en el símbolo de una paz duradera?

Finalmente, la historia de Líbano y el papel de la FINUL nos recuerdan que, aunque a menudo nos sentimos impotentes ante las realidades del mundo, nunca debemos renunciar a pelear por la paz, incluso si es con una palabra, una oración o una reflexión.