Llega el invierno y, con él, la llegada de las enfermedades respiratorias. La fiebre, un síntoma habitual que puede generar preocupación entre los padres, aparece a menudo como una respuesta natural del cuerpo a una infección. Entonces, ¿cómo lidiar con la fiebre de nuestros pequeños de manera efectiva y, sobre todo, segura? El Hospital Gregorio Marañón de Madrid ha lanzado una serie de recomendaciones a través de su canal de YouTube, y hoy vamos a desglosarlas para ti. ¡Prepárate, porque vamos a entrar en el fascinante (y a veces aterrador) mundo del termómetro y las fiebres!

La fiebre como defensa natural: ¿amiga o enemiga?

La fiebre no siempre es el monstruo que pensamos. Según el pediatra Felipe González del Hospital Gregorio Marañón, la fiebre puede ser un mecanismo de defensa del cuerpo contra las infecciones, como la gripe. En lugar de entrar en pánico cada vez que vemos que nuestro pequeño tiene temperatura, deberíamos aprender a analizar la situación.

Recuerdo una vez, cuando mi hijo tenía apenas tres años, me llamó la atención que jugaba con una energía inusitada pese a tener fiebre. Como cualquier padre primerizo, corrí al médico. Ahí me di cuenta de que la fiebre no es siempre sinónimo de peligro. A veces, el niño solo necesita un poco de descanso y mucha atención.

Ocho pautas clave para manejar la fiebre en niños

A continuación, te ofrecemos las recomendaciones del Hospital Gregorio Marañón, que son simples y, sobre todo, efectivas:

1. Medir la temperatura correctamente

Primero lo primero: ¡olvidemos la estimación a mano! Para saber si nuestro pequeño tiene fiebre, necesitamos un termómetro. Según el médico, usar la vía rectal en los lactantes y la axilar en niños mayores es lo más recomendable. Los termómetros digitales son ideales, ya que ofrecen lecturas rápidas y precisas. Personalmente, siempre he optado por uno de esos que parecen una pistola, ¡así no hay lágrimas en el proceso!

2. Ropa ligera, por favor

Es tentador abrigar a nuestros pequeños cuando tienen fiebre, pero lo cierto es que eso puede generarles más incomodidad. En lugar de convertirlos en pequeños burritos, opta por ropa ligera y asegúrate de que la temperatura de la habitación esté entre 20 y 22 grados. Un poco de aire fresco nunca hizo mal, y nuestros pequeños agradecerán poder moverse libremente. ¿No es curioso cómo algo tan simple puede marcar la diferencia?

3. Adiós a los baños fríos

Tal vez hayas escuchado el viejo truco de bañar al niño en agua fría para bajar la fiebre. Sin embargo, el Dr. González desaconseja esta práctica. Los baños tibios son la clave: usa agua a unos 2-5 grados menos que la temperatura corporal. Sí, sabemos que es difícil resistirse a la tentación de calar a los pequeños en un iceberg, pero lo mejor es actuar con sensatez.

4. Antitérmicos: ¿sí o no?

Los medicamentos como el paracetamol o el ibuprofeno son útiles, pero nunca deben administrarse sin la previa consulta de un pediatra. No se te ocurra mezclar medicamentos: ¡esa no es la forma de demostrarles tu amor! Lo mejor es seguir siempre las recomendaciones médicas y no caer en la tentación de la automedicación.

5. Antibióticos, solo con receta

En ese caos de emociones que se siente al ver a nuestro hijo febril, es fácil querer hacer todo lo posible para mejorar su estado. Sin embargo, los antibióticos deben ser prescritos por un médico. Es fundamental entender que no todas las fiebres son bacterianas, y forzar su uso puede tener consecuencias indeseadas.

6. Respetar la pérdida de apetito

Cuando los niños tienen fiebre, es probable que su apetito desaparezca. En lugar de forzarlos a comer, es mejor ofrecerles líquidos y darles el tiempo que necesiten para volver a su rutina de alimentación. Recuerda que la hidratación es vital, así que asegúrate de que tomen agua, calditos o cualquier líquido que les guste.

7. No hay prisa por bajar la fiebre

Uno de los errores más comunes que cometen los padres es querer bajar la fiebre a toda costa. Durante las primeras 24 a 48 horas, el objetivo no es tanto reducir la temperatura como mantenerla. Los antitérmicos necesitan su tiempo para hacer efecto, así que no te precipites. Dale a tu pequeño el espacio para luchar contra la infección.

8. Permitamos que descansen

No necesitas añadir más presión a la situación. Si tu hijo necesita descansar y relajarse, dáselo. No todos los días son de fiesta, y menos cuando tienen fiebre. Dale esa oportunidad de descansar y recuperarse a su propio ritmo.

¿Qué hacer si la fiebre persiste?

A veces, a pesar de seguir todas estas pautas, la fiebre puede seguir presente. Es crucial saber cuándo buscar atención médica, lo cual puede ser difícil, especialmente para los padres primerizos. Si notas que la fiebre persiste durante más de tres días, o si tu hijo parece estar muy decaído, es mejor acudir al pediatra. Siempre es más seguro prevenir que lamentar.

Anécdotas y reflexiones

Hablar sobre fiebre no es lo más emocionante del mundo, especialmente si nos hemos convertido en los padres preocupados de la sala. Recuerdo una vez que estaba en la sala de espera del pediatra, rodeada de otros padres con la misma mirada de preocupación. Pero, a medida que comenzamos a compartir anécdotas sobre nuestras experiencias, el ambiente se tornó más ligero. ¡A veces, solo necesitamos una buena risa para aliviar el estrés! Después de todo, ser padres puede ser complicado, pero no estamos solos en esta aventura.

Recursos valiosos

Para aquellos que buscan más información, el canal de YouTube del Hospital Gregorio Marañón ofrece videos explicativos donde se desarrollan estas pautas con mayor profundidad. Puede ser útil ver a especialistas hablar sobre este tema, y, como un bonus, no hay que pagar ni un euro.

Cierre: Empatía en la crianza

Manejar la fiebre de nuestros hijos puede parecer una batalla interminable, pero recordemos que estamos en un viaje. Es normal sentirse abrumados, y a veces es incluso gracioso (cuando no es tu turno de lidiar con ello). Estamos unidos por el objetivo de cuidar y educar a nuestros pequeños lo mejor que podemos. Así que tómate un respiro, aplica estos consejos y, cuando todo lo demás falle, recuerda que un buen chiste siempre puede ayudar a aliviar el pánico. ¡Ánimo, superpapás y supermamás!