El impacto de las crisis, sin importar su naturaleza, siempre toca las puertas más vulnerables: los niños. La reciente catástrofe en la región sur de Valencia, donde la vida de muchos ha quedado paralizada, es un recordatorio sombrío de ello. Mientras muchos adultos intentan comprender y sobrellevar los estragos de una situación sin precedentes, los más pequeños, como los que habitan en Catarroja, Sedaví, Paiporta y Aldaia, se ven atrapados en una vorágine de emociones y realidades.

Y es que recordar el 2020, con las largas jornadas de encierro producto de la pandemia, me recuerda a lo que se siente estar atrapado en un juego del que no puedes salir. Aunque al inicio parezca divertido, a la larga comenzarás a cuestionar tu realidad. ¿Estamos todos un poco locos?

La vida de los niños en tiempos de crisis

Recuerdo una tarde en la que mis amigos y yo nos armamos de valor (y mucho ingenio) y decidimos crear un “campamento” en el jardín de mi casa. Era una locura total, o al menos eso quería creer mi madre, quien se asomaba a la ventana con una mueca que decía “ese niño está desvariando”. Efectivamente, los niños siempre han tenido un as bajo la manga para enfrentar lo que la vida les lanza.

En Aldaia, lo mismo sucede. Fran Guaita menciona cómo su hijo y sus amigos han vuelto a jugar en la calle, alejándose de las pantallas y recuperando así una forma de diversión clásica. Imaginen a siete niños jugando al pilla-pilla con un barro que a estas alturas es más conocido que muchos influencers. ¡Qué maravillosa resurrección de la infancia! Pero entre risas, también hay lugar para la tristeza.

¿Y qué pasa con el miedo?

Miedo es una palabra que, creo, todos hemos sentido en algún momento. Recuerdo la primera vez que escuché un trueno tan fuerte que me hizo pensar que el mundo se estaba acabando. Ahora, esos mismos niños que juegan en las calles de Aldaia se encuentran lidiando con experiencias que superan cualquier temor infantil. La devastación de su entorno es difícil de digerir; el barro que antes era un aliado perfecto para el juego ahora es símbolo de pérdida.

Ari y Sergi, dos primos de Paiporta, están viviendo su propia historia de resiliencia. Ayudando a repartir alimentos y productos de higiene, expresan con nostalgia que su tía lo ha perdido todo. ¡Y qué fortaleza se requiere para continuar adelante ante tal tragedia! ¿Dónde se encuentra la esperanza cuando lo poco que tienes se esfuma?

La importancia de volver a la escuela

“¿Por qué los colegios deberían abrirse pronto?”, pregunta Rodrigo Hernández, de Save The Children. La respuesta es sencilla: volver a un entorno escolar no solo significa seguir con las clases, entender las multiplicaciones y los verbos en pasado, sino también recuperar un refugio emocional.

La escuela es un espacio seguro, un lugar donde los niños pueden procesar lo que han vivido. Además, brindaría un alivio necesario a los padres que, como menciona Hernández, buscan desesperadamente apoyo para ayudar a sus pequeños. Sin embargo, el camino hacia la recuperación es largo.

Enseñanzas de la adversidad: una nueva generación de resilientes

Si hay algo que me ha enseñado la vida es que, a pesar de los infortunios, siempre podemos encontrar lecciones. Esta generación de niños, que muchos llaman “Generación de Cristal”, está demostrando ser todo lo contrario: serán de Duralex.

La capacidad que tienen para adaptarse y encontrar la luz en los momentos más oscuros es sorprendente. ¿Acaso no es eso la verdadera definición de resiliencia? Amanda, una amiga de la infancia, tiene un dicho que siempre me ha acompañado: “Es en la tormenta donde se forjan los mejores navegantes”.

Por lo tanto, los esfuerzos para ayudar a estos niños deben ser coordinados, reflejando una conciencia social genuina por parte de todos. El voluntariado puede ser vital, pero debe contar con el apoyo de profesionales en salud mental que dirijan el proceso. ¿No sería ideal que, por una vez, dejáramos de ver la situación como un simple problema y comenzáramos a ver las soluciones?

¿Qué se puede hacer?

Con el apoyo de organizaciones como Save The Children, la labor se está realizando para asegurar que estos niños regresen a la normalidad. Recomiendan abrir un diálogo sobre sus sentimientos, validar lo que sienten y permitirles participar en procesos de recuperación como una forma de empoderarlos. Y es que, ayer puede ser un mal recuerdo, pero hoy es la oportunidad de crear nuevos momentos.

Hernández advierte que la salud mental de los más jóvenes es un material muy sensible, y cuidar de ellos debería ser una de las prioridades más altas en la agenda de todos. La propuesta de destinar recursos suficientes, desde servicios de transporte gratuito hasta un enfoque más integral en la salud emocional, es vital para ayudarles a afrontar esta crisis.

Si de algo me enorgullezco es de la capacidad humana de conectar durante el dolor. Siempre he creído que no hay nada más poderoso que una comunidad unida. ¿Acaso no es este un momento donde todos necesitamos ayuda de nuestros vecinos?

La luz al final del túnel

En medio de la desolación, hay luces de esperanza. La comunidad se está uniendo para ayudar, y eso es algo digno de celebrar. Ver a los niños jugar, repartir caramelos y ayudarse mutuamente es un recordatorio de que aun en los peores momentos, la humanidad puede alzar su voz, y es una voz que resuena en cada rincón de Valencia.

Me gustaría concluir este artículo recordando que las crisis pueden ser devastadoras, pero también pueden ser el catalizador para aprender y crecer. Cada niño que juega al pilla-pilla en un barrio cubierto de barro es un símbolo de esperanza. Es un mosaico de resistencia, una prueba de que, aunque el mundo esté patas arriba, siempre hay espacio para la alegría, la amistad y el amor.

Así que, ¿qué podemos hacer? Unámonos como comunidad, estemos allí para los más vulnerables y, lo más importante, nunca dejemos de jugar como si el mundo realmente fuera un lugar seguro. Porque a veces, solo necesitamos un poco de barro y un grupo de amigos para recordar que la vida, aunque difícil, siempre merece ser vivida.