La vida, en su caos y complejidad, a menudo nos da sorpresas inesperadas. Recuerdo, como si fuera ayer, aquellos momentos de confinamiento durante la pandemia. ¿Quién no se sintió abrumado, encerrado y, a menudo, un poco loco? Era un desfile de gente que hacía pan, cocinaba recetas gourmet o incluso consideraba iniciar su propio negocio online. Pero, entre tantas actividades, también emergieron voces creativas que hicieron que la experiencia de estar en casa fuera un poco más digerible. Hoy, quiero centrarnos en un fenómeno especialmente fascinante: el auge de los influencers y el curioso término que ha llegado a popularizarse en este ámbito: «mendigram».
La génesis de todo: un encierro forzado
Durante aquellos días de encierro, todos teníamos mucho tiempo. Como bien dice el dicho, «el tiempo es oro», pero en nuestro caso pasó a ser «tiempo es memes y algo de pan casero». Así fue como Lorena Macías, una publicista que trabajaba en el entorno de las redes sociales, se dio cuenta del inmenso potencial humorístico que albergaba Instagram. «Hasta entonces no conocía mucho el ecosistema de influencers español», cuenta Lorena. «Pero de repente, encontré fotografías raras y muy cómicas. Así que hice un meme, dos memes, cuatro, cinco…». ¡Y ahí comenzó el fenómeno!
Su cuenta, @hazmeunafotoasí, comenzó a ganar tracción como una bola de nieve. ¿Pueden imaginar la sorpresa de Lorena al ver cómo, de un meme a otro, su atrevida visión sobre el mundo de los influencers la llevó a tener más de 333,000 seguidores? ¡Vaya locura!
La divertida, y a veces oscura, vida de un influencer
Lorena se sumerge en el fascinante, y a menudo absurdo, mundo de los influencers. Desde la promoción de productos hasta las rivalidades puestas en escena, su cuenta destaca por el humor punzante y una crítica bastante necesaria sobre la cultura de la influencia. En sus palabras: “Es una cuenta donde nos reímos de la pantomima que es Instagram”. Y, honestamente, ¿quién no ha sentido que, a veces, las redes son un gran escenario en el que todos actuamos un poco?
Pero ¿qué es lo que realmente se esconde detrás de esas fotos perfectamente diseñadas y esas historias que nos muestran una vida perfecta? Como bien explica Lorena, “el problema no es que los influencers ganen dinero, es que nos tomen por tontos para hacerlo”. En su libro, Cien años de mendigram, Lorena profundiza en esta compleja relación entre los influencers y su audiencia, convirtiendo la crítica en un análisis mordaz sobre la modernidad.
Mendigram: un término que se adentra en la cultura del influencer
El concepto de mendigram es un chiste que no muchos conocen. Pero, para entenderlo, imaginen a una influencer pidiendo recomendaciones a sus seguidores sobre tartas, aspiradoras o, peor aún, hoteles en Mallorca. Al día siguiente, casualmente recibe lo que había «mendigado» en su cuenta de Instagram. ¿Calidad o cantidad? La línea es difusa, y eso es lo que lo hace tan hilarante como revelador. Lorena lo aclara: «Es simplemente el concepto de mendigar a través de las redes, y a veces la gente se sorprende al descubrir que estas dinámicas son más comunes de lo que parecen».
El camino hacia la credibilidad
Con el tiempo y el creciente número de seguidores, a Lorena le llegó la oportunidad de hablar sobre temas más profundos a través de su podcast llamado Influ-Realismo mágico. En este espacio, aborda aspectos fundamentales de la industria del influencer que desafían el modo en que vemos la publicidad digital. Sin filtros, y con un abierto sentido crítico, su plataforma permite a la audiencia obtener no solo risas, sino también información que nos invita a reflexionar sobre un entorno que, a menudo, es engañoso.
¿Quién no ha mirado con desconfianza a un influencer que promociona productos milagrosos? Ese tema aparece de lleno en su podcast, que incluye análisis sobre cómo las marcas mercantilizan temas serios, como la salud, en el contexto de las redes sociales.
Convertirse en la crítica de sí misma
Un punto notable mencionado por Lorena es su transición de «creadora» a «destructora de contenidos». Aunque el término suena un poco duro, hay una sutil belleza en esta transformación. A menudo se le ve a ella como una figura que no solo entretiene, sino que también educa, fecha que resulta crucial en un mundo donde los límites entre contenido auténtico y publicidad son difíciles de discernir. En sus propias palabras, ser influencer es un trabajo, y como en cualquier trabajo, hay quienes lo hacen bien y otros que simplemente buscan llamar la atención.
La vida de un influencer no es fácil; administrar la presión de las expectativas y mantener un contenido que sea atractivo y significativo requiere dedicación. Sin embargo, muchas veces estos desafíos son minimizados por la percepción pública. Es fácil olvidar que detrás de cada post de Instagram hay un ser humano que también puede tener días malos.
La encrucijada de la autenticidad
Conforme la conversación avanza, introspectivamente nos dirigimos hacia una pregunta fundamental: ¿es sostenible el modelo de negocio basado en influencers? La respuesta, como en cualquier fenómeno cultural, es compleja. Lorena sostiene que, si bien la industria de los influencers se encuentra en una encrucijada, aquellos que realmente aporten valor a sus audiencias y no se enfoquen únicamente en la sobreexposición serán los que continúen brillando.
En este sentido, la evolución de las redes sociales crea nuevos nichos para desarrollar contenido que abarca desde la divulgación científica hasta el humor; de esta manera, la autenticidad emerge como un pilar central para construir lealtad con la audiencia.
Reflexiones finales y un toque de realidad
El mundo de los influencers puede parecer un circo de rarezas, pero también es una analogía sobre nuestras propias interacciones y percepciones en la era digital. A través del humor corrosivo y la observación crítica, Lorena nos presenta un espejo donde los seguidores pueden verse y cuestionar su propia relación con el contenido que consumen.
¿Cómo nos afectará a largo plazo el fenómeno de los influencers y la cultura del «mendigram»? Ah, esa es la pregunta que todos deberíamos estar reflexionando. Con la proliferación de contenido «fácil» y a menudo superficial, es fundamental cultivar un enfoque crítico y reflexivo.
El libro de Lorena, sumado a su trabajo en Instagram y su podcast, no solo contribuye a la conversación sobre la industria de la influencia, sino que también nos invita a mirar más allá de la superficie. En un mundo digital repleto de filtros, risas y contenido atractivo, quizás es hora de que también nos tomemos un momento para reírnos de nosotros mismos y de nuestra propia hipocresía.
Así que, ¿listos para abrir los ojos y nadar un poco más allá de la superficie de la cultura de influencers? Porque, al fin y al cabo, el humor y la crítica nunca han matado a nadie, y, quizás, sí nos hacen un poco más inteligentes.