La historia de Europa Central está salpicada de inundaciones devastadoras que han dejado cicatrices en la memoria colectiva de sus habitantes. Sin embargo, en el reciente episodio marcado por la borrasca Boris, la situación fue diferente; las lecciones del pasado se hicieron notar, transformando lo que antes era caos en una gestión más efectiva de la emergencia. Permíteme contarte sobre esta evolución y cómo el continente aprendió a lidiar con el agua, un desafío que va mucho más allá de un simple fenómeno climático.

Desastre y aprendizaje: del pasado al presente

Para aquellos que no lo saben, las inundaciones de 2002 fueron una verdadera tragedia, con una cifra escandalosa de 232 muertes en Austria, Alemania y la República Checa. En ese entonces, los sistemas de alerta eran rudimentarios, y muchas personas se encontraron con las aguas de los ríos invadiendo sus hogares sin previo aviso. Sin embargo, en septiembre de 2024, cuando la borrasca Boris decidió hacer una visita, el panorama fue radicalmente distinto.

Es aquí donde entra la maravillosa tecnología moderna. Varios modelos meteorológicos reflejaron la posibilidad de un fenómeno extremo y, sorprendentemente, las alertas se emitieron con suficiente antelación. Recuerdo haber leído sobre cómo Eleonore, una jubilada en Austria, compartió su experiencia: «Esta vez, la situación es mucho mejor», dijo, recordando cómo el agua se había colado en su hogar sin que nadie le avisara en 2002.

La predicción al rescate

La ciencia ha avanzado a pasos agigantados. Hoy en día, contamos con una red de puntos de medición que nos permiten vigilar en tiempo real el nivel de los ríos. La clave está en saber cuánta lluvia caerá y anticiparse a las crecidas. Si en el pasado los austriacos solo podían prever el ascenso de las aguas del Danubio con horas de antelación, ahora tienen proyecciones que permiten prepararse con días de antelación.

Como se dice, «el conocimiento es poder», y en este caso, el poder tiene formas muy concretas. Las autoridades austriacas aprendieron de las inundaciones pasadas y, en respuesta a las sombrías predicciones de la borrasca Boris, se embanderaron para proteger a la población. Eventos y conciertos fueron cancelados; incluso la famosa banda de metal Agriculture tuvo que quedárselo en casa, lo que, admitámoslo, es una tragedia moderna.

¿Alguna vez te has encontrado en una situación donde prefieres quedarte en casa? Eso es lo que muchos austriacos hicieron, optando por lo que llamaron el «primer confinamiento climático».

La experiencia checa: diferencias en la respuesta

En la República Checa, como bien buscaba Marek Stys, responsable de emergencias de People in Need, el pronóstico también fue clave. La rápida actuación y la comunicación efectiva han sido fundamentales. El número de afectados fue significativamente menor en comparación con 2002, gracias a los pronósticos precisos que se hicieron virales en los canales de television y redes sociales.

Un testimonio inolvidable es el de Jaroslav, un checo que recordó cómo «preparamos el equipaje de evacuación y esperábamos instrucciones», lo que demuestra que la preparación es la madre de la salvación. Mientras en 2002 el número de evacuaciones superó las 200,000, en 2024 se reportaron menos de 10,000, lo que es un progreso notable. Sin embargo, parece que todavía hay mucha fricción entre las autoridades y la población.

¿La desconfianza juega un papel?

La desconfianza hacia las autoridades es una sombra persistente en toda crisis. A pesar del meticuloso sistema de alertas, algunas personas decidieron ignorar las evacuaciones. Esto resulta en una pregunta inquietante: ¿qué es lo que detiene a la gente de seguir las instrucciones? Cada desastre natural trae consigo la necesidad de evaluar y reconsiderar nuestra relación con los mensajes oficiales. ¿Cuántas veces hemos escuchado a alguien decir «¡Eso nunca sucederá aquí!»?

¿Cómo se miden las respuestas en diferentes países?

Las dos Cieszyn, una en Polonia y otra en República Checa, presentan un fascinante análisis de la respuesta a emergencias. Mientras el lado checo estaba organizando evacuaciones y líneas de emergencia desde la noche anterior a la tormenta, el lado polaco no comenzó a reaccionar hasta que ya era muy tarde.

Esto destaca un aspecto crítico: coordinación y comunicación son esenciales. En situaciones de emergencia, los países deben trabajar juntos como un solo cuerpo, en vez de operar como si estuvieran en islas separadas. ¿Por qué es tan difícil esto, incluso frente a un enemigo común como una inundación?

Claves para una mejor respuesta ante emergencias

Vale la pena reflexionar sobre el sistema europeo de alertas que se basa en la Directiva Europea sobre Inundaciones. Este marco establece lineamientos, pero como hemos visto, su efectividad depende de cómo se lleva a cabo su implementación. Los servicios de emergencia, medios de comunicación y comunidades deben estar en la misma página.

Hannah Cloke, la hidróloga británica, nos recuerda que las alertas no deben ser extremas; no puede ser simplemente «todo está bien» o «emergencia total». En algún lugar intermedio hay que establecer un sistema más claro, que considere el contexto y personalice los mensajes.

El llamado a un enfoque integral

La clave aquí es el mensaje que debe ser diverso. Mientras que los alertas a teléfonos móviles son una herramienta efectiva, no son la única; no todos tienen uno, y menos aún saben cómo reaccionar adecuadamente. Por lo tanto, se necesita un enfoque que utilice múltiples canales de comunicación, incluyendo medios tradicionales, redes sociales y, sí, incluso comunicación personal entre vecinos.

Así que aquí vamos. Dejémosle claro a Europa y al mundo que no podemos permitir que la falta de información vuelva a ser responsable de muertes. ¿Cómo es posible que en 2024, en sociedades avanzadas, las noticias falsas influyan en las decisiones de evacuación?

Reflexionando sobre la gestión de crisis

Las inundaciones no son solo un tema meteorológico; son un asunto social y humano que requiere nuestra atención. La experiencia del pasado nos enseña que incluso la mejor tecnología no puede reemplazar la preparación humana y la acción colectiva. La lección aquí es clara: necesitamos aprender a bailar con las inundaciones, adaptándonos a su ritmo, protegiéndonos a nosotros mismos y a nuestras comunidades.

Sin embargo, ¿no te parece curioso que a menudo necesitamos una crisis para recordarnos la importancia de estar preparados? Tal como lo dijo alguien alguna vez, «la preparación para emergencias no es un lujo, es una necesidad».

Así que, ya sea que estés en Austria, República Checa o España, la clave es actuar, coordinar y preparar. Si la borrasca Boris nos ha demostrado algo, es que no importa cuán avanzada esté nuestra tecnología o ciencia, la interacción humana y la confianza son fundamentales para transformar el potencial de desastre en resiliencia. Después de todo, todos queremos vivir con la seguridad de que, cuando el agua suba, tengamos las herramientas y el conocimiento—y si tenemos suerte, un buen par de botas de agua a la vista.