La situación en Colombia ha alcanzado niveles alarmantes, que parecen sacados de una novela de terror, pero que, desgraciadamente, son tan reales como los informes que llegan desde el Comité de la ONU para la Desaparición Forzada. Recientemente se reveló que 20.000 cuerpos están «resguardados» en un hangar del aeropuerto de Bogotá, sin poder identificar ni darles un merecido lugar de descanso. ¿Cómo ha llegado el país a este punto, y qué pasos se están tomando para resolver esta crisis?

Un hangar lleno de historias no contadas

Imagínate un hangar, tan grande como un estadio de fútbol, pero lleno de historias trágicas en lugar de balones y banderas. Carmen Rosa Vila, experta del Comité, nos brindó esa escalofriante revelación en una reciente rueda de prensa: cerca de 20.000 cuerpos permanecen en un limbo, esperando en un espacio que ni siquiera debería ser un lugar de descanso. ¿Te has preguntado alguna vez qué pasaría si un ser querido desapareciera sin dejar rastro? Es un pensamiento desgarrador que nos lleva a cuestionar la efectividad de las instituciones encargadas de la identificación de los cuerpos en Colombia.

La situación en Medicina Legal es crítica. Con recursos materiales y humanos insuficientes, se ha vuelto casi imposible llevar a cabo el trabajo forense necesario para identificar a estos cuerpos. Como si se tratara de un rompecabezas gigante sin piezas, el país se enfrenta a un desafío abrumador.

La sombra de la desaparición forzada

La Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD) ha reportado más de 111.000 personas desaparecidas en el país antes de 2016. Sin embargo, después de esa fecha, las cifras son difíciles de dimensionar, y algunos calculan que el número real podría estar entre 98.000 y 200.000. Eso significa que, en un país como Colombia, la desaparición forzada es un fenómeno tan arraigado que se ha vuelto parte de la historia cotidiana. Cada número representa un ser humano, una familia desgarrada.

Piensa en ello un momento. ¿Cuántas veces has visto en las noticias una historia sobre una persona desaparecida? Es probable que ya estemos tan habituados a las malas noticias que simplemente pasamos a la siguiente historia. ¿Cuántas de esas historias resuenan en ti? ¿Cuántas nos hacen detenernos y reflexionar sobre la magnitud del sufrimiento humano?

La falta de recursos: un problema atroz

Vila también destacó la falta de espacio y recursos para preservar los cuerpos. Lo que debería ser un proceso de dignidad, el brindar un descanso a quienes han sufrido, se convierte en una tarea monumental que a menudo no puede ser resuelta. La pregunta que viene a la mente es: ¿cómo se ha dejado llegar a este extremo?

Según el Comité de la ONU, hay una falta de profesionales capacitados para realizar el trabajo técnico forense necesario. En un país que todavía lucha con las secuelas del conflicto armado y la violencia, la insuficiencia de este tipo de recursos es como poner una venda sobre una herida abierta. La ironía aquí es abrumadora: en un lugar donde se necesita más atención forense, parece que hay una escasez alarmante de quienes puedan ofrecerla. ¡Qué locura!

Ventanas al dolor: el testimonio de la cultura afrocolombiana

Es difícil hablar de cuerpos sin identificar sin mencionar a quienes aún están vivos, esas personas que están buscando respuestas. Con la muerte reciente de «La Negra Grande de Colombia», una voz icónica de la cultura afrocolombiana, el país ha perdido no solo una artista, sino también un símbolo de resiliencia. Su legado es una clara representación del esfuerzo colectivo por seguir adelante a pesar del dolor. La cultura y la música son consuelo en medio de una crisis, pero ¿es suficiente?

A menudo he pensado en momentos en los que la música me ha ayudado a enfrentar mis propias pilas de problemas. Puedo recordar una vez en que estaba agobiado por el estrés del trabajo y, de repente, escuché una canción que me levantó el ánimo. Pero ahora imagina que estás buscando a alguien que desapareció y esa canción suena como un eco del pasado, recordándote lo que perdiste. Eso es lo que viven muchos colombianos en su día a día.

La esperanza en la búsqueda de justicia

A pesar de lo abrumadora que pueda parecer la situación, hay una chispa de esperanza en el horizonte. La visita del Comité a Colombia representa un paso hacia la rendición de cuentas, una oportunidad para que las autoridades se enfrenten a la realidad y trabajen en soluciones. La presentación de un informe en Ginebra el próximo año podría ser el inicio de esfuerzos más concertados para abordar la crisis del país.

¿No te parece irónico? Un viaje de miles de kilómetros desde Ginebra para abordar un problema local, pero con una resonancia global. Esto resalta la naturaleza intercambiable de las luchas humanas: la búsqueda de justicia, dignidad y paz es una constante universal.

Necesitamos escuchar para sanar

Una de las claves para resolver crisis como esta es escuchar. Escuchar a quienes han perdido seres queridos, a aquellos que viven con la incertidumbre y el miedo diario. Las historias personales son las que dan vida a las estadísticas frías y duras. Hay esperanza en el diálogo y, si algo puede ayudar a sanar a Colombia, es la capacidad de comunicarse. Muchas veces, incluso un simple «estoy aquí para ti» puede tener un impacto monumental.

Imaginen, por un instante, que cada uno de esos 20.000 cuerpos pudiera contar su historia. Cada uno de ellos representa una familia, un hogar, una vida interrumpida. En vez de quedarnos atascados en la desesperanza, deberíamos proyectar una luz sobre estas historias y buscar la verdad.

Hacia una Colombia más inclusiva

Es ridículo pensar que en un tiempo moderno aún tengamos tantos desafíos para la identificación forense y dignificación de los muertos. La modernidad puede ofrecer tecnología, pero sin la voluntad política adecuada, se convierte en un mero adorno. ¿No deberíamos perseguir una Colombia más inclusiva y resuelta contra esta problemática silenciosa?

La falta de atención hacia el dolor social no solo afecta a las familias de los desaparecidos, sino que también erosiona la confianza pública en las instituciones. Cada día que pasa sin justicia es un día más que se añade a una lista infinita de injusticias que se sienten sobre los hombros de aquellos que solo buscan respuestas.

Conclusión: reflejando sobre el futuro

La crisis de desapariciones en Colombia es un recordatorio brutal de que la injusticia y el sufrimiento humano aún persisten en el mundo. Nos toca preguntarnos, como ciudadanos globales, qué estamos haciendo para abordar problemas que parecen pertenecer solo a «otros lugares». La compasión y la acción son las únicas respuestas adecuadas. En un mundo donde el ruido a menudo ahoga las voces más vulnerables, debemos comprometernos a escuchar.

Así que, la próxima vez que escuches un número o un estudio sobre la desaparición forzada, recuerda que detrás de cada cifra hay un ser humano que merece ser identificado, dignificado y recordado. La lucha sigue, y es a través de la memoria, la justicia y la empatía que podemos llevar a esos 20.000 cuerpos hacia su descanso final. Es hora de que Colombia y el mundo abran los ojos a la realidad y tomen un compromiso serio: el dolor ajeno no debe ser un eco olvidado en un hangar oscuro.