La situación del sistema sanitario en Canarias ha alcanzado un punto álgido que no puede ser ignorado. El caso de Sandra Ramos y su madre en el Hospital Universitario de Canarias (HUC) es solo uno de los muchos ejemplos que reflejan un problema más amplio y preocupante. Pero, ¿qué es lo que realmente está sucediendo en nuestras salas de urgencia? ¿Por qué ya no se trata de un “si me toca, me toca”, sino de un “nos podría tocar a todos”? En este artículo nos adentraremos en la compleja realidad del sistema sanitario canario, utilizando tanto anécdotas personales como datos y hechos actuales. Acompáñenme en este viaje por la realidad de un espacio que debería ser un refugio y que, lamentablemente, se ha transformado en un lugar de desesperación.

La historia de Sandra y su madre

Imagina a una madre de 65 años que es llevada al hospital por una preocupación médica. La médica de familia detecta valores preocupantes en un análisis de sangre y, con la esperanza de encontrar respuestas, la envía a urgencias. Pero, ¿qué le espera? Según cuenta Sandra, su madre pasó más de 80 horas sentada en una butaca—sí, una butaca geriátrica—esperando ser admitida en una cama. Sin cama, sin espacio… y todo esto, mientras una multitud de otros pacientes también intentaba lidiar con sus propias preocupaciones.

La experiencia de tener a un ser querido en un lugar como ese puede ser angustiante. Recuerdo una vez que mi abuela tuvo que ser hospitalizada; el caos en la sala de urgencias era tan tangible que parecía que íbamos a perderla entre tanto ruido y desorganización. A veces, es en el momento más difícil cuando nos damos cuenta de cuán frágil es nuestro sistema de salud, ¿no crees?

El colapso: una crisis estructural

La vivencia de Sandra no es única, sino representativa de un colapso estructural que ha ido creciendo con el tiempo en el sistema sanitario. Según fuentes de la misma sanidad canaria, la puerta de entrada a este caos son las urgencias, que se han convertido en un embudo donde la cantidad de pacientes supera la capacidad de atención. En el HUC, los pasillos se han transformado en zonas de espera y los pacientes, a menudo, terminan en gimnasios o áreas que no fueron diseñadas para atención médica.

La realidad es que la saturación de las urgencias no es un simple inconveniente; es una crisis de salud pública. Para aquellos de nosotros que no pasan tiempo en hospitales, puede ser fácil ignorar la problemática. Pero cuando un YO de la vida se convierte en un de urgencias, la situación toma una gravedad alarmante.

¿A qué se debe esta saturación?

Los profesionales de la salud han señalado varios factores: un aumento de la población envejecida, más enfermedades crónicas y una incapacidad para adaptarse a estas necesidades en constante crecimiento. Alejandro Gordillo, portavoz del sindicato de enfermería, mencionó recientemente que el HUC “se quedó pequeño el día que abrió”. ¡Y pensar que ese hospital había sido inaugurado con tanta pompa! ¿Por qué seguimos ignorando las advertencias?

Pero no solo se trata de números. Hay un bloqueo de camas en planta que también complica la situación. Pacientes que ya han recibido el alta médica y que solo requieren cuidados en un hogar o residencia militan en las camillas de los hospitales, lo que agrava aún más la saturación. ¿Por qué somos tan lentos en encontrar soluciones a estos problemas?

El papel del personal sanitario

En medio de este caos, la valía del personal sanitario se revela en momentos de presión extrema. Aunque el personal del HUC ha sido destacado como “atento, con buen humor y buena predisposición”, hay una palpable sensación de agotamiento y hastío. Sandra Ramos hace hincapié en que “la relación de pacientes es demasiado elevada” y que esto compromete la atención que cada paciente merece. Así, mientras la maquinaria de salud lucha por mantenerse en marcha, el bienestar de los que están al mando es una preocupación que se deja de lado.

La atención médica está diseñada para ser humana. A veces, siento que en nuestra vida cotidiana, olvidamos la importancia de la empatía. Si un médico puede sonreír en medio del desorden, quizás nosotros también podemos encontrar pequeñas maneras de contribuir a que esa sonrisa no se apague.

Un sistema que necesita reforma

Se ha escuchado un eco creciente entre los trabajadores de la salud sobre la necesidad de reformas estructurales. La demanda asistencial sigue en aumento frente a un suministro que se ve frenado por un déficit de personal. Y mientras tanto, las ambulancias bloqueadas en las puertas de los hospitales representan la espera desesperante que sufren no solo los pacientes, sino también sus familias. Es un juego en el que nadie gana.

Pero, ¿por qué no tomamos acciones más claras? Quizás la respuesta repose en la voluntad política de resolver una crisis que lleva años gestándose. Al igual que muchas problemáticas en nuestro mundo, este asunto necesita ser llevado a la mesa de discusión de una vez por todas.

La falta de apoyo social

Uno de los aspectos más preocupantes que surge de este colapso es la falta de apoyo social para aquellos pacientes que no pueden volver a casa tras recibir el alta. La ausencia de un sistema de atención comunitaria adecuado significa que muchos se quedan atrapados en hospitales, algo que ha estado en la lista de prioridades desde hace tiempo, pero que, lamentablemente, sigue sin solución. Hasta 400 pacientes en Tenerife están en esta situación, según Patricia Hernández, del sindicato Intersindical Canaria.

Es triste pensar que mientras algunos vivimos con tranquilidad, hay otros que esperan en camas de hospital, no porque lo necesiten, sino porque el sistema falla en brindarles la atención que realmente requieren. ¿No debería ser nuestra responsabilidad asegurarnos de que todos tengan un hogar al que regresar?

Conclusiones y un llamado a la acción

A medida que nos sumergimos en la realidad del colapso sanitario en Tenerife, es claro que no se trata solo de un problema local; es un llamado a la acción para todos. Deberíamos estar buscando maneras de involucrarnos, de hablar y de presionar para que se realicen cambios necesarios en el sistema.

Así que la próxima vez que escuches sobre una situación en un hospital, recuerda que detrás de cada cifra hay historias, familias y vidas en juego. Tal vez no haya una solución inmediata, pero el primer paso es crear conciencia.

¿Te gustaría que nuestra comunidad, nuestros líderes, y las futuras generaciones no solo experimentaran un servicio de salud eficaz, sino que también lucharan por esa necesidad básica? Esperemos que Sandra y su madre no sean solo un ejemplo de lo que podría salir mal, sino una representación de lo que podemos cambiar si nos unimos en voz alta.

Es momento de mirar más allá de las circunstancias y trabajar juntos. No más butacas geriátricas saturando las urgencias, no más historias que se repiten una y otra vez. La salud pública es un derecho. Y los cambios comienzan contigo y conmigo. ¿Estamos listos para hacer la diferencia?