La plaza de los Omeyas en Damasco se ha convertido en el epicentro de una ola de alegría desbordante y festiva, y todo esto tras la caída del régimen de Bashar al Assad. Si alguna vez te has preguntado cómo se siente celebrar una gran victoria después de años de lucha, quizás deberías seguir leyendo. El viernes de celebración fue el día en que los sirios finalmente dejaron caer el peso de un régimen que les había oprimido durante tanto tiempo.

Un día histórico en la plaza de los Omeyas

Para muchos, la plaza de los Omeyas no es solo un punto de encuentro; es un símbolo de la historia y la resistencia del pueblo sirio. Cuando llegué allí ese día, la atmósfera era palpable. Miles de personas, envueltas en la bandera tricolor de Siria, se dirigían hacia el corazón de Damasco. Osama Al Rez, un comerciante que lleva 45 años en su tienda cerca de la mezquita, no podía contener su emoción. “He presenciado muchas oraciones, pero nunca algo como esto”, decía mientras observaba la multitud. ¿Te imaginas ser parte de un momento que tus hijos y nietos recordarán por generaciones?

La importancia del rezo colectivo

Detrás de la alegría se encontraba un fuerte sentido de comunidad. Muchos se reunieron para asistir a la mayor oración que algunos habían visto en su vida. Decenas de miles de personas, según medios locales, inundaron la plaza, creando un sentido de unidad que había estado ausente durante años. Mientras tanto, las preguntas flotaban en el aire entre los jóvenes: “¿Cuándo vendrá Erdogan a Damasco a rezar?”. La historia se reescribía en tiempo real y todos querían ser parte de ella.

Entre milicianos y héroes

En medio de la euforia, la figura de los milicianos emergía como la de los héroes de la jornada. Mahmud Al Ali, un hombre que tomó las armas al cumplir 14 años, resumió el sentimiento de muchos al decir: “He necesitado 13 años, 8 meses y 24 días para disfrutar de este momento”. ¿Te imaginas ser parte de una historia tan larga y de sacrificio? La gente se agolpaba para tomarse fotos con aquellos hombres que habían luchado por la libertad, casi como si estuviesen posando con figuras legendarias de su infancia.

La declaración de libertad se hacía eco en la plaza: “¡Bashar es un hijo de puta! ¡Daremos la vida por la patria!” y al grito de alegría se sumaban fuegos artificiales que iluminaban el cielo, convirtiendo la noche en un espectáculo lleno de color y esperanza. ¿Cómo no sentirse aliviado y eufórico en un momento como ese?

La herencia del miedo

Sin embargo, no todo era oro reluciente. Detrás de las sonrisas había un futuro incierto. Como diría Dania Shihab, una joven empleada de la Media Luna Roja: “Es un día histórico porque al fin somos libres, ya no tenemos sobre nuestras cabezas a ese psicópata”. La celebración era intensa, pero la llegada de las nuevas autoridades islamistas y su promesa de “un Estado civil basado en la Sharía” mantenía un halo de incertidumbre que flotaba sobre la multitud. ¿La libertad realmente significará libertad para todos?

Esperanzas y realidades

La realidad política post-al Assad es un rompecabezas que todos los sirios deben resolver. Las preocupaciones sobre el respeto hacia minorías y la transición a un régimen que realmente represente a todos eran temas recurrentes de conversación en esas horas festivas. “Por el momento no he sentido presión alguna”, repetía Dania, alzando las voces de sus amigas. Pero en un país donde el miedo ha sido compañero constante durante años, ¿quién puede estar realmente seguro de lo que viene?

Un mundo sin disparos

La ausencia de disparos era prácticamente un símbolo de la celebración misma. Al Jolani, que se había convertido en un nombre familiar entre los festejos, había pedido que no se disparara y que las armas sirvieran solo para capturar momentos memorables. En ese círculo de tiradores jubilantes, jóvenes y niños sostenían armas, no como símbolos de guerra, sino como recuerdos de tiempos mejores. El cambio mental era palpable, y de alguna manera, incluso inspirador.

El futuro incierto

A medida que la fiesta avanzaba, muchos comenzaron a reflexionar sobre lo que significaba esta nueva etapa. La expectativa de que un día, quizás no muy lejano, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, honrara su promesa de orar en Damasco, se convirtió en un símbolo de un futuro que todos imaginaban. A medida que los fuegos artificiales estallaban y la música llenaba el aire, el diálogo político también reverberaba silenciosamente entre la multitud.

La euforia por la caída de al Assad era palpable, pero los sirios también sabían que la verdadera batalla apenas comenzaba. La historia se estaba escribiendo en tiempo real, y cada uno de ellos tenía un papel en ella.

Reflexión final

Es raro vivir un momento tan vibrante y transformador. Damasco, una ciudad marcada por la guerra, estaba tomando un nuevo rumbo, y la esperanza resonaba. Pero esa esperanza también venía con una advertencia; el pasado no se olvida fácilmente.

¿Qué significa realmente ser libre? A veces podemos obtener la libertad física de un régimen opresor, pero la verdadera lucha reside en construir un futuro donde cada voz sea escuchada y cada individuo se sienta valorado. Esa es la lucha que los sirios deben seguir librando, porque, al final del día, la verdadera victoria no es solo la caída de un régimen, sino el florecimiento de una nueva sociedad basada en la paz, la equidad y el respeto mutuo.

Y tú, ¿cómo te imaginas la revolución en tu propio país? ¿Es solo un cambio de gobierno, o es algo más profundo? La historia de Siria nos ofrece lecciones que todos debemos considerar.