En tiempos de crisis, cuando las inundaciones parecen convertirse en un fenómeno cada vez más común, la información precisa y confiable se convierte en un bien muy valioso. Recientemente, hemos sido testigos de cómo el agua se ha llevado no solo pertenencias, sino también recuerdos y, en algunos casos, vidas. En medio de este caos, es natural que surjan preocupaciones sobre la salud pública, sobre todo con el temor de que los cadáveres puedan transmitir enfermedades. Pero, ¿realmente debemos preocuparnos?
Las afirmaciones sobre infecciones: ¿verdad o mitos?
El director del Imelec ha tranquilizado al público al afirmar que los cadáveres no son infecciosos. Su comentario me recordó a mi abuela, quien siempre decía: “No hay que tener miedo de los fantasmas, sino de los vivos.” Pero volviendo al tema, según la Organización Mundial de la Salud, los cuerpos, en general, no transmiten enfermedades. La única excepción serían los casos de fiebres hemorrágicas y cólera, por lo que podemos respirar un poco más tranquilos.
Una anécdota que me viene a la mente es cuando, el año pasado, mi perro encontró un pez muerto en la playa. Yo, como todo buen dueño, entré en pánico, imaginando que podría estar transmitiéndome algo. Al final del día, solo terminó siendo una buena historia de «mi perro y su amigo el pez». Lo mismo ocurre aquí: la percepción del peligro puede ser mucho más dañina que el peligro mismo.
La perspectiva de la epidemiología
Óscar Zurriaga, presidente saliente de la Sociedad Española de Epidemiología y Salud Pública, también ha compartido su perspectiva, afirmando que no hay un riesgo inmediato de enfermedades como el cólera o el tifus en las zonas afectadas. Es un alivio saber que no estamos a punto de entrar en una crisis de salud pública digna de una película de terror. Sin embargo, él advierte que el mayor riesgo reside en los voluntarios y trabajadores que, al estar en contacto con barro y posibles heridas, pueden enfrentar infecciones. Recuerdo cuando, en mis días de juventud, decidí ayudar en la limpieza de un dopo de inundación en mi ciudad; terminé con más raspaduras que logros. ¡Un recordatorio de que a veces, la empatía puede costar!
Cuidados durante las tareas de limpieza
Si alguna vez te has encontrado en medio de una limpieza después de una inundación, quizás recuerdes que el sentido común es tu mejor amigo. Cuando Zurriaga menciona que no se deben usar pantalones cortos ni camisetas de tirantes, no puedo evitar fruncir el ceño. ¿De verdad alguien pensaría en hacerlo? A veces me pregunto si la gente necesita un manual de instrucciones para actividades cotidianas.
Consumo de agua: el consejo más importante
Beber agua embotellada es sin duda la regla de oro en estos casos. Hablando de agua, ¿recuerdas la última vez que tomaste agua de una fuente pública? No era muy apetecible, ¿verdad? Entonces, apostar por lo embotellado parece la mejor opción. Esto es especialmente crítico después de una inundación, donde las fuentes pueden estar contaminadas.
Más allá de los cadáveres: la cuestión del barro
El barro puede ser un aliado o un enemigo, dependiendo de cómo se mire. Si bien es tentador concentrarse en los riesgos de salud relacionados con los cuerpos, la realidad es que el barro puede ser igualmente peligroso. “Es un barro donde hay mucha suciedad”, dice Zurriaga. Esto me recuerda a la vez que intenté hacer un jardín en mi casa, y acabé cubierto de tierra y barro, sin contar los pinchazos de espinas, por supuesto.
Consejos prácticos para los voluntarios
Si decides unirte a los esfuerzos de limpieza, asegúrate de ir adecuadamente preparado. Pantalón largo, camisa de manga larga, guantes y botas de goma son tus mejores amigos. ¿Acaso los pantalones cortos y las camisetas no son ideales para climas calurosos? Quizás sí, pero recuerda que el barro no perdona y adiós a tus piernas limpias.
La importancia de la limpieza sostenible
La Dirección General de Salud Pública de la Generalitat Valenciana también ha hecho sus recomendaciones. No solo se trata de protegerse a uno mismo, sino de asegurarse de que las comunidades puedan recuperarse de manera eficiente y sostenible. Las recomendaciones incluyen cortar el gas y la electricidad antes de las tareas de limpieza. Te imaginas el caos si alguien se olvidara de cortar la electricidad y decidiera limpiar mientras estaba en marcha el aspirador. ¡Eso sería un espectáculo!
Alimentos y medicamentos: no todo vale
Entre las recomendaciones, está la de no ingerir alimentos que hayan estado en contacto con el agua de la inundación. Yo misma he cometido el error de abrir latas olvidadas en mi despensa, y digamos que no siempre fue una experiencia grata. Así que, ¿por qué arriesgarse a consumir algo que pudo haber estado contaminado?
Reflexiones finales: aprendiendo del pasado
Las inundaciones, por tristes que sean, nos ofrecen lecciones importantes. Recuerdo la gran riada del Turia en 1957, donde la comunidad no solo enfrentó la tormenta, sino que se unió para salir adelante. Así que, mientras nos enfrentamos a desastres naturales, la unión, la información y el sentido común deben prevalecer.
Un mensaje de esperanza
Finalmente, recordemos que aunque los tiempos son difíciles, el conocimiento y la preparación pueden ser nuestros mejores aliados. Es natural sentir miedo ante lo desconocido, pero la educación y la comunidad son las mejores herramientas que tenemos para enfrentar lo que venga. Al final del día, todo lo que podemos hacer es cuidar de nosotros mismos y de aquellos que nos rodean. ¿Te has preguntado alguna vez cómo puedes contribuir a tu comunidad en momentos difíciles? Quizás sea hora de poner en marcha ese plan.
Adelante, cuídate, infórmate y nunca subestimes el poder de una comunidad unida en la adversidad. ¡Hasta la próxima!