El pasado 18 de noviembre, el centro penitenciario de Topas fue el escenario de un incidente que dejó a muchos en estado de shock: un interno, considerado “muy violento”, agredió a varios trabajadores de la prisión. Este hecho no es aislado; refleja una creciente preocupación sobre la seguridad tanto de los internos como del personal penitenciario. Así que, ¿qué está sucediendo realmente dentro de nuestras instituciones correccionales?

La crónica de una agresión anunciada

Imaginemos la escena: un interno en el módulo 6, conocido por su comportamiento problemático y sus múltiples incidentes, recibe una notificación sobre una sanción pendiente. Aquí es donde la historia toma un giro inesperado. Cuando el jefe de servicios intenta calmar la situación, el interno, aparentemente apaciguado, reacciona de una manera que haría que cualquier persona con sentido común se preguntara: “¿Por qué este tipo de violencia sigue ocurriendo?”

La culpa, como a menudo ocurre, no recae solo en una persona. La Asociación de Centros de Reinserción de españoles, ACAIP-UGT, apunta a una combinación peligrosa de factores: un aumento en el número de internos extremadamente violentos provenientes de otros centros y una plantilla de funcionarios inmaduros, que en muchos casos están todavía en prácticas. Es como si hubiesen puesto a un grupo de novatos a manejar una bomba de tiempo.

El perfil del interno violento

Hay un aspecto intrigante en estos incidentes. Los perfiles de los internos peligrosos han cambiado. Las cárceles españolas están recibiendo a individuos con antecedentes de violencia extrema. ¿Y quién puede culpar a los trabajadores penitenciarios por sentirse inseguros? A fin de cuentas, se encuentran en una profesión que exige coraje, fortaleza y, sobre todo, experiencia. En Topas, el problema es que más de 70 funcionarios están aún en prácticas, lo que plantea serias dudas sobre cómo manejar situaciones de crisis.

Recuerdo un episodio personal: una vez, en un entrenamiento sobre manejo de crisis, un instructor nos mostró una recreación de un altercado en una prisión. Al principio, todo parecía una broma, un montaje hollywoodense. Pero conforme el instructor continuó con la simulación, me di cuenta de que esos momentos pueden ser aterradores, y el riesgo real de un ataque es mucho más palpable de lo que podemos imaginar.

La experiencia importa

En lo que respecta a la experiencia, es crucial. Cuando se tiene un personal veterano que ya ha pasado a segunda actividad (es decir, aquellos que han reducido sus responsabilidades debido a la edad o años de servicio), se ve una brecha en la habilidad para manejar situaciones de tensión. Puede parecer un cliché, pero en este caso, de verdad se necesita un par de manos firmes y experimentadas para guiar a los menos experimentados. Si no, ¿quién se encuentra a cargo de mantener el orden en estas instituciones?

Los funcionarios que se están formando tienen derecho a recibir la mejor educación posible para que puedan desempeñar sus funciones con la debida seguridad, no solo para ellos mismos, sino también para los internos a los que supervisan. Sin embargo, aquí parece haber una falta de recursos y atención.

¿Qué se puede hacer?

La situación en el penal de Topas es alarmante. ¿Las instituciones penitenciarias están preparadas para manejar estos nuevos desafíos? Desde mi perspectiva, la respuesta es no. Es necesario un cambio radical en la formación y en cómo se asignan los recursos. Los trabajadores merecen más que simplemente ser informados sobre dónde está la salida de emergencia. Necesitan habilidades prácticas y formación continua.

ACAIP-UGT sugiere que el equipo directivo debe intensificar sus esfuerzos para garantizar la seguridad. Una comunicación clara y una buena estrategia pueden hacer que el ambiente laboral sea más seguro y, lo más crucial, evitar que se repitan tales agresiones.

El impacto en la salud mental del personal

Pero, más allá de la obviedad, deberíamos preguntarnos: ¿qué pasa con la salud mental de los trabajadores penitenciarios? El estrés y la ansiedad causados por estas situaciones violentas pueden tener efectos a largo plazo. Volviendo a mi anécdota, recuerdo a un compañero que trabajó en una prisión con condiciones similares. Después de una serie de incidentes violentos, su salud mental se deterioró. Se sintió como un soldado que ha sobrevivido a varias batallas, pero que lleva cicatrices invisibles.

Esto plantea preguntas importantes sobre el bienestar emocional y psicológico de quienes pasan sus días en instituciones donde la violencia es parte del paquete. La salud mental de los funcionarios debe ser una prioridad, y esto implica proporcionar recursos como terapia, grupos de apoyo y entornos laborales que fomenten la conexión en lugar de la deshumanización.

El futuro: ¿dónde vamos a parar?

Finalmente, al mirar hacia el futuro, es imperativo que aprendamos del presente. ¿Qué cambios serán necesarios para evitar que incidentes como el de Topas se repitan? Primero, reforzar la capacitación del personal. Luego, mejorar las condiciones de trabajo. También necesitamos revisar críticamente el proceso de admisión de internos, asegurando que los individuos altamente peligrosos sean gestionados de manera que protejan tanto a otros internos como al personal.

Es fundamental que todos tomemos un momento para reflexionar sobre lo que significa la rehabilitación y la reinserción social. Si bien es fácil caer en la trampa de pensar que aquellos que son violentos no tienen redención, tenemos que considerar la perspectiva más amplia. Todos, en algún momento de nuestras vidas, podemos ser susceptibles a las circunstancias.

En este mundo en constante cambio, se nos recuerda que incluso en las situaciones más difíciles, el diálogo, la empatía y la capacitación adecuada pueden marcar una gran diferencia. Las prisiones no deberían ser solo lugares de castigo, sino también de oportunidades para el cambio.

En resumen

El incidente en el centro penitenciario de Topas no es solo un llamado de atención para que refuercen la seguridad, sino una invitación a reconsiderar todo el sistema penitenciario. La violencia que enfrentan los trabajadores no debería ser una norma. Y nosotros, como sociedad, deberíamos preguntarnos qué papel jugamos en la creación de un entorno más seguro. ¿No es momento de dar un paso hacia adelante?

Es hora de apoyar a nuestros héroes silenciosos: los trabajadores penitenciarios. Después de todo, ellos también merecen un lugar seguro para trabajar. ¿Qué podemos hacer para ayudar? La respuesta empieza aquí, con una reflexión conjunta sobre la importancia de la seguridad y el bienestar en nuestras cárceles.