Uno de los aspectos más inquietantes de la política mundial es cómo algunos líderes logran mantener su poder, incluso cuando el universo parece apuntar en su contra. Este es el caso de Alexander Lukashenko, el presidente de Bielorrusia, quien recientemente se ha embarcado en una nueva escenificación electoral que, honestamente, parece más una película de terror que una verdadera competencia democrática. En este artículo, vamos a desentrañar la farsa electoral en Bielorrusia y reflexionar sobre lo que significa para la democracia en el mundo actual.

¿Qué sucedió en las recientes elecciones bielorrusas?

El último episodio de este drama se desarrolló cuando Lukashenko anunció una victoria aplastante del 86,82% de los votos en las elecciones, algo que suena tan creíble como una historia de horror que contaría un niño en un campamento. Al parecer, los electores en Bielorrusia tienen pocas opciones, ya que la mayoría de los verdaderos opositores se encuentran entre rejas o, en el mejor de los casos, en el exilio.

La “democracia” de Lukashenko

Durante una conferencia de prensa de más de cuatro horas—alguna vez me pregunté si conseguiría hablar tanto sin un café a mano—, Lukashenko tuvo el descaro de afirmar que «algunos eligieron la prisión, otros eligieron el exilio… no expulsamos a nadie del país«. ¿En serio? Esto hace que uno se pregunte: ¿dónde está la dignidad de un líder que se niega a aceptar la realidad? La única “opción” que existía realmente era seguir el juego y, quizás, llevar un bocadillo para hacer más amena la espera en las largas colas electorales.

Reacciones internacionales y la crisis bielorrusa

La respuesta de la Unión Europea y otros actores políticos internacionales no se ha hecho esperar. La Alta Representante de la UE, Kaja Kallas, no escatimó en críticas y calificó estos comicios de «simulados«. En un tono que podría describirse como el del maestro que ha perdido la paciencia con un alumno disruptivo, Kallas señaló que el proceso electoral había carecido de legitimidad debido a la represión de los derechos humanos y la falta de medios independientes. Más de uno se preguntará: ¿quién realmente cree que esto es una democracia?

La situación de los derechos humanos

La realidad es que Bielorrusia ha sido un panorama desolador para los derechos humanos, incluso antes de la invasión de Rusia a Ucrania. El país ya estaba bajo sanciones por represión de protestas, avivadas tras las elecciones de 2020, donde las cifras de votos eran más falsas que las promesas de un político en campaña. En 2020, Lukashenko aseguró que había ganado con más del 80% de los votos, algo que provocó un aluvión de protestas. La represión de esas manifestaciones fue brutal, con miles de arrestos y una cantidad incierta de desaparecidos.

El verdadero rostro del líder bielorruso

Lukashenko podría ser el protagonista perfecto para una serie de Netflix sobre dictadores. Desde que asumió el cargo en 1994, se ha rodeado de un paisaje político donde la oposición ha sido erradicada casi por completo. La guinda del pastel fue su reciente elección, cuyo segundo candidato más votado, el comunista Sergei Sirankov, logró apenas un 3,21% de los votos. Lo más curioso es que los otros candidatos apenas llegaron al 2%. ¡Vaya competencia!

El juego de la legitimidad

Aunque Lukashenko se esfuerza por proyectar una imagen de «legitimidad», la insensatez de sus afirmaciones desmerece cualquier credibilidad. Es como si en una reunión familiar, el único que hablara fuera el que se quedara con el último trozo de pastel. Sin embargo, algunos analistas sugieren que su cercanía a Vladimir Putin y su rol como base de operaciones para la invasión de Ucrania han solidificado su posición. Pero, ¿a qué precio?

La respuesta occidental: sanciones y apoyo a la oposición

A medida que la situación se intensifica, la Unión Europea y Estados Unidos han afirmado que no reconocen a Lukashenko como líder legítimo. Las sanciones son la norma del día, aunque algunos se preguntan si las sanciones realmente logran un cambio efectivo. En este punto, muchos en la comunidad internacional se sienten como un borrador en una reunión de trabajo: porque aunque se utilizan, el contenido de la reunión sigue siendo el mismo.

Apoyo a la sociedad civil bielorrusa

No obstante, hay un rayo de esperanza. La UE ha manifestado su intención de apoyar a la sociedad civil bielorrusa y a las fuerzas democráticas en el exilio. Esto es un paso hacia la construcción de un futuro mejor para Bielorrusia. Sin embargo, estas palabras deben ser acompañadas de acciones concretas; de nada sirven las promesas si no se traducen en realidades.

La curiosa relación Lukashenko-Putin

Es imposible hablar de Lukashenko sin mencionar su íntima relación con Putin. Uno podría pensar que en la geopolítica moderna, tal grado de dependencia sería tóxico. Sin embargo, para Lukashenko, resulta en un tipo de protección que ha cimentado su gobernabilidad. En varias ocasiones, ha dado a entender que esta relación es beneficiosa, pero la realidad podría ser más complicada.

¿Un aliado o un títere?

Se ha especulado que Lukashenko actúa como una marioneta en el estreno de la gran obra que Putin está creando en Europa del Este. Entonces, la pregunta que surge es: ¿quién realmente controla a quién? Mientras que, por un lado, Lukashenko se posiciona como un aliado leal de Rusia, por otro, los analistas sugieren que su autonomía es casi nula.

Reflexionando sobre la democracia en el mundo

En este clima de desconfianza y autoritarismo, sería fácil rendirse ante la desesperanza. Pero aquí es donde entra el poder de la empatía y la solidaridad. Es fundamental no perder de vista el objetivo a largo plazo: la búsqueda de una democracia genuina. Como ciudadanos globales, debemos mantenernos informados y educados acerca de la situación en lugares como Bielorrusia.

¿Qué podemos hacer?

A menudo nos preguntamos, “¿y yo qué puedo hacer?”. Aunque a veces puede parecer que nuestras acciones individuales son tan efectivas como lanzar una botella al océano, el cambio comienza con la conciencia y la acción informada. Promover la democracia y los derechos humanos en Bielorrusia debería ser un objetivo universal.

Conclusiones

La reciente farsa electoral en **Bielorrusia **nos recuerda que la lucha por la libertad y la democracia es continua y multifacética. Mientras Lukashenko continúe manejando las riendas del poder, debemos seguir presionando y apoyando a aquellos que han sido silenciados. Porque, al final del día, todos contamos en esta gran historia de lucha por la libertad.

Y mientras reflexionamos sobre la situación bielorrusa, quizás deberíamos recordar que, aunque la democracia parezca lejana en algunos lugares, nunca es demasiado temprano para empezar a construir un futuro mejor. Y ya que lo pienso, tal vez deba empezar a seguir en las noticias el desarrollo de este drama bielorruso. ¿Y tú? ¿Qué opinas de la situación?