En un rincón del mundo donde la tecnología parece estar a un toque de distancia y los selfies son una versión moderna de las cartas de amor, vivimos una juventud cuyos desafíos son más complejos que nunca. Algunos profesionales de la psicología, como José Ramón Ubieto, han dedicado sus vidas a comprender a estos adolescentes. En su reciente libro, Adolescencias del siglo XXI, nos invita a reflexionar sobre el crecimiento de los jóvenes en un mundo hiperconectado y acelerado. Acompáñame en este recorrido, donde exploraremos las turbulentas aguas de la adolescencia moderna.

La identidad en tiempos de inmediatez

¿Te acuerdas de la época en la que nos definíamos únicamente por nuestros gustos musicales y la cantidad de veces que nos metíamos en problemas? Hoy, los adolescentes enfrentan la monumental tarea de construir su identidad en un mar de expectativas y comparaciones.

La identidad adolescente es un proceso atemporal, donde cada generación se enfrenta a sus propias pruebas. Ubieto identifica tres ejes fundamentales que han permanecido constantes a lo largo de los años: la construcción de la identidad, la evolución del cuerpo y la búsqueda de pertenencia. La diferencia crucial, sin embargo, radica en las condiciones actuales. ¡Imagina a un adolescente de los años 80 abrumado por redes sociales y aplicaciones!

Recuerdo cuando recibí mi primer teléfono móvil. No era un smartphone, por supuesto. Era un ladrillo que solo servía para llamar (y a veces se convertía en un arma en futuras peleas con amigos por su durabilidad). Hoy, los adolescentes están en un constante tira y afloja con la realidad virtual y sus múltiples identidades digitales. ¿Cómo navegar por esa jungla de «likes» y «followers» sin perderse en el camino?

La nueva «normalidad» del agotamiento

Lo que José Ramón Ubieto llama el funcionamiento hiper es la presión que sienten los jóvenes para rendir al máximo en cada aspecto de su vida: desde las relaciones sociales hasta el rendimiento académico. En un momento donde los niños parecen estar sumidos en una agenda tan compleja que muchos adultos la envidiarían, supongo que podemos preguntarnos: ¿realmente deben estar tan ocupados?

Un relato reciente lo dice todo. Un niño de 14 años decía que iba a pasar el fin de semana con su novia y… ¡los suegros! Me pregunto si alguna vez su madre pensó en explicarle que a esa edad, «suegros» es un término que puede llevar a confusiones, como si algún tipo de magia hubiera apretado el botón de avance rápido en su juventud.

¿Estamos acelerando la infancia?

La infancia, o como le gusta llamarlo a Ubieto, ese preciado tiempo lleno de meriendas y juegos, parece estar siendo sustituido por una carrera desenfrenada hacia la adultez. No me malinterpretes, ser responsable es genial, pero ¿quién dijo que deberíamos hacer que nuestros hijos pasen de la merienda al futuro como si fuera una hipoteca? Los niños deberían lidiar con los problemas del almuerzo, no con los de la hipoteca.

Esta aceleración es un fenómeno visible. Como padres, debemos preguntarnos: ¿estamos cultivando la paciencia? ¿Les estamos permitiendo a nuestros hijos ser aburridos y perderse en el tiempo para fomentar su creatividad? Una madre amiga solía decir: “el aburrimiento es creativo”. Tal vez deba apuntar eso en la lista de cosas que enseñar a mis futuros hijos.

Las redes sociales: amigos y enemigos

Las redes sociales son como el niño malo en una película de aventuras. Tienen su lado bueno, pero la mayoría de las veces, solo traen problemas. Ubieto menciona cómo los adolescentes buscan validación a través de estas plataformas, lo que lleva a una comparación destructiva.

Adolescentes que antes se comparaban con sus amigos ahora lo hacen de manera instantánea con miles. ¿Qué pasó con el método tradicional de comerse un par de galletas mientras pensabas si debías comprarte ese nuevo top o no? Ahora, en Instagram, la distancia emocional se acorta, y los jóvenes se ven expuestos a una cantidad ilimitada de pautas de belleza y estilo de vida a las que sienten que deben ajustarse.

Recuerdo una conversación con una amiga sobre esas «influencers» perfectas que parecen tenerlo todo resuelto. En una especie de espíritu de solidaridad, las dos nos reímos de lo inalcanzable de esos estándares. Nos prometimos a nosotras mismas que, dogmáticamente, nunca intentaríamos mantenernos al tanto de esos «top 10 secretos de belleza«. Al final del día, un poco de caramelo en el pelo y un café pueden ser los mejores productos de belleza.

¿El costo de la validación?

La inmediatez digital también genera un efecto secundario a menudo olvidado: la dificultad para metabolizar experiencias. Un adolescente puede ver a sus compañeros salir, reír y disfrutar, todo en su «feed», y eso puede llevar a una sensación de soledad abrumadora. La búsqueda constante de aprobación se convierte así en una trampa de ansiedad.

Pero, como todo en la vida, también hay un lado positivo. La red puede ser un espacio de encuentro para aquellos que se sienten marginados, un lugar donde encontrar apoyo y validación, algo que la pandemia ha puesto de manifiesto.

La educación ante un nuevo reto

A veces me pregunto, como muchos padres seguro lo hacen, ¿qué ocurre con la educación en este contexto? Ubieto menciona que debemos desaprender la idea de «nativos digitales». No nacemos sabiendo cómo navegar por las redes: la alfabetización digital es imprescindible.

Una idea que me resuena es la propuesta de la Asociación Española de Pediatría conocida como el Plan Digital Familiar. En esencia, se trata de participar de manera conjunta en esta nueva realidad. ¿Quién puede imponer reglas si, incluso el adulto se escapa a la luz de la pantalla cuando piensa que su hijo no está mirando? Tal vez deberíamos practicar unos buenos ratos de desconexión entre todos: menos tiempo en pantallas y más al aire libre (o al menos dentro de cuatro paredes sin conectarnos a «nuestra segunda vida»).

El aumento de la ansiedad y la salud mental

En un estudio reciente, se señala que los trastornos de salud mental entre los jóvenes han aumentado de forma alarmante. Ubieto nos proporciona una explicación detallada: la ansiedad es la nueva epidemia, arraigada en las presiones socialmente construidas. Las expectativas de rendimiento y las comparaciones son ese cóctel explosivo que muchos adolescentes no saben manejar.

¿Qué podemos hacer? Primero, debemos permitirles lidiar con sus emociones y dedicarles tiempo a la conversación. Las preguntas retóricas les dan a los jóvenes la oportunidad de formular sus pensamientos y emociones, y eso puede ser tan emocionante como una trama de una serie de Netflix.

La conversación como solución

La comunicación, concluye Ubieto, es clave. Hablar sobre el uso de las redes sociales y los efectos nocivos del pornografía en la visión del sexo es un campo que los padres deben abordar. Recuerdo haber tenido esa charla incómoda con mi madre sobre el «pájaro de la primavera» (ella usaba términos así). Fue un momento incómodo, pero no tan complicado como hablar sobre la realidad de las redes y lo que representa.

La realidad según Ubieto es que la pornografía es una «mentira peligrosa» que afecta la forma en que los adolescentes perciben las relaciones y el sexo. La vida no se reduce únicamente al contenido de un video viral lleno de «likes». Los adolescentes no solo quieren «eso»; anhelan conexión y ternura.

Generación de cristal: una etiqueta injusta

Finalmente, cuando oímos términos como «generación de cristal» referidos a la juventud actual, solo queda preguntarse: ¿serán nuestros jóvenes tan frágiles? La realidad es que son una combinación de factores que han moldeado su percepción del mundo. Vulnerables, sí, pero también resilientes en medio de un paisaje incierto.

La idea de que los jóvenes están «agotados» se pierde en la falta de empleo o vivienda. Los desafíos estructurales, dice Ubieto, son problemas reales que no se pueden evitar.

Reflexiones finales

Así que aquí estamos, reflexionando sobre las realidades que enfrentan nuestros adolescentes en el siglo XXI. El libro de José Ramón Ubieto es un faro que puede iluminar nuestro camino. Aprender a escuchar y conversar es el primer paso y recordar que, aunque todo esté acelerado, no hay prisa para crecer. Los jóvenes pueden encontrar su camino, pero debemos estar ahí, actuando como guías y apoyos en su viaje.

La adolescencia, como la vida misma, es un viaje. Así que la próxima vez que veas a un joven en el parque mirando su móvil, recuerda que detrás de esa pantalla hay una persona buscando respuestas en un mundo lleno de preguntas. Realmente, ¿no es eso algo con lo que todos podemos identificarnos? ¡Sigue adelante, adolescentes del mundo, que estamos con ustedes!