A menudo pensamos en el café como ese ritual matutino que, gracias a su aroma envolvente y su sabor inconfundible, nos despierta antes de siquiera abrir los ojos. Sin embargo, lo que muchos de nosotros no contemplamos es que, para disfrutar de nuestra taza de café, hay un mundo entero de agricultores, condiciones climáticas y pasión por el cultivo detrás de cada sorbo. Ahora imagínate, solamente por un segundo, que ese café no proviene del cálido y tropical “cinturón del café”, sino de un pintoresco pueblo catalán, Sant Vicenç de Torelló. Suena intrigante, ¿verdad? Te cuento cómo una pareja está haciendo que esto sea posible.

Una idea que se convierte en sueño

Eva y Joan, dos nombres que a partir de ahora tendrían que estar en tu radar si eres un amante del café, decidieron hace unos años embarcarse en una aventura bastante inusual para una región como Cataluña. Su determinación era convertir su pequeña finca en un productor de café, desafiando el clima y muchos de los desafíos que trae consigo el cultivo de esta planta. Pero, ¿cómo llegó esta pareja a pensar que podían cultivar café donde, tradicionalmente, solo crecen robles y castaños?

Cuando les pregunté, Joan me dijo: «Siempre hemos tenido una debilidad por el café, y la idea de traerlo a nuestra tierra nos parecía un reto apasionante». Eso me hizo pensar, ¿cuántas veces hemos puesto en marcha una idea totalmente descabellada simplemente porque nos apasiona algo? ¿Te has encontrado alguna vez en una situación similar, dispuesta o dispuesto a arriesgarlo todo por puro amor a un sueño?

La investigación detrás de la aventura

Hay un viejo dicho que dice que «todo lo que brilla no es oro», y eso es algo que Eva y Joan aprendieron muy rápido. Antes de lanzarse con los ojos vendados a la aventura de cultivos de café, se tomó el tiempo necesario para estudiar el terreno, la lluvia y el clima de Osona. ¡Quiero decir, quién diría que deberíamos medir la humedad antes de sembrar!

Después de un meticuloso análisis que duró alrededor de tres años, descubrieron un detallito muy curioso: su microclima se asemejaba al de las tierras cafetaleras. Esto fue como descubrir un nuevo planeta en el universo del café. Al estar en un valle, rodeados de montañas y robles, formaron una especie de “cuenco” que les proporcionó las condiciones climáticas adecuadas para cultivar café. Si alguien pensó que café y Cataluña no podían ir de la mano, ¿no es genial ver cómo un par de aventureros están haciendo que esa idea se derrumbe?

Para aquellos que les gusta un poco de ciencia, hablemos de números. El café arábica normalmente crece entre los 800 y 2,100 metros sobre el nivel del mar, y en su finca se encuentran a una altitud ideal. Sin embargo, aquí es donde el verdadero desafío comienza, porque la costa del Mediterráneo no es precisamente famosa por ser el entorno típico del café.

Prueba y error: la realidad del cultivo

Lo que comenzó como un sueño encantador no estuvo exento de la dura realidad. Como el lugareño que intenta abrir un restaurante italiano en el corazón de Japón, en un principio, las cosas se pusieron complicadas. Su primera cosecha se perdió por un error burocrático relacionado con las máquinas de calor. La segunda vez fue un desafío genuino: las pobres plantas simplemente no germinaron.

En este punto es donde me gustaría abrir un paréntesis y preguntarte: ¿te has encontrado alguna vez en una situación similar donde el fracaso pareció ser la única constante? Aquí es donde la empatía se convierte en un pilar en nuestro camino. Todos hemos fracasado, bien sea al intentar cocinar un soufflé que resulta en una tortilla o al cultivar un huerto que parece más un campo de batalla que un jardín.

Finalmente, la tercera fue la vencida. Con paciencia y una mezcla de amor y ciencia, lograron cosechar café. La felicidad de Eva y Joan en su casa debe haber sido similar a la de un niño en su cumpleaños: “¡Finalmente, tenemos nuestros granos de café!»

Adaptación genética y el futuro del café

Una de las partes más fascinantes de esta historia es la adaptación genética que están llevando a cabo. En lugar de resignarse a las limitaciones impuestas por el clima, decidieron importar semillas de un origen que, por razones obvias, prefieren mantener en secreto (¡Ya sabes lo que dicen sobre la competencia!). La idea era «estresar» a las plantas para que se adaptaran a un entorno menos ideal.

¿Y quién dijo que cultivar café era sencillo? Esta pareja está trabajando a destajo para cultivar la variedad Geisha, que es conocida por ser la más cotizada y, sinceramente, por tener ese halo de «soy especial» que muchos amantes del café buscan.

Admito que nunca había considerado que “estresar” una planta fuese algo positivo, pero Eva y Joan parecen tener una conexión especial con los cafetos, casi como si fueran sus hijos. Al final del día, esto es lo que realmente vale: el amor puesto en el trabajo.

Un futuro prometedor en un mundo cambiante

Las notas de optimismo son la clave de esta historia. A medida que las temperaturas suben y los cultivos tradicionales luchan, la adaptación a nuevas condiciones se vuelve lo más relevante. La visión de Eva y Joan es ambiciosa: producir 7,000 kilos de café a partir de plantas que cumplen alrededor de siete años, aún no es mucho, pero todo comienza con un primer paso.

Estoy seguro de que están ansiosos por ver qué sabor tendrá su café. De hecho, lo que realmente me emociona es imaginar cómo este café, que en el pasado no habría recibido ni una mirada, se convertirá en la bebida del momento en las cafeterías de moda de Barcelona. ¡Y todo comenzó en un pequeño pueblo de Osona!

Reflexiones finales: el valor de los sueños

¿Qué nos enseña la historia de Eva y Joan? Que siempre hay margen para la innovación, que los sueños pueden romper las barreras del tiempo y del espacio, y que a veces, las ideas más inusuales son las que dejan una huella profunda en el mundo.

Además, plantea una pregunta que me ronda la cabeza cada vez que tomo una taza de café: ¿acaso no deberíamos todos mirar más allá de los confines establecidos en nuestras profesiones e intereses? Hay una anécdota que una amiga solía contarme, sobre cómo decidió un día abrir una pequeña librería en su ciudad. A pesar de las dificultades, el nivel de satisfacción y amor que obtuvo a cambio fue incomparable.

Así que la próxima vez que estés disfrutando de tu café, recuerda que nunca se sabe de dónde viene su origen. Quizás, en un futuro no muy lejano, podrás disfrutar de una taza con la etiqueta «Café de Sant Vicenç de Torelló». ¿Y quién sabe? Tal vez sea el próximo gran éxito del mundo cafetero, salido de una pequeña finca y el esfuerzo de dos soñadores.

Por último, me gustaría dejarte con una pregunta: ¿qué pasiones has dejado atrás que podrías volver a explorar? Quizás la vida esté esperando a que como Eva y Joan, te atrevas a desafiar lo convencional y buscar ese nuevo horizonte.

¡A brindar por un nuevo futuro cafetero en Cataluña! ☕✌️