La vida militar está llena de desafíos y riesgos, un hecho que todos tenemos en mente cuando pensamos en el servicio. Sin embargo, a veces, esos riesgos pueden transformarse en tragedias innecesarias que dejan a todos preguntándose «¿qué salió mal?». El reciente caso del sargento Rafael Gallart, quien perdió la vida en un salto paracaidista en 2021, ha puesto en el centro del debate la responsabilidad y la seguridad en las maniobras militares.

Un mal día para saltar: el salto mortal de Rafael Gallart

Todo comenzó en un día de entrenamiento que, a primera vista, parecía protocolar y rutinario. El 10 de junio de 2021, el sargento Gallart, un experimentado soldado con 13 años de servicio, estaba en Cartagena participando en el 65º Curso de Operaciones Especiales. Este curso es famoso, no por su profundidad académica, sino por el nivel de preparación física y mental que exige a los soldados. Y cuando uno se enfrenta a la posibilidad de caer del cielo, se espera que todo el proceso esté bajo control. Desgraciadamente, esta no fue la realidad ese día.

Al parecer, las condiciones meteorológicas no eran las mejores: el viento estaba a favor, pero, como se dice en el mundo militar, «la naturaleza es caprichosa». A pesar de las advertencias de algunos de los saltadores, el ejercicio no fue suspendido. Este es un punto crucial en esta historia y un claro recordatorio de que, a veces, la burocracia puede ser tan peligrosa como un salto en condiciones adversas. La responsabilidad recaía en el entonces capitán y actualmente comandante J.G.M., así como en el brigada (y entonces sargento) J.M.D.M., quienes, según la investigación, «incurrieron en conducta omisiva».

Las decisiones que marcan vidas

La investigación reveló que, a pesar de que el procedimiento estipulaba abortar el salto con condiciones inadecuadas, la actividad continuó. Pero, ¿no estamos nosotros, como seres humanos, diseñados para tomar decisiones que nos mantengan a salvo? En este caso, parece que la formación y la experiencia se olvidaron.

A medida que el sargento Gallart se lanzaba desde el avión, las condiciones empeoraban y, aparentemente, el viento comenzó a jugar con él. Las historias de héroes deben incluir momentos en que las decisiones se toman en fracciones de segundo. La realidad es que Gallart mostró signos de ansiedad en el agua y, a pesar de que una embarcación trató de rescatarlo, las condiciones y la falta de preparación se convirtieron en sus enemigos.

La desesperación en esos momentos debió ser abrumadora. Imagínese por un momento estar atrapado en el agua, con el viento empujando en la dirección equivocada, mientras sus camaradas intentan ayudarle. Es una imagen desgarradora que irremediablemente nos hace cuestionar ¿qué podría haberse hecho de manera diferente?

Imprudencia o mala suerte: un análisis

El caso ha sido procesado bajo el artículo 77.1 del Código Penal Militar, que establece que un militar que cause la muerte por imprudencia grave durante la ejecución de un acto de servicio será castigado. Imprudencia grave… Al leer esto, una primera reacción podría ser pensar que este término suena como uno de esos clichés que usamos en el trabajo para cubrir nuestros errores. Pero en este caso, es una cuestión muy seria.

Las dudas se ciernen sobre los líderes de la operación—uno pensaría que con la amplia experiencia de esos oficiales, tendrían el sentido común para detener lo que claramente se estaba convirtiendo en una situación peligrosa. Pero, como un amigo mío dice, «el sentido común no es tan común como uno podría pensar». Y ahí radica la triste ironía: en un entorno donde se espera que todo esté bajo control, las acciones (o la falta de ellas) pueden tener consecuencias fatales.

Ni héroes, ni villanos: la realidad del servicio militar

Cuando se mencionan casos como este, es fácil caer en la trampa de clasificar a las personas como héroes o villanos. De hecho, quienes trabajan en el ejército, en muchos casos, son modelos de valentía y dedicación. También son humanos, y los errores son parte de la naturaleza humana. El sargento Gallart era un soldado dedicado, un miembro de la familia del ejército, que no solo arriesgó su vida por su país, sino que también estaba formándose para mejorar sus habilidades.

Sin embargo, también debemos tener en cuenta que existe un protocolo de seguridad que debe seguirse, y aquí hay un lado que no se puede ignorar. La tutela y la dirección deberían ser una prioridad, por lo que se debe demandar responsabilidad cuando las cosas salen mal. ¿Cuántas vidas más tendrán que perderse antes de que se tomen medidas serias para proteger a quienes arriesgan todo en el campo?

La familia y la búsqueda de justicia

El dolor no se limita a la pérdida de un ser querido; también se extiende a las repercusiones legales y a la búsqueda de respuestas. La familia de Rafael Gallart ha estado representada por el letrado Antonio Suárez-Valdés, quien plantea importantes cuestiones sobre la negligencia en este caso. La justicia debe prevalecer, y no solo para aquellos que han perdido la vida, sino para el recuerdo duradero de lo que han hecho y lo que representan.

Los procesos judiciales pueden ser complicados y prolongados, pero la familia de Gallart merece respuestas claras. Es un momento en que el dolor por la pérdida se mezcla con la frustración de un sistema que parece a veces estar más centrado en proteger a los responsables que en ofrecer justicia a las víctimas.

Recuerdo una vez que asistí a un juicio en un caso similar—la sala estaba llena de emociones, y cada testimonio levantaba preguntas del pasado. La búsqueda de respuestas puede ser un viaje difícil de navegar, pero es vital para la sanación.

Una sombra sobre el orgullo militar

Cuando se habla del ejército, generalmente se siente una pizca de orgullo, patriotismo y disciplina. Pero a veces, esa imagen puede verse empañada por incidentes como este. Las tragedias como la de Gallart no solo dejan cicatrices en las familias, sino también en la reputación de las instituciones. ¿Cómo pueden los soldados de hoy asegurarse de que este tipo de incidentes no vuelva a ocurrir?

Es decir, la comunidad debe hacer un examen de conciencia. Los líderes militares deben facilitar una cultura en la que la seguridad esté por encima de todo. Se necesita un cambio en la manera en que se abordan estos ejercicios, para que las vidas no se pierdan por imprudencias que están dentro del control humano.

Reflexiones finales: un llamado a la acción y la conciencia

Lo que pasó aquel día en Cartagena nos obliga a reflexionar sobre la responsabilidad —no solo de quienes dirigieron esa operación específica, sino de todos quienes están involucrados en la formación y el cuidado de los soldados. Este caso no puede ser solo una anécdota triste en un manual; debe ser un llamado a la acción para todos en el ámbito militar.

Las lecciones aprendidas de la tragedia del sargento Rafael Gallart deben ser implementadas en futuras sesiones de entrenamiento. Se necesita un cambio cultural y un enfoque en la seguridad, porque al final del día, cada soldado que se lanza al vacío debe sentir que hay un sistema de protección que asegura su regreso.

Entonces, mientras cerramos este capítulo, es vital recordar: no son solo historias de humildes caídos, son recordatorios de que cada vida cuenta y que lo que se nos confió es más que un uniforme: es un deber hacia nuestros hombres y mujeres en uniforme y hacia sus familias. Y, como siempre, no dejemos que nos cueste otra vida para aprender. ¿Estás de acuerdo?