Cuando uno piensa en Sigourney Weaver, es difícil no recordar a la audaz teniente Ellen Ripley de Alien, enfrentándose a criaturas extraterrestres con la mirada fija y un puñado de explosivos. Pero, ¿qué sucede cuando una actriz icónica de Hollywood hace su debut en el venerado West End londinense, interpretando a Próspero en La tempestad, la última obra de Shakespeare? La crítica ha hablado, y lo ha hecho con un tono que podría arruinar cualquier cena familiar. Pero el público, ah, el público es otra historia. Así que, abramos el telón y veamos qué hay tras esta trama.

Sigourney Weaver: de Hollywood a la escena teatral

Ahora, no soy cinéfilo ni nada por el estilo, pero tengo un gran respeto por las estrellas que se atreven a dar el salto a las tablas. Una vez, mientras mi madre y yo veíamos una película de Sigourney, ella dijo: «Tal vez deberías hacer teatro, ¿no?». Lo cierto es que

mejor dejemos las actuaciones a quienes realmente pueden manejarlo. Pero, independientemente de mis habilidades dramáticas, la idea de Weaver como Próspero es, como mínimo, intrigante. Y es que, en el contexto de esta obra, Próspero es un mago, un rey desterrado que maneja el destino a su antojo. ¿Podría una mujer, a sus 75 años, plasmar esa complejidad con la misma fuerza que un actor masculino?

La crítica: un torrente de comentarios desafortunados

Al parecer, la crítica no ha sido especialmente amable. En lugar de brindar aplausos, muchos críticos en Londres han optado por demoler la actuación de Weaver, señalando su edad y cuestionando si realmente es capaz de llevar a cabo el papel. Y aquí es donde se me ocurre preguntar: ¿Es realmente necesario criticar tan severamente a una leyenda por su edad? Claro, Shakespeare lo concibió para un hombre, pero el mundo ha cambiado desde entonces. ¿No deberíamos celebrar la habilidad de Weaver de reimaginar a Próspero desde una perspectiva femenina?

La prensa sensacionalista ha llegado a proponer que una simple Alexa podría desempeñar el papel mejor que ella. Me río al imaginar una conversación entre Alexa y Shakespeare. «Hey, Siri… ¿quién es tu padre?». La ira original de la crítica obedece a una mezcla de nostalgia y elitismo cultural. Ellos siguen conectando a la actriz con su papel de alienígena y, en lugar de permitir que florezca, la ven como un cuerpo extraño en un mundo que ha cambiado.

Una vuelta al pasado: el teatro en la época de Shakespeare

Es imposible hablar de La tempestad sin hacernos un par de preguntas sobre su contexto histórico. En el escenario isabelino, las mujeres no podían actuar, y los papeles femeninos eran representados por jóvenes hombres con voces agudas. Algunas cosas no han cambiado tanto; la industria cinematográfica todavía tiene sus normas muy estrictas, pero también hay un cambio de viento. Llevar la interpretación a un nuevo nivel, una mujer actúa como hombre, rompiendo barreras en un camino que ya estaba marcado por las dificultades.

Hablando de historia, algún día me gustaría asistir a una obra en el mismo teatro donde Sir John Gielgud hizo el papel de Próspero en 1957, pero pagar esos precios de boletos puede ser más desafiante que encontrar a un aparcacoches después de un evento en la ciudad. Sin embargo, volviendo al presente, Sigourney es una fuerza de la naturaleza, y lo que trae al papel no es solo su experiencia en el cine, sino también un aire fresco a un texto antiguo.

El ambiente mágico de Drury Lane

El Royal Drury Lane Theatre es un lugar así como emblemático: un templo del teatro que ha visto pasar a algunas de las figuras más grandes. Si las paredes pudieran hablar, se quejarían de lo pesadas que eran las pelucas en el siglo XVIII. Diseñado por Christopher Wren en 1764, ha sido un escenario de elegancia y magia, así que no es de extrañar que los espectadores se sientan atraídos por la oportunidad de ver a Weaver en un papel tan icónico.

La atmósfera que ha creado el director Jamie Lloyd es casi etérea. Con una escenografía que evoca sueños y ensueños, el espectáculo destaca la línea delgada que separa la realidad de la ficción. Como espectador, uno se encuentra atrapado en el hechizo de la puesta en escena, casi como un niño que se adentra en el mundo de Harry Potter, preguntándose si en algún momento se verá un tuerto Dumbledore.

El cariño del público: un aplauso genuino

Sin embargo, a pesar de las críticas, el público tiene una relación distinta con Weaver. Las colas para adquirir boletos han sido largas, y no es sorprendente. La leyenda en el escenario parece disolver los muros de la crítica. Si te sientas al lado de una fan del cine de ciencia ficción, puedes ver la emoción brillando en sus ojos cuando Weaver aparece en el escenario, como si estuviera viendo a una vieja amiga.

Las palabras de amor y admiración pueden ser mucho más poderosas que las de odio. Es curioso cómo el público, lejos de la fría lógica de los críticos, puede percibir su carisma y magnetismo. No a todos nos han aprobado en la escuela, ¿cierto? Personalmente, he tenido mis fracasos estrepitosos, pero al final del día, lo que uno debe tomar en cuenta es el amor por lo que hace. Y, en este caso, Weaver está destinada a ser recordada, no por unos críticos descontentos, sino por el calor que irradia cada vez que aborda el escenario en el Royal Drury Lane.

El desafío de reinterpretar a Próspero

Interpretar a un personaje tan complejo como Próspero, que invoca magia y confronta desafíos existenciales, es más que una cuestión de diálogos bien recitados. La entrega de Weaver, aunque muy discutida, refleja una lucha interna y un sentido de pérdida vinculado a la naturaleza humana, que muchos de nosotros podemos relacionar. Es como intentar encontrar tus llaves en un bolso desordenado; a veces, uno necesita un poco de tiempo para reconstruir los elementos de la vida.

Al final de la obra, cuando Weaver recita esas memorables líneas sobre el perdón, hay una conexión palpable. ¿Pueden las palabras de Shakespeare resonar en un contexto moderno? Ciertamente sí, e incluso más cuando vienen de los labios de alguien que ha desafiado las normas durante décadas. La verdad es que todos estamos buscando el perdón en algún momento de nuestras vidas.

Lo que nos queda por aprender

En medio de la controversia, una cosa queda clara: la decisión de Sigourney Weaver de asumir este rol es un valiente recordatorio de que el arte no tiene por qué encajar en un molde preconcebido. ¿Cuántas veces hemos sentido que debíamos encajar en una caja definida por la sociedad? La vida es un escenario, y todos estamos interpretando nuestro propio papel, a veces tomando decisiones audaces que desafían las expectativas.

La crítica puede ser dura, pero también es una forma de motivación. Así que, estimados críticos, ¿por qué no simplemente relajarse y dejar que la magia fluya? Al final del día, todos merecemos disfrutar del espectáculo. Weaver no solo está desafiando un papel; está haciendo historia por todas las mujeres que han querido ser más que una simple figura decorativa en el escenario. Nos invita a cuestionarnos: ¿cuántas veces hemos subestimado a alguien por su apariencia o su edad?

Reflexiones finales: más allá de la crítica

El pensamiento de que Sigourney Weaver es un «cuerpo extraño» en La tempestad es un concepto que podría extrapolarse a muchas más esferas de la vida; esa necesidad de encajar, de ser aceptados, de seguir las normas impuestas. Pero, ¿qué pasaría si aceptáramos que la diversidad en las interpretaciones solo enriquece el arte? La aceptación sigue siendo un largo camino por recorrer, no solo en el teatro, sino también en la vida misma.

Así que, la próxima vez que escuches a alguien criticar a la «octava pasajera», pregúntate: ¿realmente estamos preparados para aceptar que algunas historias se cuentan mejor de modo diferente? Mientras tanto, seguiré buscando mi lugar en esta gran actuación que es la vida, y quizás, solo quizás, buscaré un par de boletos al Royal Drury Lane antes de que sea demasiado tarde. ¡Quién sabe si Weaver se queda un par de semanas más!

Al final del espectáculo, lo que realmente importa es el amor, la pasión y la magia de actuar. Y eso, amigos míos, es algo que nunca pasará de moda.