El mundo del boxeo siempre ha tenido su encanto singular. Piensa en la adrenalina que se siente al ver a dos luchadores intercambiar golpes en el cuadrilátero. Ahora, imagina a un joven como Sergio Palomo, conocido en su círculo como «Teti», que no solo ha sido un campeón en el ring, sino que también ha enfrentado los demonios de una vida nocturna caótica en Madrid. Este relato no solo es una crónica de su carrera, sino también un viaje por sus propias experiencias, llena de risas, dolor y un profundo sentido de resiliencia.

De Coslada al cuadrilátero

Antes de convertir el boxeo en su vida, Teti creció en Coslada, un barrio que combina el bullicio de la ciudad con un ambiente de barrio. Su historia comienza en los años 90, inmerso en la escena del bakalao madrileño, una subcultura marcada por fiestas, música electrónica y, lamentablemente, excesos. Pero, ¿quién no ha estado en un lugar donde el ambiente prometía lo mejor y acabó enseñando lo peor?

Ya sabes, en aquellos días, si no estabas en el Áttica o el Radical, ¿realmente estabas de fiesta? Durante esa época, Teti recuerda cómo la diversión era a menudo un alias para el abuso de drogas y alcohol. «Veníamos de ese rollo, de consumir pastillas y tomar drogas», recuerda entre risas nerviosas. Con el tiempo, comprendió que ese estilo de vida le estaba llevando a un callejón sin salida.

El giro inesperado

Para muchos, la mili suele ser vista como una experiencia aburrida, ¿verdad? Para Teti, no solo significó servir a su país, sino también un cambio radical en su rumbo. «Salí de la mili y empecé a boxear», dice Teti, como si hubiera descubierto el Santo Grial. Su amigo de la infancia, un practicante de kickboxing, le introdujo en el mundo del deporte. ¿Y quién podría haber imaginado que ese simple gesto daría inicio a su carrera en el boxeo? «Me fui al gimnasio, lo probé y el deporte superó totalmente a la otra vida», afirma.

Pero la historia no es solo de triunfos. En el boxeo, como en la vida, el camino está lleno de baches. A pesar de su dedicación, las cosas no siempre fueron fáciles. Al principio, su entrenador, José Valenciano, a quien considera como un padre, lo llevó por un camino inesperado. «Quería hacer kickboxing, pero él me hizo un pequeño engaño», recuerda entre risas. Y así comenzaría una travesía de 12 años que le llevaría a convertirse en campeón de España en peso súperpluma en 2010.

De la fama al anonimato, y viceversa

La vida de un boxeador es emocionante, pero no siempre repleta de glamur. «La carrera de boxeador actualmente da muy poco dinero y exige mucho sacrificio», afirma Teti. Una afirmación que tiro por la ventana la imagen que todos tenemos de los boxeadores viviendo a lo grande. Al final, a menudo ofrecen una imagen de héroes, pero la realidad es que muchos luchan para llegar a fin de mes.

Las noches en el gimnasio Barceló, donde Teti pasó una parte crucial de su vida, son un claro ejemplo de la dualidad del mundo del boxeo. «Era un gran club, una gran familia», asegura. Y es que, aunque el boxeo le dio la fuerza física, el ambiente del gimnasio le ofreció un refugio seguro de las tentaciones que se ciernen en la noche. Por fortuna, nunca se olvidó de dónde venía y de los peligros que acechaban.

Recuerdos de la vida nocturna

¿Alguna vez has tenido una experiencia que te lo cambió todo? Teti la tuvo. «Empecé a salir por el OverDrive, y ahí comencé a consumir lo que no tenía que consumir». Recorría fiestas como si fueran calles cotidianas, compitiendo por quién se quedaba más tiempo despierto. Y, al final, siempre llegaba la misma pregunta: ¿vale la pena?

En un tono más reflexivo, recuerda el lado oscuro de la vida nocturna: «Yo recuerdo que cogíamos el tren a las 06:52 de la mañana en Atocha, y estábamos en Áttica antes de las 07:30», dice, rememorando cómo los chicos de su generación luchaban por vivir la vida al máximo, incluso si eso significaba el riesgo de quedar atrapados en un ciclo destructivo.

Pero, no todo fue malo. En medio del caos, también surgieron anécdotas cómicas. Recuerda una ocasión en que él y un amigo fueron robados en la puerta del Áttica. «Fue una experiencia surrealista», dice. «Nos sacaron una navaja y nos robaron todo… incluso nuestras ganas de salir de fiesta». Aquí es donde el humor y el horror se entrelazan, recordando que incluso las situaciones más aterradoras pueden tener un giro cómico si se miran desde la distancia.

Luchando contra el abuso y defendiendo a los débiles

Más allá de la vida como boxeador, Teti ha asumido un papel protector. Tras su retiro, trabajó como portero en discotecas. «El abuso siempre ha gustado a la gente», dice con un tono de desánimo. En su papel en la puerta de las discotecas, se encontró muchas veces enfrentando situaciones difíciles. «Cuando te haces fuerte, la gente es distinta contigo», asegura, reflexionando sobre cómo el respeto a menudo puede ser subestimado.

Una de sus experiencias más memorables ocurrió en una famosa discoteca cuando él y su compañero fueron desafiados por un grupo violento. «Vinieron a buscarnos con un hacha», recuerda. Lo que podría haber sido una experiencia aterradora se convirtió en una oportunidad para mostrar su valentía. Pero aquí es donde la historia se vuelve emocionante: «Cuando llegó la policía, les dimos una buena lección», dice, dejando entrever una satisfacción palpable en sus palabras.

Teti no solo ha sido un boxeador dentro del cuadrilátero, sino también un guerrero en la vida. Los abusos que presenció durante su trayectoria le hicieron entender cuán importante es levantarse contra los débil. La empatía se ha vuelto uno de sus valores fundamentales. “En estas últimas experiencias trabajando de portero, he visto demasiado abuso. La gente a menudo piensa que el tamaño y la fuerza lo son todo. Pero no, también hay poder en la bondad”, afirma enfáticamente.

Reflexiones de un hombre que ha luchado

Al final del día, lo que queda es la historia de una transformación. Teti ha navegado entre la vida del boxeador y la curva implacable de la vida nocturna, y ha salido de ella más fuerte que nunca. “El boxeo me enseñó disciplina, pero también me mostró lo frágil que puede ser la vida”, dice con sinceridad, pasando a reflexionar sobre el significado de su propio viaje.

Si pensabas que ser boxeador se trataba solo de lanzar puñetazos, piénsalo de nuevo. Es una lucha constante entre mantenerse fiel a uno mismo y no dejarse llevar por las corrientes. Decía una persona que conocí hace tiempo que «los golpes en la vida son inevitables, pero tú decides cómo los recibes». Teti ha optado por levantarse cada vez.

Conclusión

La vida de Sergio Palomo, alias Teti, es un poderoso recordatorio de que todos enfrentamos desafíos que ponen a prueba nuestro carácter y nuestras decisiones. Desde el bullicio de las fiestas madrileñas hasta la disciplina del boxeo, su historia es un testimonio de cómo el deporte puede ser un refugio y una plataforma para el cambio personal y social.

Así que, la próxima vez que veas a un boxeador en acción, piensa en todo lo que hay detrás de ese espectáculo: las noches de lucha, las decisiones difíciles y, sobre todo, un firme compromiso con levantarse y seguir adelante. ¿Te atreverías a boxear con tus propios demonios?