Cuando tienes un día de limpieza en casa, es probable que te encuentres con algo que te lleve a preguntarte: «¿Por qué guardé esto?» Esa camiseta de los años 90 que ya no te queda (y probablemente nunca te quedará de nuevo), esos juguetes que ya no usas, o ese pie de mesa que parece más una escultura abstracta que algo funcional. Quizás te has reído de lo absurdo que es, pero hay más de lo que parece detrás de ese comportamiento. En este artículo, nos sumergiremos en el sorprendente mundo de la acumulación y cómo nuestros valores juegan un papel protagónico en este desorden cotidiano.
Un poco de ciencia detrás de la acumulación
Mary E. Dozier, psicóloga y profesora adjunta en la Universidad Estatal de Mississippi, ha explorado el fenómeno de la acumulación a lo largo de su carrera. Según ella, incluso si no todos llegamos a un diagnóstico clínico de trastorno de acumulación, todos podemos identificarnos con ese impulso humano de aferrarnos a cosas a las que les hemos asignado un significado. ¿Te parece familiar esta lucha interna? ¿Cuántas veces has hecho sentir a un objeto como un amigo fiel, incluso después de estar cubierto de polvo?
Dozier enfatiza que algunos acumulan porque sienten un vínculo emocional con los objetos, mientras que otros lo hacen por una noción de utilidad futura. Cambiando de enfoque, ella propone preguntarnos no si debemos quedarnos con un objeto, sino por qué nos gustaría deshacernos de él. ¿No es fascinante cómo un simple cambio en la perspectiva puede iluminar el camino hacia una casa más organizada y, quizás, incluso más feliz?
Un ejemplo cotidiano: la bata de baño
Déjame contarte una historia. Mi abuela tenía una bata de baño que había pasado de generación en generación. Era un objeto que apenas se veía cómodo, pero estaba tan frágil que tenía miedo de que se deshiciera al tocarla. Cada vez que la veía, pensaba en las mañanas de invierno abrazando su aroma a lavanda y el calor que proporcionaba. Con el tiempo, esa bata se hizo inmóvil en mi armario, aunque mis recuerdos estaban tan vivos como si aún la usara. ¿Debería deshacerme de ella? La respuesta me llegó al mirar mis propios valores. Para mí, la comodidad y el amor familiar eran esenciales, así que guardé la bata, pero doné otras prendas que no me aportaban ese mismo sentimiento.
La psicología detrás del desorden
Según Dozier, a menudo nos centramos en la capacidad inmediata de un objeto para “provocar alegría”. Pero eso es solo la punta del iceberg. Acumular no siempre es un acto impulsivo; a menudo refleja nuestras prioridades y valores más profundos.
Mary E. Dozier realizó un estudio en 2024 que demostró que aquellos que abordaban el proceso de ordenar desde una perspectiva basada en valores lograban reducir la acumulación de manera más efectiva. Esto es clave. Cuando entiendo que el vestido que me recuerdo con tanto cariño se trataba de un regalo no usado desde hace años, puedo reflexionar sobre las metas y valores auténticos que quiero para mi hogar, en lugar de dejarme llevar por la nostalgia.
Los valores son más que emociones
La psicóloga menciona que al ser un concepto subjetivo, lo que cada uno considera importante también es personal. Los valores son nuestras creencias abstractas que nos impulsan a actuar. ¿Tu valor es la familia? ¿O acaso es la aventura? Sea lo que sea, pregunta: ¿es este objeto una verdadera representación de esos valores?
Por ejemplo, imagina a alguien que ha guardado un libro que ya no tiene intención de leer. Podría sentir que ese libro representa su amor por la literatura, pero en realidad, no lo está utilizando en su vida diaria. Aquí es donde Dozier nos da un consejo útil: en vez de cuestionar la razón de alguien para conservar un objeto, preguntémonos por qué deshacerse de él sería coherente con sus valores.
Evaluando nuestros propios objetos
A veces es útil crear un pequeño inventario que se alinee con esas creencias. Pregúntate: ¿Este objeto me ayuda a alcanzar mis metas? ¿Este mueble me proporciona alegría o solo está ocupando espacio?
La reflexión es el primer paso para la acción. Y lo mejor de todo es que puedes compartir este ejercicio con tus seres queridos. Esos momentos se pueden convertir en anécdotas divertidas, y, de hecho, quien más ríe de las cosas que guarda es mi hermano. Él tiene un reloj bastante obsoleto que se lo regalé, que dice «tiempo es oro» en la esfera. «Quiere que el tiempo me cueste», dice, riendo. Pero en realidad, el reloj se ha convertido en una rebelión contra los nuevos dispositivos. A veces, lo que guarda alguien es un grito sutil de resistencia al cambio.
El arte de descartar
Después de considerar todos estos aspectos, el siguiente paso es abordar el proceso de descartar. Aquí, la clave es definir tus objetivos. Dozier sugiere que empecemos escribiendo nuestros valores y luego los objetivos que queremos alcanzar en nuestro espacio vital. ¿Quieres despejar tu escritorio para trabajar más eficientemente? ¿O tal vez deseas tener espacio en la cocina para hornear galletas con tus nietos? Los momentos que pasan rodeados de amor y creatividad son, sin duda, más valiosos que un objeto acumulado.
La curiosidad como guía
La curiosidad es una de las herramientas más valiosas que podemos usar en este proceso. Mantener una actitud abierta y sin prejuicios es vital, especialmente si estás ayudando a alguien querido a enfrentar su desorden. A menudo, lo que alguien ve como un trasto, otra persona puede considerar un tesoro escondido. Es aquí donde el amor y la empatía juegan un papel central.
Historias que cuentan
Recuerdo una vez que estaba ayudando a mi amiga Clara a limpiar su casa. Nos encontramos con una caja llena de cartas de amor que había recibido durante su adolescencia. Fue un viaje emocionante a su pasado, lleno de risas y anécdotas tiernas. «¿Debería guardar esto?», preguntó. Yo respondí: «¿Lo has leído en los últimos cinco años?». Ambas nos reímos, pero eso abrió la puerta a una conversación real sobre sus valores actuales: la importancia de vivir en el presente.
Lo que cada objeto cuenta
Los objetos tienen historias; algunos son simplemente vestigios de épocas pasadas, mientras otros pueden ser recordatorios de momentos significativos. Aprovechar estas historias cuando nos enfrentamos a decisiones de desacumulación puede hacer que el proceso sea más liviano y menos abrumador.
Algunas estrategias útiles
- Escribe tus valores: Coloca en papel lo que realmente importa en tu vida. Luego, evalúa si esos objetos encajan en esos valores.
-
Preguntas reflexivas: Antes de conservar un artículo, pregúntate cómo te hace sentir. ¿Te aporta alegría genuina o solo nostalgia?
-
Un espacio en mente: Crea mentalmente el espacio positivo que deseas para tu hogar. Si ese lugar ideal ya ocupa tu mente, es más fácil trabajar para hacerlo realidad.
-
Apoyo emocional: Haz de la limpieza un evento social. Invita a amigos o familiares a compartir historias mientras ordenan.
-
Evita la ansiedad: Si el proceso te abruma, da pequeños pasos. Usa un temporizador para dedicar solo 15 minutos al día a revisar un área.
Conclusión
Reflexionar sobre el porqué de nuestro comportamiento al guardar y acumular puede llevarnos a un camino de mayor autoconocimiento. La acumulación no es solo una cuestión de espacio físico; es una manifestación de nuestros valores, recuerdos y emociones. Al final del día, el objetivo no es necesariamente deshacerse de todo, sino encontrar un equilibrio que refleje nuestros valores y requisitos actuales. Porque, vamos, ¿no se siente bien vivir en un lugar donde cada objeto tiene su razón de ser?
Así que, a la próxima vez que te encuentres con un «¿Por qué guardé esto?», piensa en tus valores y objetivos, y tal vez, solo tal vez, ese objeto tenga más que contar de lo que crees.