Cuando se habla de Novak Djokovic, uno de los tenistas más laureados de la historia, a menudo se piensa en sus imponentes números: 24 títulos de Grand Slam y un palmarés que dejaría boquiabierto a cualquier aficionado al deporte. Pero hay una faceta de su carrera que no suele estar en la conversación: la complicada relación que mantiene con el público australiano y la prensa. Así que, si alguna vez te has preguntado si Nole es un genio incomprendido o un simple mauvaise foi (término francés que podría traducirse como «mala fe»), acompáñame en este recorrido que no solo promete ser informativo, sino altamente entretenido.
La victoria con sabor amargo en Melbourne
Recientemente, Bartomeu, perdón, quise decir Novak Djokovic; el serbio se presentó en la Rod Laver Arena para enfrentar al joven tenista Jirí Lehecka. La cita fue un triunfante 6-3, 6-4, 7-6(4) que, aunque menospreciaremos por un momento, fue empañada por un incidente con la prensa. ¿Puede uno disfrutar de una victoria sabiendo que hay un periodista que no te quiere en su programa? La respuesta, por supuesto, es un rotundo no.
El origen del desencanto: un periodista y un público ruidoso
Un par de días antes de este partido, el periodista Tony Jones, de Channel 9 (la cadena oficial del Open de Australia), proyectó una nube de desdén sobre Djokovic. Durante una conexión en directo, se atrevió a afirmar que el serbio estaba “pasado de moda” y mencionó otros comentarios que, como buenos venenos, estaban cargados de desprecio. Desde el sofá de mi casa, apenas soportaba ver cómo un periodista, en lugar de contribuir a la grandeza del deporte, decidía ir a por Djokovic como si de un enemigo en una película de superhéroes se tratase.
La situación se complicó aún más cuando el público, que en otras circunstancias hubiera estado a su favor, empezó a seguir el juego del periodista. Así que ahí está Novak, en medio del partido, haciendo lo que mejor sabe hacer, y parte de la grada intentando desconcentrarlo. ¡Qué manera de boicotear un espectáculo! Eso me recordó a mi época de colegio, cuando mis compañeros intentaban distraerme mientras tomaba un examen. Ah, los buenos viejos tiempos…
La temida decisión de no atender a la prensa
Después de asegurar su victoria, Djokovic optó por no atender la tradicional entrevista en la pista. ¿Por qué debería hacerlo, se preguntarán? Jim Courier, un extenista y ahora comentarista, estaba allí, listo para hacerle las preguntas que nadie quería contestar, pero Nole decidió irse directo al túnel de vestuarios. En lugar de eso, se dirigió a la multitud que genuinamente lo apoyaba, firmando autógrafos para los niños. Fue un gesto noble, pero no podía olvidar la herida abierta por el desdén de los adultos. La vida es un balance así, ¿no?
“No tengo nada en contra del público australiano”
Luego, en la rueda de prensa posterior, Djokovic no se guardó su opinión sobre lo acontecido. Con una sinceridad que muchos podrían calificar de valentía (yo lo llamaría honestidad sin filtros), explicó que su negativa a ser entrevistado en pista se debía a los comentarios ofensivos realizados por Tony Jones. El serbio dejó claro que su actitud nada tenía que ver con el público, sino más bien con la despreocupación de un periodista que se olvida de que las palabras pesan más que una raqueta.
Era como si un meteorito hubiera caído directo en la relación que Djokovic mantenía con la afición australiana: una mezcla de amor y odio. Una relación bastante tóxica, debo decir.
Entre el amor y el odio: ¿quién es realmente Djokovic?
En el mundo del tenis, Djokovic es a menudo retratado como uno de los villanos en el cuadrilátero. A menudo me pregunto si este tipo de relaciones públicas no se gestan en parte por el propio jugador. ¿Es posible que la intensidad competitiva que él irradia provoque que sus críticos encuentren su existencia indeseable? Personalmente, he pasado por algo similar en mis días de estudiante. Los más esforzados a veces generan cierto recelo en sus compañeros. Es una espiral complicada.
Un apoyo inesperado
No hace mucho, durante el Open de Australia, Djokovic no solo se enfrentó a Jirí Lehecka. También se atrevió a mostrar su apoyo a la estadounidense Danielle Collins, quien, al igual que él, tuvo sus propios enfrentamientos con el público. En uno de esos lapsos de juego, Collins paró a la multitud y se atrevió a responder con un desenfreno de carisma, tal como lo había hecho Djokovic en la pista. Sin duda, parecidos en la lucha aunque no en la ubicación geográfica.
Dicen que los grandes campeones no solo luchan contra sus oponentes, sino también contra el clima, el público y, por supuesto, la prensa. Si lo analizas, suena bastante justo, ¿no crees?
El efecto Djokovic: cuando ser amado se convierte en un desafío
El fenómeno de Djokovic es un espejo que refleja las contradicciones de la fama moderna. Por un lado, tienes a las masas que lo admiran, aquellos que se alinean con él en la playa de la Rod Laver Arena y que lo ven como un campeón. Pero por otro lado, tienes a los críticos que se alimentan de su historia, continuando con este ciclo de desprecio y compasión.
Un legado inmutable
Al final del día, uno tiene que preguntarse qué legado dejará Djokovic en el mundo del tenis. Seguirá siendo un tenista intimidante en la cancha; eso es seguro. Pero al mismo tiempo, su historia con el público australiano se ha vuelto un hilo narrativo en su carrera. ¿Es este un legado de superación y resistencia? O quizás un recordatorio del hecho de que el éxito nunca llega sin sacrificios.
Y aquí estamos, en medio de la incertidumbre, viendo cómo se desarrollan las historias en la ATP mientras Nole continúa enfrentándose a adversarios en la cancha y, a menudo, en la vida misma.
Reflexiones finales: ¿Es Djokovic un héroe o un villano?
A medida que nos adentramos en la temporada de tenis, me pregunto: ¿es Djokovic un héroe con una sombra oscura de odio? ¿O simplemente alguien que ha tomado demasiados golpes y ha librado demasiadas batallas? Lo que está claro es que, aunque tenga sus detractores, el nombre Novak Djokovic siempre traerá consigo una rica historia llena de altibajos, reflexiones y, por supuesto, un buen toque de drama.
Así que, la próxima vez que te sientes ante un partido de tenis en el Open de Australia, recuerda este momento. Recuerda que detrás de cada raquetazo hay una historia. Una historia de un hombre que tan solo quiere jugar su juego, pero que también debe enfrentarse a los fantasmas de la fama y la prensa. ¿Puede acaso la grandeza del deporte ser realmente tan complicada?