El pasado 8 de marzo, miles de personas se unieron en las calles de Barcelona para conmemorar el Día Internacional de la Mujer con una marcha que resonó con fuerza en cada rincón de la ciudad. Bajo el lema “Los cuidados sostienen la vida”, la manifestación fue un vibrante recordatorio de la importancia del feminismo y la necesidad imperante de acabar con el patriarcado. ¿Te imaginas una ciudad donde cada voz cuente? Hoy quiero compartir contigo mi experiencia en esta jornada, los mensajes poderosos que allí se escucharon y cómo todos podemos ser parte del cambio.
¿Qué ocurrió en la manifestación?
La jornada comenzó con un ambiente festivo y reivindicativo. Alrededor de 25.000 personas, según estimaciones de la Guàrdia Urbana, marcharon por las calles, muchas de ellas con pancartas y camisetas que llevaban mensajes contundentes. La organización de la marcha estuvo a cargo de 150 entidades y colectivos que cuidaron cada detalle, dividiendo la protesta en nueve bloques que representaban diversas luchas: mujeres, lesbianas, trans, migrantes y más.
Recuerdo cómo me sentí mientras caminaba entre la multitud, sintiendo la energía colectiva. Era como si el aire estuviera impregnado de esperanza y determinación. Me encontré junto a una familia que había llevado a sus hijos, explicando la importancia del feminismo y la igualdad a las nuevas generaciones. ¿Qué mejor forma de educar que mostrando la lucha en acción?
Un lema que resuena
“Los cuidados sostienen la vida” no es solo un lema; es una verdad tajante que se repite en los hogares de todo el mundo. En esta manifestación, se hizo hincapié en las labores de cuidado, tanto remuneradas como no, y cómo a menudo siguen siendo asumidas mayoritariamente por las mujeres, especialmente las migrantes. Hablar de cuidados es hablar de amor, pero también es hablar de injusticia.
Una de las activistas leyó un poderoso manifiesto que resonó profundamente: “El sistema capitalista invisibiliza y explota los cuidados”. Sus palabras me hicieron reflexionar sobre la cantidad de mujeres que pasan desapercibidas, trabajando incansablemente para mantener el tejido social sin recibir el reconocimiento que merecen.
Rosa María: un símbolo de resistencia
Uno de los momentos más emotivos de la marcha fue ver a Rosa María Armengol, una mujer de 71 años y sobreviviente de violencia machista, liderando la protesta. Con su voz firme y su historia de vida, se convirtió en un símbolo de resistencia. “Me he rebelado contra el maltrato”, afirmaba mientras recordaba su pasado y agradecía a las trabajadoras y psicólogas que la ayudaron en su camino hacia la sanación.
¿Sabías que Rosa llegó a pesar solo 38 kilos? Su valentía es una inspiración para tantas mujeres que, al igual que ella, luchan contra el patriarcado y el abuso. Es un recordatorio de que sobrevivir no es suficiente; debemos alzar nuestras voces y luchar por un cambio real.
El poder de la inclusión
Este año, la marcha también hizo hincapié en la unión del movimiento trans con el feminista. “Sin antirracismo no hay feminismo”, se coreaba a gritos, reflejando la necesidad de fomentar una lucha interseccional. La diversidad de voces presentes no solo enriqueció la protesta, sino que también destacó la importancia de la solidaridad en la lucha por la igualdad.
Los lemas como “sin las putas no hay feminismo” resonaban entre los asistentes, recordándonos que el feminismo es un movimiento amplio que debe incluir todas las experiencias. Es fundamental que todos los sectores de la sociedad reconozcan las intersecciones entre el género, la raza, la clase y la sexualidad.
La marcha global: un eco en todo el mundo
El 8M no se limita a Barcelona. Es un fenómeno que abarca todo el planeta. Miles de ciudades, desde Madrid hasta Nueva York, se unieron a la jornada, convirtiéndola en un grito global por la igualdad de género. En un mundo donde a menudo hay ruido y confusión, este día se convirtió en una sinfonía de voces unidas.
Incluso mientras escribo estas líneas, puedo escuchar los ecos de nuestras pancartas, como si el viento llevara nuestros mensajes de lucha a cada rincón del mundo. ¿No es esto lo que todos deseamos? Que nuestra lucha no se quede encerrada en las paredes de una ciudad, sino que se expanda y resuene hasta ser escuchada en los confines del planeta.
La desconexión con el sistema
Uno de los aspectos más preocupantes que surgió durante la marcha fue el sentimiento de desconexión con las instituciones. Muchas mujeres, como Rosa María, expresaron su frustración con un sistema que, en lugar de protegerlas, las deja vulnerables. “El Estado no está aquí para nosotras”, decía una de las participantes, reflexionando sobre la falta de apoyo que muchas mujeres enfrentan en tiempos de crisis.
Es en este contexto donde vemos la creciente necesidad de que el feminismo sea escuchado en las políticas públicas. Si las instituciones no se alinean con las necesidades y deseos de las mujeres, ¿cómo podemos esperar un futuro más igualitario?
La experiencia de la marcha: un testimonio personal
A medida que avanzaba la marcha, recordaba mis propias experiencias en manifestaciones anteriores. Como hombre, siempre he sentido una mezcla de empoderamiento y responsabilidad. Si bien no soy mujer, entiendo que mi papel es ser un aliado en esta lucha.
Me encontré en un momento peculiar: una joven estaba vendiendo pañuelos que decían “hijos del patriarcado”. No pude evitar reírme. En un mundo donde lo serio a menudo va de la mano con lo oscuro, es un alivio encontrar el humor en la lucha. La vida ya es demasiado complicada como para no disfrutar del camino.
Reflexiones finales: hacia un futuro más igualitario
Una vez que la marcha llegó a su fin, me quedé pensando en todo lo que había visto y escuchado. La fuerza de la comunidad es abrumadora, y es un recordatorio de que no estamos solos en esta lucha. Sin embargo, también es un recordatorio de que el camino por delante está lleno de retos.
Si hay algo que espero que todos los que asistieron a la marcha se lleven a casa, es la determinación de seguir luchando. El 8M debe ser un recordatorio diario de que aunque hemos avanzado, aún nos queda mucho por hacer.
Recuerda que el feminismo no es solo para mujeres, es un llamado a toda la sociedad a ser parte del cambio. Entonces, ¿cómo podemos actuar en nuestras comunidades? ¿Cómo podemos ser aliados activos en la lucha por la igualdad?
Suceda lo que suceda, el Día Internacional de la Mujer es una invitación a todos nosotros para unirnos en el camino hacia un futuro más equitativo. Así que, la próxima vez que veas a alguien luchando por sus derechos, piensa en el impacto que puede tener tu apoyo. Y recuerda, ¡juntos somos imparables!
Cada paso cuenta, cada voz importa y cada acto de solidaridad suma. Nos vemos en la próxima marcha, porque la lucha no termina aquí.