La noche del último Carnaval en España no solo estuvo marcada por disfraces coloridos y desfiles festivos, sino que también vivió un capítulo singular: un intento de celebrar una fiesta rave en un antiguo balneario en Montserrat, concretamente en Esparraguera, Barcelona. Pero, como en toda buena historia, el desenlace no fue el que los organizadores esperaban. ¿Realmente vive la sociedad un auge de fiestas clandestinas, o es simplemente un cuento de hadas moderno que cada año cobra más relevancia?

El auge de las fiestas clandestinas en la era digital

Seguramente has escuchado historias:

«Mira, el otro día estuve en una rave clandestina. Fue impresionante, el ambiente, la música… pero salí corriendo cuando llegaron los policías».

Los mensajes sobre fiestas rave secretas se difunden rápidamente en redes sociales como un virus. Esta vez, ocurrió con la convocatoria en el antiguo balneario de La Puda, un lugar donde lo único que esperaba ser invadido era la paz de la noche. Para quienes no están familiarizados, es como si los fantasmas de las fiestas pasadas resonaran entre las paredes de un lugar que solía ofrecer tratamientos de relajación y ahora intentaba ser el epicentro de la revolución del baile.

Pero, ¿es esta tendencia de fiestas clandestinas una forma de rebelión social, una alternativa ante la oferta de ocio convencional, o una manera de desafiar a las autoridades?

Historias de fiestas: mi experiencia personal

Déjame contarte algo. Recuerdo mi primera experiencia en una rave, no muy diferente de la situación de La Puda. Era una noche cargada de adrenalina. Con amigos decidimos seguir las pistas de una publicación que prometía una fiesta memorable. Después de un par de giros en la carretera y tres llamadas perdidas a nuestro contacto, encontramos el lugar: un viejo edificio industrial donde el arte y la música se daban la mano.

La mezcla de luces neón y el ritmo de la música electrónica me atrajeron por completo. Sin embargo, en medio de la diversión, también era evidente que había un aire de desconfianza. Todo el mundo miraba hacia la puerta, medio esperando que alguien interrumpiera el momento perfecto.

Era divertido, pero también un poco inquietante. ¿La policía podría llegar en cualquier momento? A veces, la adrenalina de lo prohibido puede ser más emocionante de lo que se desea. Sin embargo, mi lógica de “espero que no lleguen” pronto se convirtió en “bueno, creo que es hora de irme”, y así fue como terminé saliendo por la puerta trasera dos horas antes de que la fiesta se apagara.

La intervención de los mossos: un acto de autoridad o de seguridad pública

Volviendo al reciente evento en Montserrat, cuando los Mossos d’Esquadra decidieron cerrar el acceso a la fiesta, no simplemente estaban actuando como “los villanos” de la historia. Su intervención, aunque irreverente para algunos, estuvo respaldada por la razón. Es un tema complicado: la libertad de disfrutar del ocio versus la necesidad de garantizar la seguridad pública.

Las fiestas rave a menudo carecen de las medidas de seguridad adecuadas. ¿Debemos recordar aquella tragedia en un festival en el que una avalancha de personas causó heridas? Las preocupaciones sobre la salud, el exceso de consumo de sustancias y la seguridad, son preocupaciones legítimas que las autoridades deben tomar en cuenta.

¿Es la prohibición la solución?

Poco después de la intervención, numerosas críticas comenzaron a surgir: ¿deberían las autoridades permitir estas fiestas y regularlas en lugar de prohibirlas? Muchos argumentan que la represión solo alimenta el deseo de ir en contra de las normas.

Aquí la pregunta añeja: ¿es la prohibición la verdadera solución, o solo estamos alimentando una rebelión en la sombra?

La transformación de los espacios públicos y el reto cultural

La cultura rave ha evolucionado con el paso del tiempo. Empezó como una forma de escapismo y se redefinió como una expresión artística cuyos lugares de encuentro se transforman rápidamente. Desde fiestas clandestinas en fábricas abandonadas hasta festivales reconocidos mundialmente, la historia de la música electrónica está llena de giros y sorpresas.

En este contexto, ¿qué papel juegan los espacios públicos? Muchos de los antiguos balnearios, como el de La Puda, están en desuso, y podrían ser revitalizados a través de eventos culturales, siempre y cuando sean responsables y legales.

La creatividad de las generaciones más jóvenes podría transformar estos espacios en fábulas del pasado. Sin embargo, cada vez más jóvenes sienten que deben recurrir a organizaciones clandestinas para llevar a cabo sus festividades. ¿No sería ideal crear un espacio donde se pudiera disfrutar de la música, el baile y la diversión sin el temor de una intervención policial?

Las redes sociales como herramienta de difusión

Un gran factor en la difusión de estos eventos clandestinos son, sin duda, las redes sociales. En un mundo donde el #nocturno y el #fiestón se viralizan en cuestión de segundos, la vida nocturna se ha vuelto un tema recurrente entre los jóvenes.

Recientemente, me encontré con un grupo de estudiantes que habían creado un evento en una plataforma social que invitaba a una fiesta en un lugar que parecía más bien un episodio de «Caza de fantasmas». Lo mejor (o peor, dependiendo de cómo se mire) fue que tenían más de 500 asistentes confirmados en una ubicación que solo podía albergar a un tercio de eso. La mezcla de previsiones implacables con entusiasmo juvenil es parte del encanto y del riesgo.

Uno se pregunta, ¿será esta vez el momento en que todo se descontrole por principios magnéticos? Es difícil no imaginarse las caras de sorpresa y pánico cuando lleguen las autoridades. Hay un humor sutil en pensar que las mejores fiestas a menudo son las que nunca ocurren.

Reflexionando sobre la fiesta y nuestra sociedad

Después de la intervención de los Mossos, muchos se preguntaron: ¿vale la pena arriesgarlo todo por una noche de diversión? La respuesta es delicada, y varía de persona a persona. Algunos pueden ver en la prohibición una limitación, mientras que otros podrían interpretarlo como una expresión de la falta de espacios donde se pueda llevar a cabo una celebración controlada y segura.

Encuentros como el que intentaba suceder en La Puda ponen en relieve la lucha que vive la comunidad artística y juvenil al tratar de encontrar alternativas de diversión. No se trata simplemente de una fiesta en sí misma, sino de una búsqueda de identidad y pertenencia.

Es un tema complejo: por un lado, la libertad de expresarse y bailar al ritmo de los bajos, y por otro, la necesidad imperiosa de que estas experiencias no pongan en riesgo a nadie. ¿Podremos encontrar un equilibrio adecuado donde todos puedan disfrutar sin temor?

Conclusiones: la búsqueda de un espacio seguro

La fiesta rave en el antiguo balneario de La Puda en Montserrat nos deja varias reflexiones sobre nuestra cultura, eventos y la búsqueda interminable de diversión. La intervención de los Mossos d’Esquadra, aunque vista como un acto de autoridad, nos lleva a cuestionar si la prohibición es la respuesta o el camino equivocado.

Quizá es hora de repensar cómo creamos espacios de diversión que integren la responsabilidad y la expresión cultural. Después de todo, la música y la diversión son universales, y todos merecemos un espacio donde disfrutar, sin mediar el miedo de una intervención sorpresiva o de consecuencias no deseadas.

Como en esa fiesta en la que te conté: lo único que se puede hacer es bailar, disfrutar y, si hay que salir corriendo, hacerlo con estar de risas en la cara.

Así que aquí quedamos, unos con el deseo de seguir bailando bajo las luces neón y otros observando desde la distancia, esperando que las raves del futuro sean más una celebración comunitaria y menos un juego del gato y el ratón con las autoridades. ¿Tú qué opinas?