La historia del azúcar en Canarias no es simplemente un cuento más sobre algún edulcorante que endulza nuestros pasteles; es una historia entrelazada con la economía, la cultura y la identidad de un archipiélago que fue uno de los protagonistas de la primera globalización. En este artículo, nos adentraremos en la historia de los ingenios azucareros de Canarias, explorando su impacto en la economía del siglo XVI, su legado cultural y la reciente candidatura para ser reconocidos como patrimonio mundial por la Unesco. Así que, ¡abrochen sus cinturones! Porque este viaje tiene un poco de historia, un poco de arqueología, y, de vez en cuando, un toque de anécdotas personales que podrían hacernos sentir un poco más dulce la lectura.

El oro blanco: el azúcar como motor económico

En la actualidad, podría parecer sorprendente que un simple edulcorante haya jugado un papel tan crucial en la economía del siglo XVI en Canarias. Pero, en esa época, el azúcar era considerado «el oro blanco» y, según se cuenta, era más valioso que el oro en algunas regiones. Imagínate a los comerciantes de la época en el puerto, intercambiando sacos de azúcar por especias y otros lujos; si hubiéramos tenido cámaras, seguramente, tendríamos fotos del azúcar posando orgullosamente con diamantes y cuero.

Entre los siglos XV y XVIII, llegó a haber nada menos que 44 ingenios azucareros en las Islas Canarias. Gran Canaria fue la reina del sector, con 27 ingenios, mientras que Tenerife y La Palma dejaron su huella con varios más. Con la llegada de la Corona de Castilla y la expansión ibérica, las islas se convirtieron en un punto neurálgico para la producción de caña de azúcar, que luego se enviaría a Europa, donde la demanda era voraz.

Pero, ¿qué significa esto para los isleños? Pues nada menos que una revolución económica que cambió el rumbo de la historia de Canarias. La producción azucarera permitió la creación de empleos, la mejora de las infraestructuras y, por supuesto, un aumento en la riqueza de los propietarios de estos ingenios. Era un tiempo en el que tener un ingenio era simbolizar el éxito y el poder. Puedo casi escuchar las riendas de los ricos tirando de sus caballos hacia los ingenios, mientras se deleitaban con la idea de que su fortuna se mantenía en constante aumento. Pero, como todo lo bueno, esto también tuvo un final.

De la euforia al declive

Ya que hemos hablado de dulzura, es hora de acercarnos un poco al amargor de la historia. A medida que el azar canario fue creciendo, también lo hizo la competencia. Las islas del Caribe, en particular La Española (actualmente República Dominicana y Haití), comenzaron a desarrollar sus propias plantaciones azucareras. Era como si la industria del azúcar fuera un reality show, y todas las islas querían ser la ganadora. La producción canaria, que en un tiempo había centralizado el suministro del continente europeo, empezó a flaquear.

A mediados del siglo XVII, el 80% del azúcar que llegaba a Europa provenía de América, hundiendo el comercio azucarero canario. Los ingenios comenzaron a cerrar y, si pensabas que perder tu ingenio era malo, imagina la angustia de aquellos propietarios que se quedaron con sus fábricas vacías, como quien compra un helado que se derrite antes de probarlo. Una fase dulce se había cerrado, y una amarga comenzaba.

La arqueología como motor de rescate

Sin embargo, la historia no termina ahí. Como un giro inesperado en una película clásica, la arqueología rescató lo que quedó del pasado. En 2005, un hallazgo sorpresivo durante unas obras de construcción en Gran Canaria reveló los restos de un antiguo ingenio azucarero. La noticia fue como un revulsivo que reavivó el interés por el patrimonio industrial canario.

La empresa arqueológica Arqueocanaria se convirtió en la protagonista de esta historia. Gracias a su trabajo, han desenterrado restos de tres ingenios en Gran Canaria y uno más en La Palma. Las excavaciones no solo han sido emocionantes en términos de descubrimiento, sino que han revitalizado la historia de la producción azucarera en las islas, de la que muchos de nosotros ahora queremos saber y aprender más.

Un momento especialmente emotivo para mí fue cuando visité uno de estos sitios arqueológicos; ver los restos de un antiguo ingenio y sentir que la historia se teje a través de las piedras es algo que no se puede describir con facilidad. Sentí como si realmente estaba tocando el pasado, y, con una taza de café en la mano (porque sí, el azúcar siempre debe acompañarse de café), recordé las historias que mis abuelos me contaban sobre sus vidas en las islas, casi como si ellos hubieran participado en la gloriosa época del azúcar.

La candidatura a patrimonio mundial de Unesco

En un giro emocionante en esta narrativa, hoy cuatro de esos ingenios aspiran a ser declarados patrimonio mundial por la Unesco. Así es, amigos: potencialmente, el azúcar de Canarias podría estar en el mismo estante que las pirámides de Egipto o los templos de Angkor Wat. La candidatura, llamada «Primeros ingenios azucareros del Atlántico», fue presentada en conjunto por España y la República Dominicana. Y, como una buena película de Hollywood, hay personajes clave en esta trama.

La doctora Ana Viña Brito, catedrática de Historia Medieval, y sus colegas fueron fundamentales para la presentación de esta candidatura. Su arduo trabajo en los archivos ha sido esencial para dar a conocer la importancia de estos ingenios. Además, el doctor Jorge Onrubia y María del Cristo González han contribuido a fortalecer el valor patrimonial de los ingenios azucareros, sumando voz y reconocimiento a lo que alguna vez se consideró un tema secundario en la historia canaria.

¿Y qué significa realmente este reconocimiento por parte de la Unesco? Para Valentín Barroso, codirector de Arqueocanaria, es un momento de inflexión que podría ayudar a dar valor a esos espacios donde estuvieron los ingenios. «Espero que los políticos locales se entusiasmen y hagan un esfuerzo para musealizar estos sitios», comenta. La idea de que futuras generaciones puedan visitar estos ingenios y entender la magnitud de su historia es simplemente emocionante.

Significado cultural y lingüístico

Más allá de su valor económico, los ingenios azucareros dejaron su huella en la cultura canaria. Las catedráticas Dolores Corbella y Ana Viña han realizado estudios en los que se demuestra que muchos términos asociados a la industria azucarera tienen raíces canarias. Palabras como bagazo, tacha y zafra son solo algunos ejemplos de un léxico que ha viajado a América, influenciado por el proceso de producción de azúcar.

Es fascinante imaginar que nuestras palabras puegan volar sobre el océano y regresar con un acento diferente, como un amigo que vuelve de un viaje en el que se trajo un montón de historias y recuerdos. En sus investigaciones, Corbella y Viña han delineado cómo la historia de Canarias está entrelazada con la de América a través de estas plantaciones e ingenios. Este vínculo no sólo habla de comercio, sino también de la mezcla cultural que caracterizó a los siglos de exploración y colonización.

Conclusión: ¿Por qué deberíamos importarnos?

Así que, al cerrar este capítulo sobre los ingenios azucareros de Canarias, quiero que reflexionemos por un momento: en un mundo donde todos ansiamos por lo nuevo y lo próximo, a veces es importante regresar a nuestras raíces y comprender de dónde venimos. La historia del azúcar en Canarias es un recordatorio del legado que las plantas, las manos que las cultivaron y las palabras que las resonaron han dejado en nuestras vidas.

La candidatura a patrimonio mundial no es solo un reconocimiento; es una celebración de la identidad canaria que ha sido moldeada por el tiempo, la cultura y, por supuesto, el azúcar. Y, si tienes un café en mano como yo mientras estás leyendo esto, quizás la próxima vez que endulces tu bebida, recordarás que cada grano de azúcar tiene una historia que contar.

Así que, ¿quién se apunta a hacer un viaje a los ingenios azucareros para aprender más? La historia siempre tiene espacio para uno más, y el azúcar, sin lugar a dudas, necesita más fans. Y recuerden, en la vida, como en la producción de azúcar, a veces hay que separar lo dulce de lo amargo para tener un producto que valga la pena.