La vida puede parecerse a una carrera en bicicleta; hay subidas empinadas, caídas inesperadas y, en ocasiones, un motor que se estropea cuando menos lo esperas. Ahora, si alguna vez has disfrutado ver a Lance Armstrong pedaleando para conseguir la gloria en el Tour de Francia, te alegrarás de escuchar que la historia de este ciclista no acaba con el escándalo del dopaje. De hecho, podría decirse que, a sus 53 años, ha encontrado el verdadero sentido de la victoria y, quien lo diría, no se trata de pedalear hacia una medalla o un trofeo, sino de liberarse de las cadenas del alcohol.

En un reciente anuncio en las redes sociales, Armstrong compartió que después de un año de haber tomado la decisión de abandonar el alcohol, siente una increíble sensación de alivio y claridad. “Hoy hace un año decidí que mi relación con el alcohol había terminado”, escribió. Me imagino que, para él, ese era el verdadero título de su carrera más importante. Un año completo sin el escaso y engañoso consuelo de una bebida.

¿Por qué el alcohol? La batalla personal de Lance

Lo curioso es que estas revelaciones nos llevan a una reflexión profunda. En su mensaje, Armstrong considera que cada elección que hacemos en la vida puede ser vista como un “activo o un pasivo, un positivo o un negativo”. Para él, el alcohol era definitivamente un pasivo, un desagüe que consumía su energía y bienestar.

Ahora, no voy a mentir. A veces se siente bien disfrutar de una copa de vino o una cerveza después de un largo día. Pero, al igual que comer un pastel de chocolate (lo confieso, mi perdición), hay que tener cuidado de no caer en la trampa del exceso. ¿Cuántas veces hemos tenido esa charla interna sobre cómo el viernes es el día ideal para salir y dejar que todo fluya? Pero, como Armstrong ha aprendido, a veces lo que parece una forma de liberar tensiones, acaba convirtiéndose en una carga.

Armstrong reflexiona sobre su relación con el alcohol, recordando que no era algo que solo le afectara a él. «No era lo mejor para mí. Y tampoco para mi familia, mis amigos, mi equipo y mi comunidad». Esas palabras resuenan, ¿verdad? Nunca somos una isla. Nuestras decisiones reverberan en los que nos rodean.

De rivalidad a amistad: el caso de Jan Ullrich

Uno de los aspectos más fascinantes de la historia de Armstrong es su relación con Jan Ullrich, su rival de la época dorada del ciclismo. El destino tiene un sentido del humor peculiar. Ullrich también ha batallado con el alcohol y las drogas, pero fue Armstrong quien, tras años de desencuentros y rivalidad, decidió tenderle la mano en un momento de gran necesidad. Me imagino que eso tuvo que ser como jugar a «¿Quién se atreve a tomar el primer trago?», solo que en este caso el trago era un mensaje de apoyo.

Desde que Ullrich se recuperó, han forjado una amistad que va más allá de las rivalidades deportivas. Al ver a dos figuras tan opuestas en el mundo del ciclismo, ahora unidas por la adversidad, uno no puede evitar pensar: ¿encuentran los verdaderos amigos en los momentos difíciles? Es algo para reflexionar.

La «voz interior» de Armstrong

En su mensaje, Armstrong menciona haber escuchado una “voz interior” que lo guió en su camino hacia la sobriedad. Esto me recuerda a esos diálogos internos que todos tenemos; a menudo son abrumadores y, a veces, destructivos. Pero, ¿y si comenzamos a escuchar esa voz en lugar de ignorarla? En lugar de otra bebida en la nevera, podríamos optar por una caminata al aire libre, un buen libro o incluso poner un podcast sobre nuestros temas de interés.

Armstrong afirma que, un año después de acabar con el alcohol, esa voz interior le dice: “Hola Lance, estoy muy orgullosa de ti”. ¿No anhelamos todos escuchar estas palabras sobre nuestras propias decisiones actuales? Se trata de la validación que todosuriamos buscar, y, francamente, a veces simplemente necesitamos decirnos a nosotros mismos que estamos haciendo un buen trabajo.

Reflexiones finales: la lucha continúa

La historia de Armstrong en el mundo del ciclismo es una mezcla de superación, controversia y, actualmente, redención. Pero esta nueva etapa de su vida subraya un punto crucial: la soberanía sobre nuestras propias decisiones puede abrir puertas a nuevas y emocionantes oportunidades. La vida, aunque puede ser un embrollo, también es un refugio donde se pueden encontrar luces en la oscuridad.

Al mirar hacia el futuro, ¿qué nos depara a nosotros? Todos enfrentamos batallas – algunas son más visibles que otras_*, pero todos estamos en esto juntos. Tal vez la historia de Armstrong nos inspire a revisar nuestras propias meticulosidades, decisiones y, quién sabe, tal vez convencernos a nosotros mismos de que también vale la pena dejar atrás lo que no nos sirve.

En resumen, la travesía de Lance Armstrong puede que ya no se trate solo de ser el primero en cruzar la meta, sino de demostrar que a veces el verdadero objetivo es encontrar la paz interior. Así que, a medida que avanzamos en nuestros propios caminos, posiblemente podamos encontrar ese equilibrio, escuchando nuestra “voz interior” y confiando en que lo mejor está por venir. Después de todo, si Armstrong puede hacerlo, ¿quién dice que nosotros no podríamos?


Si alguna vez te has sentido atrapado, recuerda que siempre hay una opción que tomar, y cada día puede ser un nuevo comienzo. ¿No es eso lo que todos necesitamos en algún momento de nuestras vidas?