La política, como la vida misma, es un escenario donde las palabras pueden convertirse en armas de doble filo. ¿Alguna vez te has encontrado en una conversación donde alguien menciona el pasado y se siente como si hubieran lanzado un gran bólido de emociones, opiniones y un extraño sentido de nostalgia? Eso es lo que ocurre con el franquismo en el actual panorama político. En este artículo, nos adentraremos en la intrincada relación entre la política contemporánea y el legado del pasado, todo ello con un toque de humor y anécdotas personales que espero te hagan reflexionar e incluso, reír.

¿Por qué hablamos del franquismo en la actualidad?

La historia es un espejo, y aunque a veces preferiríamos romperlo, hay momentos en que es necesario mirarse en él. La volatinería verbal de la derecha española invita a la reflexión, y no porque lo diga yo, que apenas tengo un par de anécdotas políticas en mi historia personal, sino porque los propios líderes parecen, en ocasiones, evocar a ese pasado con una facilidad que asusta. Imagínate en una reunión familiar, donde tu primo siempre saca a relucir viejas anécdotas del pasado, mientras tú intentas como sea cambiar de tema. Así es como se siente la conversación política en algunos círculos en estos días.

Una reflexión necesaria

En muchas ocasiones, los políticos de derecha parecen ignorar el eco del franquismo que resuena en la política actual. ¿Es ignorancia, negligencia o pura estrategia? La respuesta no es sencilla. A veces, pareciera que a algunos de nuestros líderes les vendría bien una clase de historia, aunque sospecho que muchos de ellos ya lo saben todo. Es más, lo que verdaderamente parece captar la atención de ciertos sectores es el modo en que copian actitudes y frases del pasado para crear una conexión emocional con sus bases, aun a costa de evocar demonios que, quizás, deberíamos dejar en el pasado.

Las implicaciones del legado franquista en las narrativas políticas

Podemos preguntarnos: ¿estamos olvidando lo que se pudo aprender del franquismo? A veces, siento como si hubiera un concurso de memoria selectiva en el que los políticos compiten por ver quién puede recordar menos de lo que realmente pasó. En lugar de aprender y construir sobre el pasado, surge la tentación de simplemente ignorarlo, como si esa estrategia “cazadora de votos” fuera infalible.

La nostalgia como una herramienta política

El registro emocional es poderoso. La nostalgia se ha utilizado como una máquina del tiempo que transporta a las personas a una supuesta edad dorada que, en realidad, no fue más que un espejismo. Un buen amigo mío siempre dice que los años 80 eran increíbles, pero lo dice desde la comodidad de un sofá con un control remoto en la mano. ¿Y si le preguntaras sobre la cruda realidad de esas décadas? De repente, la conversación cambia de tono.

Ahora bien, ¿es la nostalgia una herramienta eficaz en la política? La respuesta corta: probablemente sí. La derecha ha sabido jugar con el anhelo de tiempos pasados, creando lemas que suenan atractivo y evocadores. Es un juego peligroso, pero para algunos, parece que vale la pena correr el riesgo.

Los líderes de derecha y su relación con el pasado

Los líderes políticos no son ajenos a la tentación de retomar las frases con sabor a “vintage”. La ultraderecha española, en particular, ha hecho de ello su estrategia. Cuando hablas con ellos, puedes notar cómo ciertos temas son manoseados como si fueran viejos trapos que pueden usarse para limpiar un discurso que no termina de brillar. ¿Te suena familiar?

Imagina estar en un bar viendo un partido, y de repente un amigo saca una anécdota de sus días en el colegio, pero todos están esperando que él diga algo relevante del partido actual, pero en su lugar solo repite un viejo chiste que era graciosísimo hace 20 años. Es frustrante, ¿verdad? Algo similar ocurre en el contexto político actual.

El compadreo político

Después hay otros líderes que parecen enterrar sus cabezas en la arena, con la esperanza de que el tiempo se lleve consigo cualquier conversación sobre el franquismo. Esperan que, al ignorar el pasado, el presente, y más aún, el futuro, se acabe disolviendo como azúcar en agua. Pero no, querido lector, la historia tiene una forma curiosa de volver a presentarse cuando menos lo esperas.

Intentando desenredar la telaraña verbal

Ahora, si bien no estoy aquí para encarnar el papel de juez, sí es importante desmenuzar la forma en que se aborda el franquismo. En la actualidad, hay discursos que son absolutamente desconcertantes. Cuando escucho a ciertos políticos hablando del franquismo, me pregunto: ¿están hablando de un hecho histórico o vendiendo una serie de Netflix? Tal vez deberíamos enviar a la mayoría de ellos a un buen taller de comunicación política, porque sus discursos pueden parecerse más a una comedia de enredos que a una seria discusión política.

Recuerdo una vez que asistí a un mitin. Mientras escuchaba a un orador que parecía más preocupado por encajar chistes que por aclarar puntos, sentí que estaba presenciando más una obra de teatro que un discurso político. ¡Deberían entregarle un Oscar por sus actuaciones!

La responsabilidad de recordar

Es imperativo, tanto para los ciudadanos como para los líderes, ser responsables con el legado del pasado. Si bien algunos pueden pensar que echar mano de viejos idearios es una estrategia segura, la realidad es que quienes no aprenden de la historia están condenados a repetirla. El franquismo no es solo una línea de tiempo en un libro de historia; es un recordatorio de los errores que debemos evitar.

Abriendo el diálogo

En lugar de enterrar la cabeza en la arena como el avestruz, propongo abrir un diálogo. Los discursos políticos pueden y deben ser un lugar donde se reflejen las enseñanzas del pasado. Políticos, ciudadanos, todos nosotros, deberíamos trabajar para romper esa volatinería verbal que de manera tan dañina sigue poniendo en el centro del debate un pasado que muchos preferirían olvidar.

La próxima vez que escuches una referencia al franquismo, ¿te animas a preguntarte qué realmente quiere decir esa persona? ¿Es un llamado a la nostalgia o simplemente una forma de evitar debatir sobre lo que realmente necesita atención hoy?

Conclusión

Así como una historia tiene múltiples narrativas, el legado del franquismo puede interpretarse de diversas maneras. Sin embargo, es vital que, en el presente, no dejemos que el eco de esa época resuene sin cuestionarlo. Las palabras tienen peso y los recuerdos, a menudo distorsionados, pueden convertirse en realidades que afectan nuestro futuro.

Así que la próxima vez que escuches a un líder hablando del pasado, unión, o incluso tratando de provocar una sonrisa, recuerda que detrás de esas palabras pueden esconderse los ecos de una era que no debemos olvidar completamente, pero sí entender y reflexionar.

Y tú, ¿qué opinas? ¿Es el franquismo un tema de conversación que hemos cerrado en el pasado o aún tiene cosas que enseñarnos?