En un mundo donde la información se difunde más rápido que un meme de gatos (sí, esos adorables felinos que a menudo se roban el show), la desinformación se ha convertido en un fenómeno tan común como las colas en el supermercado un sábado por la tarde. Después de las recientes inundaciones en Valencia provocadas por la DANA, esta situación se ha vuelto aún más evidente. Las redes sociales, esas plataformas donde todos nos creemos expertos en todo, han visto surgir una ola de noticias falsas que se propagan con la misma rapidez que un chisme en una reunión familiar. Pero, ¿qué hay detrás de esta fascinación por compartir información errónea? Ah, amigos, déjenme contarles una historia.
¿Por qué compartimos información falsa?
Un estudio reciente realizado por el psicólogo de la Universidad de Princeton, Killian McLoughlin, publicado en la revista Science, revela que lo que realmente impulsa la difusión de las mentiras en línea no es únicamente la falta de información precisa o el deseo de saber la verdad. En realidad, lo que está en juego es algo mucho más sutil y complejo: la indignación moral.
La indignación como motor de la viralidad
Imagínate que estás leyendo un artículo sobre un acontecimiento trágico. En lugar de un tono objetivo, lo que ves es una interpretación altamente emocional que te saca esas ganas de gritar “¡increíble!” o “¡no puede ser!”. En estos momentos, esa chispa de indignación que sientes puede ser suficiente para hacer clic en “compartir” sin pensar en las consecuencias. McLoughlin y su equipo descubrieron que las fuentes de desinformación tienden a provocar más indignación que las fuentes confiables. Esto es, en palabras simples, lo que la gente realmente quiere: sentir que está alineada con sus amigos, familia o grupo político, aunque eso signifique compartir una mentira.
El dilema de la polarización
Es un hecho: la polarización política afecta nuestra forma de percibir la verdad. Al parecer, crear un bando y alinearse con él tiene más valor que el hecho de que la información que compartimos sea fidedigna. ¿Alguna vez has compartido algo en tus redes sociales solo porque todos tus amigos lo estaban haciendo, sin ni siquiera detenerte a leerlo? Si la respuesta es sí, ¡bienvenido al club! Todos lo hemos hecho. Esa presión social, ese sentido de pertenencia, puede ser más fuerte que el deseo de ser un “buen ciudadano digital”.
Haciendo clic sin mirar: el fenómeno de la inmediatez
Según el estudio, 75% de las publicaciones se comparten sin que las personas hagan clic en el enlace. Vale, esto es aún más preocupante. ¿Significa esto que estamos convirtiendo nuestras redes en una especie de “antropología de los clicks”? ¿Nos preocupa más el ruido que hace una noticia que su veracidad? La respuesta parece ser un resonante “sí”.
Mecanismos que alimentan la desinformación
Las redes sociales, lejos de ayudarnos a discernir la verdad, a menudo amplifican la desinformación. Los algoritmos que determinan qué contenido ves basan sus decisiones en las reacciones emocionales que genera el contenido. Si un artículo provoca indignación, es probable que lo veas más, lo que a su vez genera más indignación y más compartidos. Es un círculo vicioso que no solo compromete la veracidad de lo que leemos, sino que también afecta a nuestra salud mental. Recuerda, con grandes poderes (tecnológicos) vienen grandes responsabilidades (de no actuar como un borrego).
La ira como impulso
Algunos investigadores, como Clara Pretus del Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas, subrayan que la indignación no solo nos motiva a compartir información errónea, sino que representa un cambio en nuestra forma de interactuar con el contenido digital. Compartir una noticia falsa se convierte en un símbolo de lealtad a un grupo. En cierto sentido, es como levantar un cartel que dice “¡aquí estoy! soy parte del club”.
¿Esto es un acto de rebeldía social?
Tal vez. Y también puede ser un indicativo de que nuestras emociones están tomando el mando. La mayoría de las estrategias actuales para combatir la desinformación se basan en más información, en notas de verificación, carteles informativos y veracidad, pero, ¿es eso lo que realmente necesitamos?
Rompiendo el ciclo: estrategias menos tradicionales
Luis Miller, sociólogo y científico del CSIC, argumenta que las estrategias actuales no son eficaces. Según él, si compartimos contenido indignante únicamente para validar nuestra identidad dentro de un grupo, entonces lanzar más información no será suficiente. ¿Cómo hacemos entonces para romper este ciclo de retroalimentación positiva hacia la desinformación?
Cambiando el diseño de las plataformas
Pretus sugiere que debemos realizar cambios en el diseño de las redes sociales que permitan a los usuarios verificar la información más fácilmente. ¿Pero quién manda en las plataformas? Ah, esa es la verdadera pregunta. La respuesta es a menudo “intereses comerciales”. Tal vez un esquema de reputación más tangible podría ayudar, donde, en lugar de castigar a las personas con más datos, les avergonzarían por compartir contenido falso. ¡Imaginen el terror de ser el último en la fila por un like!
El impacto emocional
Esto se vuelve aún más crucial en situaciones de crisis, como las inundaciones en Valencia. La tragedia despierta emociones intensas, y en estos momentos es más fácil dejarse llevar. La indignación se convierte en un medio para expresar ese sentimiento colectivo y al mismo tiempo, señala la pertenencia a un grupo. “Mira lo que encontramos, no puedes estar en desacuerdo conmigo”, parecería decir esa actualización de estado.
La responsabilidad de todos
Entonces, ¿qué hacemos con toda esta información? En realidad, la responsabilidad no recae solo en las plataformas o en los investigadores; como individuos, también deberíamos poner de nuestra parte. Tal vez antes de compartir un artículo indignante, deberíamos preguntarnos: “¿realmente sé de lo que estoy hablando?” o “¿esto alimenta mi indignación o ayuda a construir algo?”.
Conclusión: cultivar nuestro discernimiento
Al finalizar, este viaje por las turbulentas aguas de la desinformación y la indignación moral nos recuerda que debemos ser conscientes de nuestras reacciones emocionales. En un mundo donde la información rápida y la indignación son moneda corriente, cultivar un espíritu crítico es más valioso que nunca.
Así que la próxima vez que sientas esa tentación de compartir un artículo indignante porque sí, piensa en ello como en esa segunda porción de tarta: puede que sea tentadora, pero ¿realmente la necesitas? Al final del día, compartir la verdad en este océano de desinformación puede ser el verdadero acto de valentía. Mantente informado, mantente crítico, y, sobre todo, mantente humano.