Cuando piensas en los Juegos Olímpicos, lo primero que viene a la mente son los momentos de gloria de los atletas: las medallas, los récords y, por supuesto, el famoso saludo del Poder Negro por parte de Tommie Smith y John Carlos. Pero, ¿qué tal si te digo que detrás de esas historias heroicas también se esconde un impuesto que ha causado controversia durante más de cinco décadas? Así es, hablemos de la tenencia, ese gravamen que inunda de dudas tanto el bolsillo de los automovilistas como la historia reciente de México. ¡Abróchense los cinturones!
Orígenes de un impuesto polémico
La historia de la tenencia se remonta a 1962, mucho antes de que el Comité Olímpico Internacional decidiera que México sería la sede de los Juegos Olímpicos de 1968. Según se cuenta (y si le preguntas a cualquier conductor que haya tenido que lidiar con este impuesto, te lo confirmará), la tenencia fue concebida como un mecanismo para financiar los gastos de infraestructura que, en efecto, el país necesitaba era preparar para un evento de tal magnitud. Pero, ¿realmente fue así?
¿Te has preguntado alguna vez si el gobierno de Adolfo López Mateos estaba tan anticipado que ya había olfateado que ganarían la sede? La realidad es que, aunque la tenencia se instituyó antes de la elección de la sede olímpica, el imaginario popular ha hecho que muchos la asocien directamente con el evento.
El famoso «yo solo quería un coche»
Como anécdota personal, recuerdo cuando me compré mi primer coche. Era un viejo sedan de los años 90 que no tenía lo que se dice «toda la tecnología», pero al menos podía llegar a la tienda sin tener que caminar un par de kilómetros. En la primera letra que pagué de la tenencia, sentí que literalmente le estaba «financiando» un evento que no había vivenciado y que, de alguna manera, tenía una etiqueta de «pago por adelantado» de 50 años.
Y es que uno se pregunta: ¿realmente estos impuestos los recaudan para arreglar las calles o se quedan en un limbo olvidado de «financiamiento oculto»? Cada vez que veo un bache, pienso en esta pregunta.
El mito y la realidad de la tenencia
El argumento acerca de que la tenencia se creó para financiar los Juegos Olímpicos podría caer en la categoría de las leyendas urbanas más que en la historia verificada. Muchos ciudadanos todavía creen que, cada vez que abren su cartera para este pago, están otorgando un subsidio indirecto a unos Juegos que se celebraron hace más de cuatro décadas.
Para buen seguimiento, la tenencia fue incluida en la Ley de Ingresos de la Federación en diciembre de 1961, Entonces, la idea de que el impuesto fue perecedero, como piensan muchos, es más un mito que una verdad. Así que, aunque suene inevitable, parece que la tenencia estaba destinada a quedarse.
Una herramienta política
Con el tiempo, la tenencia se ha convertido en un arma arrojadiza en el ámbito político. ¿Te suena familiar? Cambian intermitentemente las promesas de eliminarla, mientras que la realidad sugiere que seguirán buscando formas de cobrarla, ¡y no sin razón!
Por ejemplo, Enrique Peña Nieto, en un giro dramático de los acontecimientos, prometió eliminarla, pero designó ese cambio para después de su mandato. Seamos honestos: ¿quién no ha sentido el leve cosquilleo de frustración al escuchar eso? Uno siente en su pecho esa mezcla de impotencia e incredulidad junto con un atisbo de risa que necesariamente evoca la famosa frase «esto es México».
Hasta la muerte nos separe
Otra historia digna de contar es la de Jaime Rodríguez, un gobernador de Nuevo León que prometió eliminar la tenencia y, tras su victoria, se vio en serias dificultades para cumplirlo. Al final, terminó confesando que necesitarían la recaudación para contratar más policías. Uno se plantea: «¿ahora la tenencia es por seguridad? ¿Estamos pagando por el resguardo o por el abandono del sistema de tránsito?». Una situación cómica, pero a la vez trágica si consideras que tiene raíces en la falta de recursos de una administración pública.
Así que sí, al final del día, el impuesto ha encontrado su camino en cada ciclo electoral, como un invitado incómodo que nunca se va.
El impacto económico de la tenencia
Hablemos ahora de lo que realmente representa la tenencia en términos económicos. Aunque su polémica no cesa, hay argumentos a favor de este impuesto. ¿Pagar este gravamen realmente significa financiar infraestructura? En cierto modo, sí. La verdad es que muchos de los automovilistas que han contribuido al fondo han estado haciendo una inversión obligada en el mantenimiento de las carreteras y los sistemas de transporte público que utilizan.
Con el crecimiento desmesurado de los vehículos en México, la tenencia busca generar los recursos necesarios para enfrentar esta expansión. De hecho, si miramos hacia atrás, fue también la llegada de marcas como Volkswagen en los años 60 que hicieron que el «vochito», ese querido automóvil símbolo del mexicano, se convirtiera en parte del paisaje. ¡Cómo olvidar ese encanto!
¿Es justo o no?
Ahora bien, entra el dilema que muchos nos planteamos: ¿es justo tener que pagar por un impuesto que parece venir de un evento de hace tantos años? Para algunos, la tenencia es vista como una carga. ¿Por qué deberían seguir pagando por algo que fueron obligados a aceptar en un momento cuando la circulación de vehículos colapsaba?
Esto también resuena en las discusiones contemporáneas sobre impuestos y contribuciones en un mundo donde cada vez más se espera que los ciudadanos sean conscientes de cómo se gasta su dinero.
La evolución del impuesto
Es interesante observar cómo ha evolucionado este impuesto. En la década de 1980, la tenencia se extendió a incluir otros vehículos como motos, aviones y hasta yates, convirtiéndose en un verdadero «impuesto universal». Después de su transferencia a la legislación local en 2012, cada estado pudo decidir su continuidad, lo que causó aún más disparidad y confusión entre los ciudadanos. Como el juego de Monopoly: unos estados avanzan libremente, mientras que otros pagan un peaje por paso.
Y como resultado, hay quienes ahora no pagan tenencia en estados como Sonora, Jalisco o Sinaloa, mientras que otros siguen lidiando con este cargo en su día a día. El hecho es que ya no solo se trata de una obligación financiera, sino también de un símbolo del descontento social y político hacia la administración pública.
Reflexionando sobre la tenencia
Al final, hemos llegado a un punto en el que la tenencia se ha transformado en una parte integral de la vida cotidiana de muchos automovilistas, quienes, a pesar de las promesas incumplidas y los mitos en torno a su origen, deben cumplir con este pago, recordándonos de alguna manera los recuerdos del pasado.
Es fácil perder la fe en los sistemas cuando sientes que estos riesgos son más bien trapisondas de unos cuantos. Sin embargo, cada vez que pago mi tenencia, me pregunto si mis contribuciones realmente están destinado a mejorar la infraestructura o simplemente alimentan un ciclo de promesas no cumplidas.
Un llamado a la acción
¿Qué opinas tú? ¿Esta tenencia es lo que realmente necesita el país para tener mejores caminos o es simplemente una excusa más para aumentar los impuestos en un sistema que no encuentra dirección? Reflexionando sobre estas preguntas, te invito a participar activamente en la conversación sobre los impuestos y cómo son utilizados en tu comunidad.
Así terminamos nuestro recorrido por la tortuosa historia de la tenencia en México. ¿Qué te pareció? Prometo que la próxima vez que necesites pagarla, tendrás un arma de conversación lista para discutir. ¡Considera este artículo como un pequeño salvoconducto a la hora de dialogar con otros sobre tan polémico tema! ¡Hasta la próxima!