La vida está llena de placeres sencillos, y si hay algo que siempre me ha hecho sentir vivo, es la emoción que desata la temporada taurina en Valero, un pintoresco pueblo en la Sierra de Francia. ¿Te imaginas estar rodeado de leyendas de antaño, jiriendo bajo una marea de emociones al son de la música folclórica y el bullicio de la gente? Cada año, en el día de San Valerio, este rincón de España se convierte en un remanso de alegría y tradición, donde la fiesta y la cultura vibran como el arte mismo del toreo.

El pálpito del festival taurino

A lo largo de los años, he tenido la suerte de ser parte de esta celebración singular, que no solo es un espectáculo, sino un viaje de reminiscencias que nos transporta a tiempos pasados. Desde que tengo uso de razón, la temporada taurina ha sido un evento marcado en mi calendario. Recuerdo aquellos años en los que los nombres de grandes toreros eran casi como los de las personalidades de un equipo de fútbol: El Cordobés, Morante de la Puebla y, más recientemente, Borja Jiménez. Cada uno con su estilo, su esencia y su propia forma de conectar con el público.

La temporada se ha convertido en el punto de encuentro donde se entrelazan no solo las pasiones por el toreo, sino también las historias de vida, los reencuentros entre amigos y el aire fresco de esa juventud que, por desgracia, no vuelve, pero que siempre guardamos celosamente en nuestros recuerdos. Sin embargo, hay algo que me hace reír: ¿te has dado cuenta de que, a pesar de que muchos abogan por la cancelación de las corridas de toros, el festival en Valero sigue adelante? Tal parece que el amor por esa tradición supera cualquier intento de cancelación.

¿Cómo se financia un evento taurino sin entradas?

Una gran pregunta que siempre circula entre la gente es: ¿cómo se cubren los gastos de un evento en el que no se cobra entrada? La respuesta es más sencilla de lo que parece. En Valero, la generosidad es la divisa que rige. La mayoría de los gastos corren a cargo de los socios de «El Toro», un grupo de aproximadamente doscientos sesenta personas que, en un acto de amor hacia su pueblo y su cultura, donan su parte para que la fiesta pueda llevarse a cabo. Es un ejemplo inspirador de comunidad, un concepto que a menudo se pierde en la vorágine de la vida moderna.

Este evento no solo es un espectáculo; es la representación de un legado cultural que, a pesar de las adversidades, sigue firme. La plaza de toros, ubicada en el corazón de Valero, se convierte en un santuario donde la historia se encuentra con la presente. ¿Te imaginas estar ahí, en medio del bullicio, mientras una multitud se arremolina para compartir sonrisas y vivencias?

Reviviendo tradiciones con cada paso

Son muchas las costumbres deliciosas que giran en torno a la fiesta. Recuerdo con cariño aquel momento donde, tras asistir a la misa mayor en la iglesia — que parece ser un viaje al pasado gracias a su ruda humildad — participé en la tradicional procesión que precede a la corrida. Dicha procesión no es solo un desfile; es un acto cargado de simbolismo que une la fe, la cultura y el fervor por San Valerio.

La imagen de San Valerio avanza por las calles del pueblo al compás de los aplausos y los vítores. La gente no repara en sombreros, zapatos o trajes; lo que importa es el sentimiento de unidad y conexión con esta rica intrahistoria que, tal y como refleja el propio Gonzalo Santoja, resuena en cada rincón de la comunidad.

Leyendas que perduran en el tiempo

Una de las partes más mágicas del evento son las leyendas que surgen de la boca de los más ancianos del pueblo. Recuerdo la vez en que escuché a una señora con una mirada pícara contarme sobre la Reina Quilama, una figura que sorprendentemente sigue cautivando a quienes escuchan su historia.

La Reina Quilama es parte de la historia de los visigodos y su triste amor por don Rodrigo, quien se convirtió en un símbolo de pérdidas y traiciones. La inquietante narración de la señora me hizo sentir que los ecos del pasado atraviesan la piel de este pueblo, resonando con cada recuerdo.

A menudo, estos relatos se vuelven más estimulantes al acompañarlos de un buen vaso de vino de la región. Ahora, generalmente, trato de evitar hablar sobre la política, pero no puedo evitar reflexionar sobre cómo muchas de estas tradiciones y relatos son ignorados por quienes están al mando. ¿Cómo pueden algunos políticos no reconocer la riqueza de esta cultura que palpita en el corazón de la gente?

Poniéndose la montera

Ah, Cayetano. Recuerdo aquel festival inolvidable, cuando decidió que el tiempo y el clima no podían detener su compromiso con el público. El día resultó ser una aventura en sí mismo; ¡necesitaríamos un chaleco salvavidas si las nubes soltaban su furia! A pesar de la presión que enfrentaba, no vaciló. «Vamos», ordenó con una mirada decidida, como si en su pecho llevara la llama del valor taurino, una mezcla de pasión y respeto por la tradición.

Cayó la noche, y mientras el viento aullaba, los asistentes deliraban por ver la actuación de este torero. Optar por seguir en pie a pesar de las adversidades es lo que hace que una historia resuene con más fuerza. La Fiesta se lleva en el alma, y eso me lleva a pensar: ¿quiénes somos nosotros, los que a menudo criticamos sin comprender qué hay detrás de una tradición?

La resistencia de la cultura taurina

El festival de Valero continúa, no solo a pesar de las críticas, sino gracias a las raíces profundas que la comunidad ha mantenido intactas a lo largo del tiempo. La esencia del toreo no es solo el espectáculo; es la fusión de historias, vivencias y la identidad misma de un pueblo que abraza su cultura con amor y orgullo. De alguna manera, la Fiesta se convierte en un canto de resistencia contra las imposiciones.

El regreso del Premio Nacional de Tauromaquia y el respaldo del electorado de varias comunidades autónomas es un claro reflejo de que, a pesar de los vientos en contra, la cultura taurina sigue vivo como un símbolo de la españolidad.

Conclusión: celebrando la vida y la tradición

Si hay algo que quiero que te lleves de esta reflexión es que la temporada taurina de Valero no es simplemente un evento; es una celebración de la vida, un recordatorio de que las tradiciones importan y que, en medio de nuestros problemas cotidianos, siempre hay un lugar donde el corazón late con fuerza por la historia y la cultura.

Como individuo que proviene de esta rica tradición, he aprendido que es el amor por nuestras raíces lo que nos une. Podemos ser críticos o intentar entender las diversas perspectivas, pero lo que no podemos hacer es ignorar lo que nos conecta: nuestras historias, nuestras leyendas y el latido de nuestra cultura.

La fiesta de San Valerio no solo se celebra en Valero, sino que resuena en cada rincón de España. Así que, la próxima vez que escuches sobre un festival taurino, recuerda que detrás de cada acto, hay un pueblo que respira historia y vive con fervor la pasión. ¡Nos vemos en la próxima temporada taurina!

Y tú, ¿te atreverías a sumergirte en esta tradición?