La historia se repite y, aunque a veces parezca un buen guion de una serie de televisión, lo cierto es que la realidad supera la ficción. En los últimos días, Francia ha vuelto a ver cómo sus campos se llenan de protestas. ¿Recuerdas el año pasado? Exactamente, ese mismo aire de resistencia agrícola ha renacido con el eco de las voces de los agricultores que, en esta ocasión, luchan contra el tratado de Mercosur. Pero, ¿qué hay detrás de este nuevo estallido de descontento? Sumerjámonos en el asunto.

¿Qué está pasando en Francia?

El campo francés ha decidido manifestarse nuevamente. Y no, no es solo un capricho del clima o de las modas del momento. Esta vez, las acciones de protesta han sido convocadas con el claro objetivo de reclamar la atención del Gobierno sobre un acuerdo que consideran perjudicial. Sí, estamos hablando del tratado de libre comercio de Mercosur, que busca estrechar lazos entre Europa y América del Sur. Pero, ¿a qué costo para los agricultores franceses?

Según los denunciantes, este tratado no solo amenaza su competitividad, sino que además pone en riesgo las promesas que les había hecho el anterior Ejecutivo. «Es un déjà vu», como diría cualquier amante del cine. Y, como si de una escena de una película se tratara, el sindicato FNSEA ha dicho que este año no se plantean limitar las carreteras como en la ocasión anterior. «No queremos obstaculizar a los trabajadores, sino mostrarles la realidad del campo», señala Arnaud Rosseau, portavoz del sindicato. Un gesto de cortesía que, a pesar de ser bienintencionado, deja claro que la situación sigue siendo tensa.

La urgencia en el aire

Con más de 80 acciones programadas en varias regiones de Francia, las manifestaciones de este domingo no son solo un grito al cielo, sino también un llamado a la acción. Las localidades como Ardennes, Arras, Estrasburgo y Dijon han sido escenario de marchas que buscan hacer eco en las oficinas del Gobierno.

Ahora, aquí es donde la historia se torna más intrigante. Mientras las protestas se dispersaban por el país, el presidente francés, Emmanuel Macron, se encontraba en Argentina. Durante su visita, declaró que «Francia no firmará el tratado de Mercosur», argumentando que es «malo para nuestra agricultura». ¿Pero realmente sucede algo cuando un presidente habla desde la distancia? Por un lado, es un alivio escuchar el respaldo a sus agricultores, pero por otro, la distancia geográfica puede hacer que su mensaje se pierda en la brisa del Atlántico.

Un presidente entre dos tierras

Imagínate la escena: Macron está en el exterior, dando declaraciones contundentes sobre la agricultura francesa, mientras a miles de kilómetros, los agricultores están luchando por su supervivencia. Es como estar en una cena familiar en la que el protagonista está presente, pero totalmente desconectado de la conversación. De hecho, en la misma línea que el presidente, el ministro del Interior, Bruno Retailleau, ha dejado claro que habrá «tolerancia cero» si se producen bloqueos duraderos. Mientras tanto, nuestros agricultores buscan sólo una tregua, un momento para ser escuchados.

¿Qué debería hacer el Gobierno?

¿No es irónico? Aquí tenemos a un grupo de personas que, en lugar de querer levantar barricadas y bloquear la vida diaria, más bien buscan un espacio donde su voz pueda ser escuchada. Tal vez el Gobierno debería tomar nota de esto y crear espacios de diálogo antes de que las cosas se calienten demasiado. Después de todo, ¿acaso no estamos todos en el mismo barco?

La solidaridad en la lucha

Una de las cosas más sorprendentes de esta segunda revuelta es que los agricultores no están solos. Se han unido a ellos colegas de otros países que también sienten el peso del tratado de Mercosur. Uno se pregunta: ¿qué le hace falta a la clase dirigente para ver que esto se trata de una lucha común? Esta es una lucha por el futuro del agro de muchos, que trasciende las fronteras, más allá de los límites impuestos por el mapa.

Pero, amigos, no todo es caos y descontento. Hay un toque de esperanza en toda esta historia. El hecho de que los agricultores estén actuando en unidad podría ser la chispa que encienda conversaciones más productivas sobre el futuro del tratado y las políticas agrícolas en general.

La percepción de los productos agrícolas

Hablando de los productos agrícolas, uno de los principales puntos de desencuentro en esta lucha es que los agricultores franceses argumentan que el tratado de Mercosur permitiría la entrada en la Unión Europea de productos que cumplen con estándares fitosanitarios que están prohibidos en Europa. En otras palabras, lo que se produce en América del Sur podría no cumplir con las normas de calidad que los consumidores franceses exigen. Y aquí entre nosotros, ¿quién no prefiere un buen queso francés a un producto importado lleno de incertidumbres?

La confianza del consumidor

Imaginemos al consumidor promedio paseando por el supermercado, rodeado de estantes brillantes y productos frescos. Llegan a la sección de frutas y verduras, pero de repente se encuentran con un paquete de mango a un precio de risa y bajo el lema «traído desde el otro lado del océano». ¿Quién podría resistirse? Pero si supieran que ese mango ha viajado miles de kilómetros sin las regulaciones adecuadas, ¿seguirían comprándolo?

Es aquí donde la confianza juega un papel esencial. A menudo, los consumidores están dispuestos a pagar un poco más por la calidad y la seguridad. Entonces, ¿por qué arriesgarnos a que esa próxima compra refleje productos que no cumplen con los estándares europeos porque hemos optado por un acuerdo que comenzó como una buena idea, pero que se ha tornado en una pesadilla para los productores locales?

El impacto a largo plazo del tratado de Mercosur

Ahora bien, detengámonos un momento a reflexionar. Si el tratado de Mercosur se implementa tal como está diseñado, los agricultores franceses, e incluso los de otros países de Europa, podrían verse abocados a un futuro incierto. Con precios más bajos en los productos importados, los agricultores locales tendrían que competir con sus rivales sudamericanos, que podrían no cumplir con las mismas normativas. Y, seamos sinceros, ¿quién ganaría en esta batalla?

Los productores locales podrían terminar luchando por su supervivencia y eso no es lo que queremos, ¿verdad? La agricultura no es solo un negocio; es un modo de vida que ha alimentado generaciones. Además, la agricultura sostenible y de calidad es esencial para el bienestar de toda la sociedad. La pregunta es, ¿queremos arriesgarlo todo por un tratado que podría promulgar la competencia desleal?

Reflexiones finales

Así que aquí tenemos la actualidad política y social en Francia, un sinfín de palabras que llevan a una sola impresión: el campo está en pie de guerra y busca ser escuchado. Es fascinante observar cómo un grupo de agricultores puede convertirse en un símbolo de resistencia no solo en Francia, sino en toda la Unión Europea.

Pero, entonces, ¿qué sucederá? ¿Volverá la calma al campo francés o los agricultores se verán obligados a seguir alzando la voz? Con el tratado de Mercosur en el aire, las respuestas parecen esquivas, pero lo que sí sabemos es que la lucha por la agricultura es, en última instancia, una lucha por la calidad de vida de todas nuestras comunidades.

Esperemos que los líderes escuchen la voz de aquellos que alimentan al mundo. Espere y verá, quizás pronto escucharemos el eco de la razón antes de que vuelva a sonarnos el déjà vu de la protesta.