La vida tiene una extraña manera de conjugar el arte con la experiencia personal. El pasado fin de semana, estuvimos todos sumidos en un evento que, más que un simple espectáculo, fue un verdadero viaje a las profundidades de la humanidad. En este contexto, la actriz María Hervás volvió a convertirse en el centro de atención en los famosos Teatros del Canal de Madrid, gracias a su participación en «The Second Woman», una performance que prometía llevar a los asistentes a un mar de emociones y cuestionamientos.

Entrando en materia: ¿Qué es «The Second Woman»?

Imagina una obra que no se conforma con una simple trama. «The Second Woman» se basa en un concepto revolucionario creado por Nat Randall y Anna Breckon que reinterpreta la masculinidad y las interacciones entre hombres y mujeres de una forma única. La obra, que ya ha tenido montajes en ciudades como Londres, Nueva York y Beijing, vuelve a Madrid por tercera vez, y no es cualquier cosa: ¡son 24 horas de representación continua! Pero antes de que pienses “¿24 horas? ¡Eso es una barbaridad!”, permíteme contarte que, en realidad, fue más que eso: fue un experimento sociológico, una dinámica de revelación y un acto de resistencia.

Una experiencia a la que nadie pudo resistirse

Las colas eran inmensas, y eso que podríamos haber vendido boletos solo para ver a los asistentes mientras se acomodaban en sus asientos. Desde el inicio, había una electrizante mezcla de curiosidad y expectativa en el aire. ¿Te imaginas estar en la fila y escuchar los murmullos de aquellos que ya habían visto la performance en otras ciudades? Al parecer, la obra no radicaliza solo a sus participantes, sino que también conecta a los espectadores a un nivel profundamente emocional. Muchas personas habían viajado desde lejos, como una de las espectadoras que había venido desde Catalunya con algunas galletitas en su bolso. Su mirada brillante reflejaba la emoción de preparar un banquete para un evento que prometía ser inolvidable.

La voz de una generación: María Hervás y el eco del #MeToo

El impacto del movimiento #MeToo ha resonado fuertemente en España y, por extensión, en el mundo del arte. Durante una conversación con María, ella se pronunció sobre el delicado momento que vive la sociedad española. “Van a empezar a caer nombres”, affirmó, añadiendo que no solo en el ámbito de las artes escénicas, sino en todos los sectores. Su voz, clara y poderosa, resonó como un eco que aludía a las luchas diarias por la igualdad y el respeto hacia las mujeres. Y en este contexto, «The Second Woman» se convierte, no solo en un espectáculo, sino en un grito de resistencia.

La idea de abrir una conversación sobre la masculinidad y la vulnerabilidad en un espacio que tradicionalmente ha sido masculino no es para nada sencilla. La actriz supo hilar muy bien sus pensamientos con la experiencia de la performance, señalando que la fragilidad es una parte intrínseca de la experiencia artística. Aquí hay una pregunta para ti, querido lector: ¿cuántas veces has sentido que tu voz se ahoga ante una opinión más fuerte en la sala? La vulnerabilidad humana, especialmente la femenina, es un tema que debemos seguir abordando, y María lo hace con heroísmo.

La magia de la interpretación: un juego de realidades

La estructura de la performance es inquietante pero también fascinante. María, junto con hombres que se ofrecieron como participantes, se encuentra en un escenario donde se despliega una serie de interacciones. «Ella le dice: ‘nom te merezco’, ‘nunca creíste que fuera inteligente’, ‘te quiero’». Aquí es donde la magia se encuentra, en lo que es real y lo que parece ser un simple guion, llevando a la audiencia a cuestionar esas interacciones cotidianas que permanecen rodeadas por la tensión de los roles de género.

A medida que la noche avanza, se hace evidente que el truco del espectáculo no solo radica en la actuación de la actriz, sino en la dinámica de las relaciones que se desarrollan en tiempo real. Me hace llorar de risa imaginar cómo algunos hombres entraban al escenario con aires de conquistas, mientras que otros se mostraban más torpes, desarmados en su fragilidad. Es ahí donde surgen esas situaciones dignas de una comedia clásica, donde el mayor drama se presenta en el deseo de ser aceptado.

No todo es risa: el desencanto de la lucha diaria

Pero el espectáculo también es un recordatorio de lo áspero que puede ser convivir en un mundo que todavía no ha entendido del todo la equidad. Entre risas y aplausos, María revela a los espectadores una cruda realidad: la acumulación de situaciones complicadas en la vida diaria de muchas mujeres es una batalla que no se libra solo en el escenario. «Esa situación va acumulándose», dice, y así, entre cada actuación, se dibuja un mapa emocional de lo que significa ser mujer en un entorno tan cargado. De alguna manera, al ver a María Hervás reír y soltar tallarines en los rostros de sus participantes, se siente un consuelo extraño: todos estamos en esta lucha juntos.

La influencia del entorno: la familia y los amigos

Después de 24 horas de performance, es emocionante ver el reencuentro de María con sus amigos y familiares en los camerinos. La mezcla de cansancio y emoción es palpable. En el mundo del teatro, la cercanía de seres queridos suma un nivel más de carga emocional que muchas veces hace falta para dar un paso adelante. “Me quito la peluca, pero no tengo que bajarme del personaje”, comenta María en un momento que podría ser profundamente significativo para cualquiera de nosotros que haya tenido que desempeñar diferentes papeles en la vida. En la búsqueda de identidad, ¿qué papel es el verdadero? ¿Qué nos define?

La risa se mezcla con las lágrimas al compartir esos momentos. Supongo que todos hemos estado allí, con un batiburrillo de emociones justo después de pasar por una experiencia que nos marca, y que a veces es difícil de explicar. Pero el deseo de pertenecer, de ser parte de un colectivo, se siente profundamente.

Reflexiones finales: ¿Qué futuro para el teatro y la humanidad?

Lo que María Hervás ha conseguido a través de «The Second Woman» es más que simplemente desafiar las normas teatrales; es una conversación abierta sobre la masculinidad, la sexualidad y la vulnerabilidad. El arte tiene el poder de hacernos reflexionar sobre quiénes somos y cómo ello nos impacta a todos. Si el teatro puede hacer que la gente se ría y, al mismo tiempo, se cuestione su propia existencia, entonces estamos ante un futuro prometedor.

¿Estamos listos para asumir nuestros propios desafíos en el escenario de la vida? ¿Seremos capaces de reflexionar y cambiar nuestras perspectivas? A medida que seguimos en esta turbulenta búsqueda de igualdad, podemos llorar o reír, pero lo que realmente importa es estar presentes y pedir diálogo. Y aunque María confesó que “esto ya se ha cerrado aquí”, su performance ha dejado una marca indeleble en el corazón del público y en el alma del teatro.

Así que, querido lector, la próxima vez que te sientes a disfrutar de una obra de teatro, pregúntate: ¿qué mensaje tienen que ofrecerme hoy? Y mientras te hagas esa pregunta, recuerda que en cada esquina de la sociedad hay una historia por contar, y un papel que posiblemente todos debemos asumir.